
Santo Domingo, RD. – Los mercados de Santo Domingo lucen desolados. Lo que antes era un bullicio de voces, carretillas y regateos, hoy se ha convertido en un paisaje de pasillos vacíos y vendedores esperando, sin saber si alguien llegará. El motivo: los precios de los alimentos básicos se han disparado sin freno.
Durante un recorrido por los mercados de Villa Consuelo, la Duarte y 24 de Febrero, se constató una preocupante ausencia de compradores. “Ya uno está aquí porque la gente me conoce y a veces viene alguien y compra, pero la cosa está difícil”, confesó una vendedora de tubérculos, con la mirada fija en su mercancía que apenas se mueve.
Los productos más golpeados por la inflación son el aceite, el huevo, la verdura, los plátanos, el pollo, la cebolla y la habichuela. El arroz ronda entre RD$35 y RD$40 por libra, la habichuela entre RD$60 y RD$75, y el medio galón de aceite ha alcanzado hasta RD$300. El cartón de huevos, que antes costaba RD$120, ahora se vende entre RD$180 y RD$220.
María, ama de casa del sector 24 de Febrero, se detuvo frente a un puesto de verduras con el rostro marcado por la frustración. “El pollo está caro y la habichuela ha subido muchísimo. Si es por mí, como molondrones guisados con arroz blanco, pero a mis hijos les gusta el pollo… y hay que comprar lo que ellos comen, aunque a veces hay que ingeniárselas”, dijo encogiéndose de hombros.
La situación ha obligado a muchas familias a buscar alternativas: sustituir ingredientes, reducir porciones o simplemente dejar de comprar ciertos productos. “Ya no se cocina por gusto, se cocina por lo que se puede”, comentó otra compradora que solo llevaba tres guineos y una cebolla.
Mientras tanto, los comerciantes ven cómo sus ingresos se desploman. “La gente no entra, no compra, y uno tiene que seguir pagando por el puesto, por la luz, por todo”, lamentó otro vendedor.
La inflación alimentaria sigue siendo uno de los principales dolores de cabeza para los hogares dominicanos. Según el Banco Central, los precios de alimentos y bebidas no alcohólicas han aumentado hasta un 50% desde 2019. Y aunque las autoridades aseguran que hay control, en los mercados populares la realidad es otra: comer se ha vuelto un lujo.