Básico e imprescindible, juguete sexual por excelencia, siempre dispuesto y a nuestro servicio, que nunca va a dejarnos en evidencia, va a satisfacer, sin duda, todas nuestras fantasías… pero no siempre fue así.
Por /CRDM
“Y sin dudarlo, Dios otorgó a la mujer el poder de seducir, de enamorar, de hacerte enloquecer y nublar tus sentidos haciendo que surja su lado más salvaje con solo tocar ese pequeño tesoro… un regalo proverbial que significa poder y libertad”, escribe en un artículo de opinión la doctora Manuela Gómez Pérez, miembro de la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC).
Considerado en la antigüedad como algo pecaminoso, con tan solo pensarlo, mucho menos tocarlo, y extirpado en diferentes culturas para evitar que las niñas y las jóvenes sientan placer y de esta manera subyugarlas a un solo macho, el clítoris es para la mujer como el pene al hombre.
Básico e imprescindible, juguete sexual por excelencia, siempre dispuesto y a nuestro servicio, que nunca va a dejarnos en evidencia, va a satisfacer, sin duda, todas nuestras fantasías… pero no siempre fue así.
El clítoris, hacia el estallido de la opresión
Durante décadas se nos negó la posibilidad de conocerlo, haciéndonos creer, social y culturalmente, que era una conducta enfermiza e insana; y que su estimulación por parte de la propia mujer era reprochable e impropia de la decencia; que la fisiología humana lo había reservado solo para mujeres de dudosa reputación o para hombres capaces de su uso y control.
Pocas conseguimos escapar de esa decadencia moral disfrazada de cultura y hemos tenido que aprender que nuestro autoconocimiento no solo no era insano, sino que nos abría las puertas de par en par hacia una sexualidad categóricamente placentera… y absolutamente sana.
Pero no ha sido un camino de rosas. Muchas hemos tenido que lidiar con las barreras educacionales, culturales y religiosas de nuestros padres.
¿Recuerdas aquellas afirmaciones… eso no se toca… eso está mal… el sexo está pensado solo para la procreación divina?
Creo que esas palabras resonaron como un gong en muchas de nuestras cabezas de forma tan fuerte que nuestras mentes estaban castradas la primera vez que tuvimos sexo, donde fuimos incapaces de llegar a nada porque al mismo tiempo te imaginabas todo tipo de reproches hacia ti y de todas las maneras posibles.
¿ Y recuerdas cuando por primera vez tu mente se abrió y de repente lo sentiste?… Tus ganas, tu energía y tu vigor explosionaron para mostrarte el don que la naturaleza te regaló.
Para muchas de nosotras no ha sido sencillo y hemos tenido que besar a muchas ranas, culebras y sapos para conseguirlo, puesto que nos convencieron de que sin ellos, los hombres, eso no funcionaba.
¡Qué alegría descubrir que no existe placer ni deseo más auténtico que el que te proporcionas a ti misma!
Aunque para ello, muchas tuvimos que hacer análisis exhaustivo de nuestra psique y volver a mirar nuestros cuerpos de otra manera. Y, si no tenías muy cultivada la imaginación, comprar manuales de autoerotismo; incluso sentarte a ver con curiosidad, sin mucho convencimiento, alguna película porno.
Claro está que el porno que les excita a ellos no tiene nada que ver con lo que nos excita a nosotras… ¡Por Dios, qué ridículo y repetitivo me pareció todo, sin argumento, y con el único objetivo de meterla en el agujero!
¡La pornografía, qué cosa más burda y sin sentido; y, sobre todo, qué aburrimiento!
Y es que nuestro deseo y psique en materia de sexo se estimulan de múltiples maneras, pero sobre todo con inteligencia, carisma y sentido del humor.
Realmente, lo que a nosotras nos importa es más bien el conjunto de lo que percibimos… nuestro oído, nuestro olfato, nuestro gusto, nuestro tacto, o el entorno que nos rodea, es lo que propicia esa explosión de placer en el encuentro con la pareja o a solas.
De tal manera que el órgano más extenso de placer que tenemos no es otro que la piel con sus numerosos receptores de presión, temperatura y dolor. De ahí que nos encanten los juegos a ciegas, en los que vemos agudizados el resto de los sentidos.
Y es en ese entorno, con nuestra inteligencia saciada, el cerebro nutrido y los sentidos potenciados, donde, sin duda, he experimentado el mayor de los placeres.
Aunque debo confesar que con los años aspiro a más y más…
Y sobra decir que como una buena comida no hay nada, ¡tenéis razón! Pero… ¿En qué estabais pensando? Me encanta la restauración y, al menos para mí, tras un buen deguste culinario, la sobremesa es aún más placentera que un postre dulcificado.
¡Os habéis fijado en cómo somos! Estamos a la que cae y de repente…todo nos parece sexo. Es así como funcionamos las mujeres, con el ambiente adecuado y la curiosidad innata satisfecha, todo, absolutamente todo, puede llevarnos al sexo.
Además, ¿Os habéis fijado en lo que nos gusta la ropa interior?
A veces, pienso que nos encanta creernos que somos un caramelo que debe estar bien envuelto para que te apetezca comértelo… pero a cámara lenta, como la suave brisa del sur que dibuja caracolas en tu pelo en un atardecer de vaivenes verdeazulados, hasta que los dedos se hundan con ganas infinitas en el ocaso de los suspiros.
Va a ser que esto del fetichismo no es propiedad exclusiva del hombre, ¿no creéis chic@s? Así que, ¡tomad buena nota!, nada como comerse un buen caramelo.
El consejo de Manuela: “El clítoris, como le sucede al resto del organismo humano, sufre procesos de envejecimiento e involución que tienen como consecuencia trastornos en la función de este órgano eréctil, es decir, impotencia en la mujer.
Será desde la medicina regenerativa genital donde ofrecemos tratamientos de rejuvenecimiento
y revitalización del clítoris que tienen como único objetivo preservar su función y ralentizar el
deterioro, mejorando así la calidad de vida de nuestras mujeres”.
Fuente: EFE Salud