Por Redacción
CRDmedia

Cada día, los dominicanos se despiertan con la misma dosis de desgracias en los medios. Videos censurados, cifras alarmantes de accidentes, familias destrozadas. ¿Pero qué importa, verdad? Al parecer, el peligro se ha normalizado, la indiferencia se ha institucionalizado, y la incompetencia… bueno, esa es política oficial.
La Autopista Duarte, antaño considerada una arteria vital para el país, hoy compite con las rutas más peligrosas del mundo. ¿El objetivo? Desafiar la suerte de quienes la transitan. Embárquese en un viaje a Santiago y hágalo con conciencia. No olvide saludar a sus seres queridos, arreglar sus cuentas pendientes, porque al parecer, cruzar esta vía es jugar a la ruleta rusa.
Si los sociólogos buscaran el ejemplo perfecto de cómo un país abandona su infraestructura y su gente, encontrarían en la Autopista Duarte una obra maestra del desorden, improvisación y desgobierno. Las supuestas mejoras parecen diseñadas por ingenieros enloquecidos, donde la lógica cedió ante la mediocridad burocrática. Movimientos de tierra sin sentido, estructuras de concreto que desafían cualquier principio de ingeniería. Todo apunta a un solo propósito: destruir cada vehículo que la transite.
Uno pensaría que, frente a semejante crisis, alguien levantaría la voz, pediría que se cierre este infierno asfaltado, exigiría responsabilidades. Pero no. Al parecer, la lógica es otra: hacer de la tragedia un espectáculo y dejar que la muerte sea tendencia en redes sociales. Mientras tanto, los responsables se protegen bajo capas de burocracia, silencios estratégicos y discursos ensayados.
Es momento de dejar de aceptar la negligencia como norma. El Congreso debe intervenir, investigar y castigar a cada funcionario que permitió este desastre. No basta con discursos vacíos ni promesas recicladas. Si la impunidad sigue reinando, ¿Cuál será la próxima carretera en convertirse en un cementerio?
La República Dominicana no puede seguir pagando el precio de la incompetencia gubernamental con vidas humanas. La negligencia debe tener consecuencias. Exijamos justicia, exijamos acción.