
Un reciente apagón eléctrico dejó a miles de usuarios desconcertados, mientras los expertos debaten sobre sus causas y consecuencias. Por un lado, se cuestiona una decisión técnica de Red Eléctrica de España; por otro, resurge la polémica en torno a una macroplanta solar de Iberdrola. Dos hechos aparentemente separados que, sin embargo, comparten un trasfondo común: el complejo equilibrio entre transición energética, intereses empresariales y gestión del sistema eléctrico.
La maniobra de Red Eléctrica que disparó las alarmas
El pasado mes, una operación técnica llevada a cabo por Red Eléctrica de España (REE) ha generado un intenso debate entre expertos del sector energético. En concreto, la decisión de desconectar determinadas plantas solares con excedente de producción, argumentando problemas de sobrecarga en la red, ha levantado sospechas sobre la verdadera gestión del flujo energético nacional. Según varios especialistas, se trató de una actuación innecesaria que ha terminado repercutiendo directamente en la factura de la luz de los consumidores.
Este tipo de desconexiones forzadas no solo implican una pérdida de energía renovable, sino que obligan al sistema a recurrir a otras fuentes más caras y contaminantes. Como explicó Jorge Morales de Labra, analista del sector, se prefirió apagar energía solar barata para seguir utilizando centrales térmicas más costosas. Esto, en la práctica, supone un encarecimiento de los costes para el consumidor final, además de una contradicción frente a los objetivos climáticos que el país se ha comprometido a cumplir.
Además, este tipo de decisiones generan incertidumbre entre los inversores del sector renovable. Si las plantas solares no pueden asegurar su operación continua por decisiones técnicas poco justificadas, se corre el riesgo de desincentivar futuras inversiones. La transición energética no solo necesita más capacidad de generación limpia, sino también garantías de estabilidad normativa y operativa. En este contexto, entender cómo realizar trámites esenciales como dar de alta la luz cobra especial importancia para usuarios y promotores.
Núñez de Balboa, epicentro de la controversia solar
Mientras tanto, otra polémica ha cobrado fuerza en Extremadura, donde la planta fotovoltaica Núñez de Balboa, propiedad de Iberdrola, ha sido foco de un conflicto legal. La instalación, considerada una de las más grandes de Europa, operaba sobre terrenos clasificados como de uso agrícola. Aunque la empresa contaba con autorizaciones provisionales, una sentencia judicial obligó al desmantelamiento de parte de la infraestructura por violaciones urbanísticas.
Iberdrola, sin embargo, ha recurrido la decisión y continúa explotando la planta, alegando que el desmantelamiento afectaría gravemente la producción de energía limpia en el país. Desde su perspectiva, el proyecto responde a la urgencia de avanzar hacia fuentes renovables y, por tanto, debe prevalecer sobre normativas locales que, según la compañía, no contemplan adecuadamente el nuevo contexto energético. Esta defensa, sin embargo, ha sido criticada por colectivos sociales que denuncian la apropiación de tierras y el incumplimiento de compromisos medioambientales por parte de la empresa.
El caso ha abierto una discusión más amplia sobre la forma en que se están desarrollando los proyectos de transición energética en España. Aunque la generación solar es crucial para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones, el modelo actual plantea interrogantes:
¿Se están respetando las normas de las distribuidoras eléctricas?
¿Cuál es el papel real de las comunidades afectadas?
¿Y hasta qué punto las grandes eléctricas priorizan beneficios económicos sobre el interés público?
Lo que revelan ambos casos sobre el futuro energético en España
La coincidencia temporal de estas dos situaciones refleja una tensión de fondo en la gestión de la transición energética: por un lado, las limitaciones de una red eléctrica que aún no se adapta completamente al nuevo paradigma renovable; por otro, un modelo de desarrollo basado en grandes proyectos empresariales que a menudo entran en conflicto con regulaciones locales y dinámicas sociales.
Ambos casos subrayan la necesidad urgente de reforzar la planificación energética a medio y largo plazo. No basta con instalar más paneles solares o aerogeneradores si la red no puede absorber y distribuir esa energía de manera eficiente. Tampoco es sostenible seguir promoviendo megaproyectos sin una evaluación rigurosa de su impacto territorial y legal. La transición debe ser no solo tecnológica, sino también institucional y participativa.
Por otro lado, los consumidores también enfrentan procesos complejos cuando deben adaptarse a cambios en sus contratos o suministros. Acciones tan simples como un cambio de titular de luz pueden volverse obstáculos burocráticos si no se simplifican en el marco de una política energética moderna.
En definitiva, lo ocurrido en la red y en Núñez de Balboa va más allá de lo técnico o lo judicial: son reflejos de un sistema en transición que todavía arrastra contradicciones estructurales. Resolverlas requerirá voluntad política, coordinación institucional y una mayor transparencia, tanto en las decisiones técnicas como en la relación entre las empresas energéticas y la ciudadanía.
Fuente: papernest.es