El golpe en Araçatuba extiende la saga de bandidos rurales que atacan pueblos o pequeñas ciudades. Pero son cada vez más despiadados y tienen armamento, estrategia y tecnología más sofisticadas
Por Gustavo Sierra / Infobae
San Pablo, Brasil.
Decenas de hombres armados con fusiles R-15 y A-47, ametralladoras y pistolas de alto calibre. También coches blindados, chalecos antibalas y cascos. Trampas explosivas esparcidas por varios metros a la redonda. Secuestro de personas para ser utilizadas como escudos humanos. Tiroteo, explosiones, gritos, llantos. Una sofisticación alcanzada por el crimen organizado en Brasil denominada el “nuevo cangaço”. Un método de ataque e intimidación como el que utilizaban los bandoleros populares del nordeste del país a fines del XIX y principios del XX.
Sucedió el lunes a la madrugada en la pequeña ciudad de Araçatuba, en el interior del estado de São Paulo. Una banda de al menos 20 delincuentes llegó a la medianoche para robar un banco y cajeros automáticos. Dos horas más tarde ya habían desaparecido con una gran cantidad de dinero, aunque la policía se negó a dar la cifra. Tenían un dato preciso y el conocimiento que sólo un “vendedor” puede tener. Planos interiores, lugar exacto para abrir la bóveda, dónde colocar los explosivos para volar los cajeros, conocimiento del movimiento de la policía local.
El resto, mucha audacia y horas frente al televisor viendo “La Casa de Papel” y “Lupin”. Varios drones sobrevolaron la ciudad antes de lanzar el ataque para conocer todos los movimientos del momento. Un rato más tarde se incendiaron varios vehículos en las principales calles y rutas de acceso. Y se colocaron 40 bombas activadas por detectores de calor y movimiento. Varios videos muestran cómo los pistoleros acarreaban a los rehenes por las calles antes de atarlos a los techos y capós de sus coches mientras escapaban, esparciendo bombas de proximidad infrarrojas a lo largo de su ruta para impedir que la policía los siguiera.
Quedaron tres muertos. Un hombre que quiso filmar con su celular lo que estaba ocurriendo, otro residente que se cruzó con su moto en la ruta de los delincuentes y un miembro de la banda que mató la policía cuando intentaba esconderse en el pueblo cercano de Taveira. También cuatro heridos, incluido un ciclista que pasó por encima de una de las bombas y le tuvieron que amputar las piernas.
En su origen, el cangaço se refería a enfrentamientos políticos, no al crimen organizado. Eran bandas organizadas por los punteros para dar seguridad en los mítines y a los candidatos. Luego, esas bandas comenzaron a diversificar sus servicios y terminaron concretando asaltos espectaculares con reparto del botín entre el pueblo. Se formaron grupos de hasta 100 bandidos que robaban a los hacendados y poderosos. El más famoso de estos bandidos fue Lampião, que en los años 20 y 30 se convirtió en un mito. Se casó con una chica apodada “María Bonita” y pasó a ser un símbolo de las historias de bandoleros románticos hasta que lo mató la policía en 1938.
Las tácticas del llamado Nuevo Cangaço se basan en la práctica de cerrar las poblaciones en sus acciones. En general, pueblos o pequeñas ciudades aisladas. Lampião solía atacar aldeas y el único intento de invadir una gran ciudad, Mossoró, en Rio Grande do Norte, fue un rotundo fracaso. Los métodos de Lampião, especialmente en los últimos diez años de actividad, estaban más cerca de la mafia que de los “neocangaceiros”: cobraba por la seguridad. Fueron famosas las notas que dejaba pegadas en árboles y muros amenazando a pueblos y granjas, pidiendo un pago por no actuar. A esta práctica la llamaban “saqueo elegante”.
El “cangaço”, y especialmente Lampião, siempre se identificó con los valores culturales y religiosos de los nordestinos y, por ello, se ganó el reconocimiento de gran parte de la población más pobre. Paradójicamente, el mayor líder de los forajidos de la caatinga (matorrales espinados del desierto) actuó muchas veces en sociedad con los coroneles del sertão, los dueños del poder político. La gesta de Lampião y su banda cobró fuerza en la cultura popular y de ahí a las artes: se convirtió en tema de libros de grandes escritores como Graciliano Ramos, estuvo en la pintura con las obras de Cándido Portinari, en el teatro con Rachel de Queiroz y sobre todo en el cine, desde Vera Cruz hasta Glauber Rocha.
