Por Anyi Tejada
Durante la adolescencia todos tenemos esa fuerza indomable de ir contra la corriente o más bien contra la disciplina que nos marcan: nuestros padres, tutores, el sistema, la sociedad, los dogmas religiosos, las tendencias de las redes sociales, las reglas y un universo infinito de NO en plural masificado.
Ante todo este sistema de frenos (ABS) para detener esta fuerza hormonal, juvenil, idealista e innovadora, reaccionamos con comportamientos variados “El rebelde”, que lucha y trata de hacer lo que le da la gana, el que se alborota y luego de ser corregido vuelve a su carril, el dócil que obedece mientras esta bajo la vista de sus opresores, pero termina haciendo lo que le da la gana y al final la lucha y resistencia te desgasta y te llegan los veinte (20)
La época de los veinte (20), llega la universidad, queremos ser grandes empresarios, innovar, tener nuestra propia compañía, arrancar un gran proyecto, pero es necesario emplearse para mantenerse y generar ingresos y el sistema nos vence por esa cultura educativa volcada al servicio y no al desarrollo; romper las reglas se vuelve un mito o una ilusión desvanecida porque nos adaptamos envolviéndonos en un alzhéimer selectivo para olvidar nuestra fuerza e ímpetu creado por la zona de confort de la cotidianidad y el miedo del te lo dije.
Esto me recuerda la historia del elefante y la cuerda, un elefante que desde pequeño fue atado a una cuerda y un poste de madera lucho toda su infancia para ser libre pero se resignó por no tener la fuerza suficiente. Al pasar los años el animal se volvió majestuoso y enorme, atado a la misma cuerda y el mismo poste no podía liberarse. Un día un niño que observaba con admiración este gigante terrestre le pregunto a su padre porque el elefante no se liberaba, si la cuerda y el poste son insignificante ante el tamaño del animal. El padre respondido lucho toda su infancia para librarse, pero con el tiempo se dio por vencido y no se ha dado cuenta que ser libre solo depende de un simple tirón.
No es dejar todo, quedarnos sin un ingreso fijo, sin seguro médico en un inexistente sistema de salud, y no poder pagar las cuentas que generan los meses hasta que tu empresa o proyecto pueda despegar. Sin embargo, podemos adoptar el comportamiento del adolescente obediente ante la vista de nuestros vigilantes y aprender a burlar el nudo por dieciséis (16) horas y volver a atar por ocho (8) horas para que ese majestuoso elefante que se rindió siendo adolescente pueda romper de un tirón la cuerda y poste de madera, porque mientras soltaba la cuerda en secreto y la volvía a amarrarla, labraba el camino por donde saldría corriendo con pasión, rebeldía y destreza para iniciar el sendero de nuestra trascendencia.