7 errores comunes que cometen los supervisores al hablar de SST

 

Por Jeffrey Medina Rivas
Ciudadanía RD Media

El supervisor es, sin duda, la voz más escuchada en el terreno.
Ingeniero industrial y experto en seguridad y salud ocupacional. MBA en Gestión Óptima de Proyectos de la Universidad de Cádiz, España, y Maestría en Gestión Integrada: Medio Ambiente, Calidad y PRL de la Universidad Internacional Iberoamericana, EE. UU.

Hablar de SST debería ser una de las tareas más nobles y estratégicas dentro de cualquier organización. Sin embargo, en muchos lugares de trabajo ocurre algo preocupante: los supervisores, que deberían ser el primer eslabón del liderazgo preventivo, terminan transmitiendo mensajes equivocados o poco efectivos sobre seguridad.

A veces por desconocimiento, otras por presión operativa, pero casi siempre por falta de una cultura de comunicación preventiva, y es que hablar de seguridad no es repetir una norma ni pasar lista en una charla matutina. Es construir confianza, credibilidad y coherencia. Un mensaje mal comunicado puede generar más riesgo que un procedimiento mal aplicado.

El supervisor es, sin duda, la voz más escuchada en el terreno. Es quien tiene el contacto directo con el trabajador, quien traduce las políticas de seguridad en acciones concretas, y quien puede transformar una orden en una cultura.
Por eso, cuando el mensaje se distorsiona en este nivel, toda la cadena preventiva se debilita.

No se trata de memorizar normas ni repetir discursos; se trata de comprender el verdadero impacto de las palabras, los gestos y las decisiones diarias.
Un supervisor puede convertirse en el mayor aliado de la seguridad o, sin proponérselo, en su peor enemigo. Estos son los errores más comunes que, sin darse cuenta, muchos cometen al hablar de seguridad.

  1. Hablar de seguridad solo después de un accidente

Uno de los errores más frecuentes es que la seguridad se menciona únicamente cuando ocurre un incidente. Esa práctica transforma la prevención en reacción.
Cuando un supervisor solo habla de seguridad para señalar errores o exigir reportes después de una lesión, el equipo percibe el tema como algo punitivo. La seguridad se convierte en un discurso de culpa, no de cuidado.

La prevención debe formar parte del lenguaje cotidiano, de las reuniones, de las conversaciones informales. Un líder preventivo no espera un evento para hablar de seguridad: la promueve todos los días, en cada acción y decisión.

  1. Confundir autoridad con ejemplo

Algunos supervisores creen que liderar en seguridad es imponer disciplina o repetir frases como “porque lo digo yo”, pero la seguridad no se impone, se inspira.
El ejemplo cotidiano, usar los equipos de protección, respetar los procedimientos, participar en inspecciones, vale más que cualquier charla. Cuando un supervisor exige lo que no cumple, pierde legitimidad y autoridad moral ante su equipo. La coherencia es la primera herramienta de liderazgo preventivo.

  1. Dar charlas por obligación, no por convicción

En muchos centros de trabajo, las “charlas de seguridad” se han convertido en rituales vacíos. Se leen diapositivas o manuales sin conexión con la realidad del trabajador.

El resultado: colaboradores distraídos, desmotivados y poco receptivos.
Una charla efectiva no se mide por su duración, sino por su impacto.
Un supervisor comprometido debe conocer los riesgos reales de su área y traducirlos en un lenguaje comprensible, cercano y con ejemplos prácticos. Comunicar seguridad no es recitar, es conectar.

  1. Minimizar los reportes o sugerencias de los colaboradores

Otro error común es desestimar los reportes de condiciones inseguras.
Comentarios como “eso siempre ha estado así” o “no te preocupes, no va a pasar nada” son frases que matan la cultura preventiva.

Cuando los trabajadores perciben que sus observaciones no se toman en serio, dejan de reportar, y con ello se pierde el insumo más valioso del sistema de gestión: la información de campo. Un buen supervisor escucha, documenta y da seguimiento. Cada observación es una oportunidad de mejora, no una molestia.

  1. Enfocar la seguridad como cumplimiento, no como valor

Muchos supervisores limitan la seguridad al cumplimiento de normas, listas de chequeo o inspecciones, pero la verdadera seguridad nace cuando se entiende como un valor organizacional, no como una obligación legal.

El Reglamento 522-06 y la ISO 45001 son marcos esenciales, pero su propósito no es llenar formularios: es proteger vidas. Cuando un supervisor comprende que su rol es salvaguardar personas, y no simplemente cumplir metas o evitar sanciones, su discurso cambia, y con él, cambia también la cultura del equipo.

  1. No reconocer los comportamientos seguros

En la mayoría de los casos, los supervisores corrigen los errores, pero rara vez reconocen las buenas prácticas. El refuerzo positivo es una herramienta poderosa en seguridad.

Aplaudir una observación o destacar un acto seguro en una reunión tiene más impacto que una amonestación. La prevención también se construye reconociendo lo que se hace bien, no solo señalando lo que se hace mal.

  1. Falta de comunicación emocional

Hablar de seguridad no es solo cuestión técnica. Es un acto de empatía.
Cada charla, cada retroalimentación, debe conectar con lo más importante: la vida y la familia del trabajador.

Un supervisor que recuerda a su equipo que “queremos que todos lleguen a casa” está tocando fibras profundas. El lenguaje emocional, cuando es genuino, despierta compromiso y sentido de propósito.

Ser supervisor no es solo velar por la producción o el cumplimiento de objetivos. Es ser la primera línea de defensa de la vida. Cada palabra cuenta. Cada gesto comunica.

Los supervisores no solo deben hablar de seguridad; deben encarnar la seguridad, porque, en definitiva, la cultura preventiva no se construye con discursos grandilocuentes, sino con pequeñas conversaciones diarias que, sin hacer ruido, salvan vidas.

 

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Author: CRDMedia

CRDMedia es un medio digital de comunicación en República Dominicana, comprometido con la defensa de los derechos de los ciudadanos.

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