Las bandas, hoy, dejaron de ser “románticas” y están más conectadas al crimen organizado que sus comunidades de origen. Y siempre tienen la “bendición” de algunos de los grandes conglomerados de delincuentes como el Primer Comando Capital (PCC) o el Comando Vermelho (CV). En este caso, según explicó el analista del Foro Brasileño de Seguridad Pública, Guaracy Mingardi, todo apunta a que se trató de un grupo comando que recibió el apoyo del PCC. “Los delincuentes que participan en estos delitos son `hermanos´, que es como la facción llama a los miembros bautizados y juramentados por ellos, o `primos´, cuando tienen algún vínculo, pero no pertenecen a ellos. En este caso, el PCC suele alquilar o prestar el armamento pesado a cambio de una parte de los beneficios del robo”.
Una característica fundamental de estas acciones es que suceden en pueblos o ciudades pequeñas. Los delincuentes saben que allí, a cambio de lo que sucede en las grandes ciudades, no tienen batallones de élite preparados para actuar en situaciones como ésta, por ejemplo, las Rondas Ostensivas Tobias Aguiar (Rota, en São Paulo) y el Batalhão de Operações Policiais Especiais (BOPE, en Río). Los ladrones también buscan lugares donde se almacenan grandes cantidades de dinero, como empresas de transporte de caudales o sucursales estratégicas, como la atacada en Araraquara, que servía de tesorería para toda la región.
Otro punto analizado por las bandas para definir los objetivos de los ataques son las vías de escape. Suelen ser ciudades cercanas a tres o cuatro carreteras principales. “Llegan 30 o 40 personas fuertemente armadas. Cierran algunas rutas de acceso con vehículos incendiados y, hasta que llega un número razonable de policías para intervenir, ya terminaron la acción y huyeron por algunas de las rutas”, dice Mingardi. En el caso de Araçatuba, los delincuentes abandonaron los coches blindados que utilizaron en el asalto a la ciudad y continuaron su huida en otros vehículos que tenían preparados en una zona rural a las afueras de la ciudad.
Uno de las acciones del “Novo Cangaço” más emblemáticas ocurrió en Ciudad del Este, en la Triple Frontera, del lado paraguayo, el 24 de abril del 2017, cuando se produjo un mega-asalto a la empresa de seguridad Prosegur. Allí también actuó un grupo comando relacionado con el PCC que tomó un sector importante de la ciudad para robar 11 millones de dólares. En julio de 2020, tres sucursales bancarias fueron atacadas en Botucatu, también en el interior del estado de São Paulo. Allí, dos policías militares resultaron heridos y un sospechoso murió. En abril de 2021, se produjo otro atraco con el mismo estilo en Mococa, São Paulo. También se produjeron acciones similares en otros estados. En diciembre de 2020, unos 40 hombres asaltaron el banco más grande de Criciúma, en el estado de Santa Catarina. En esa ocasión, hubo un intercambio de disparos y un agente de policía resultó herido.
Para Thadeu Brandão, coordinador del Observatorio de la Violencia en Rio Grande do Norte, hay similitudes de procedimientos en los recientes robos en ciudades del Sudeste brasileño, pero el perfil de los delincuentes es diferente a los que dieron origen al fenómeno. “El Novo Cangaço estaba más vinculado a un ciclo de venganza, conflictos familiares y justiciabilidad en relación con las actuaciones policiales. Incluso, el famoso Valdetário que comandó decenas de acciones espectaculares en todo Rio Grande do Norte y murió en 2003 durante un enfrentamiento con la policía, repartió dinero entre los más pobres y era muy querido por ese sector de la población. Hoy en día, aunque el modus operandi de los robos es similar, el tipo de delincuente y el objetivo del robo son muy diferentes a los de entonces”, explica Brandão.
Y continúa: “El delincuente ahora piensa sobre todo en el dinero, quiere robar para hacerse rico y conducir un coche de lujo. Es diferente del Novo Cangaço que se originó cuando había incluso una especie de búsqueda del honor a través de los crímenes. Hoy, el asesino es más profesional: mata más por dinero”.