Por Omar Leonel Fernández Domínguez
Ciudadanía RD Media
El pasado 26 de enero conmemoramos y, por qué no, celebramos el natalicio de nuestro padre fundador, Juan Pablo Duarte.
Esta fecha que da inicio a las conmemoraciones del mes de la patria nos invita a una profunda reflexión sobre cómo podemos aplicar el ideario y los valores de Duarte en el desarrollo de una nueva dominicanidad.
En el tejido de nuestra identidad, la visión de Duarte trasciende el tiempo, resonando con una actualidad asombrosa. En un mundo caracterizado por la rápida evolución y la globalización, valores como la justicia, la igualdad y la libertad adquieren una relevancia aún mayor.
La justicia, entendida como equidad y respeto por los derechos de todos, es uno de los cimientos Duartianos que debe prevalecer en la nueva dominicanidad. Duarte abogó por una sociedad en la que cada individuo tuviera la oportunidad de desarrollar su potencial sin distinciones injustas, principio que resuena hoy más que nunca.
La igualdad, otro principio cardinal, es el antídoto contra la discriminación y la exclusión. Duarte soñaba con una República Dominicana donde la igualdad de oportunidades fuera una realidad palpable. En la era moderna, esta visión sigue siendo la base para construir un país donde la meritocracia prevalezca, permitiendo que el talento y la dedicación sean los verdaderos motores del progreso.
La libertad, concepto central en el pensamiento Duartiano, no solo se refiere a la independencia política, sino también a la libertad de pensamiento y expresión. En la sociedad dominicana del siglo XXI, la preservación de estas libertades individuales es esencial para garantizar el florecimiento de una ciudadanía informada y participativa.
En momentos donde nuestra dominicanidad, nuestra soberanía y nuestro derecho a la libre determinación se encuentran más atacados que nunca, son precisamente estos los valores que me inspiran y me guían en mi caminar por la vida del servicio público y los que aspiro a representar desde el Senado.
Por eso, creo firmemente que nuestro padre fundador no solo es un héroe del pasado, una fría y lejana efigie impresa en monedas y postales, sino que es el guía eterno para la sociedad dominicana. Sus valores vibran con fuerza en el presente, ofreciendo un camino iluminado por la justicia, la igualdad y la libertad.
Al abrazar estas enseñanzas, los dominicanos podemos forjar un futuro vibrante y prometedor. Ese es justamente, el futuro que todos queremos.