¿A dónde se fue la brecha entre niños y adultos?

Por Briant Taveras
Ciudadanía RD Media

¿A dónde se fue la brecha entre niños y adultos?
Psicólogo M. A. Terapeuta & Entrenador Familiar

Recuerdo como si fuera ayer, por allá por los dos mil, cuando me mandaban a preguntarle a alguna tía si la gallina había puesto un huevo, para alejarme de una conversación adulta. Cuestión de inocencia, quizás un despiste propio de la infancia, no me percaté de que en mi casa nunca hubo un gallinero; y lejos de sentirme torpe, me siento afortunado, protegido, porque a pesar de sus defectos, los adultos de mi niñez supieron defender la integridad cognitiva de un niño inocente, o por lo menos lo intentaron. ¿Qué pasó con las gallinas? ¿A dónde se fue la brecha entre niños y adultos?

Perspectiva. Una generación herida, una madre soltera o un padre ausente, que viven en la hipérbole de la confianza y la condescendencia. «Tu y yo contra el mundo» dicen, con el móvil de conectar con su descendencia, imperando en sus acciones el miedo al trauma o la desconexión que tienen con sus propias historias. Han perdido la autoridad, el consejo y el ejemplo, su impronta es débil, su carácter deficiente, intentando ser amigos de quienes deberían ser líderes. La crianza ha sido deconstruida, los nuevos estilos de enseñanza parecen arquitectura moderna y vaganguardista, con piezas tradicionales faltantes en su diseño, la crianza de hoy está llena de estética, con más definiciones y menos propósitos.

En el mismo tenor de la perspectiva, en la actualidad los padres no son para sus hijos más que proveedores con derecho al cariño, son seres hambrientos de aprobación, propensos a ser engañados, pues, su obvia necesidad de cosechar una paz no sembrada, calienta el caldo de cultivo para la dinámica disfuncional en la que el niño finge no dar problemas, mientras Peppa Pig le enseña sobre la vida y algunos perversos sobre su sexualidad.

En otro extremo de esta balanza, están los padres conservadores, inflexibles, abanderados de una brecha tan pronunciada entre sus hijos y ellos, que los terminan conservando en frascos de ignorancia e ineptitud, o en el peor de los casos, conectados profundamente con teorías autodestructivas, sobreexpuestos al mal, buscando la conexión e instrucción que no tienen con sus padres. Necesitamos un punto medio, vivir, hacer, criar con propósito.

Ciclo vital. Es motivo de orgullo para algunos padres ver a sus hijos correr antes de andar, caminar sin gatear, verlos sentados sin fortaleza en su tronco, y exclamar: «ya no tengo bebé».

Mientras la estructura ósea de estos bebés sufre y se deforma, la estructura emocional y mental de muchos niños está siendo destruida por la exposición a destiempo de información adulta, de información, acción y responsabilidad. Se ha hecho angosta la brecha entre niños y adultos, lo que deben ser responsabilidades compartidas en una justa dimensión dentro del hogar, hoy es obligatoriedad y desmedida falta de límites.

La niñez está siendo atacada, ha sido herida con palabras explícitas y vestimentas inapropiadas, ha sido plagada de ideologías, está infectada de libertinaje, dispositivos electrónicos, canciones sugerentes, la normalización de lo indecente y el humanismo, sí, de humanismo sin humanidad. Desde hermanos que actúan como padres, hasta pre-adolescentes que luchan con dudas existenciales sobre su identidad, los retos de salud mental en la familia aumentan en medida que los planes de vida y la organización en el hogar disminuyen.

Ojo, no estoy en contra de un niño criado en la autosuficiencia y la colaboración, no juzgo a los padres que educan con paradigmas realistas, aquí hablo de falta de propósito y supervisión. Dicen que quién no sabe a dónde va ya llegó; yo digo, quién no sabe a dónde va, cualquiera se lo lleva. ¿Quién lleva a tus hijos?

Tu trabajo es saberlo. La brecha entre la niñez y la adultez debe ser de contenido, de actitud, de responsabilidades, de conflictos y retos, pero nunca debería ser de conexión, consideración y respeto. Nuestro trabajo como padres va más allá del pan y el techo, es de acompañamiento, supervisión y modelado, es un trabajo de planificación y, constante aprendizaje para nuestros hijos y nosotros mismos.

Nuestro trabajo es saber donde están, lo que necesitan, lo que les agobia, nuestro trabajo es saber lo que ven y aprenden, sus talentos y debilidades. Sin aprisionar, sin obligar, sin restar independencia, sin invadir su intimidad, tu trabajo siempre será saber lo que les pasa, y eso se logra con planificación, con amor, control compartido y confianza.

Sana. Saltarse etapas de la vida puede implicar heridas profundas, implicaciones conductuales y emocionales que suelen entorpecer la autorealización, y en muchos casos, también suelen trascender de generación, llevando heridas ajenas a corazones inocentes. Si tienes heridas, curarlas en mi recomendación; si te falta tiempo, reorganiza; pero, cumple con el deber de un padre, que es el de enseñar y modelar, aunque tengas que aprender cada a ser papá e ir sanando en el intento.

Dejen a los niños ser niños, dejemos a los niños crecer.

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Author: CRDMedia

CRDMedia es un medio digital de comunicación en República Dominicana, comprometido con la defensa de los derechos de los ciudadanos.

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