Con Lebron lesionado en el banquillo, el ejecutor matemático, aunque sólo era cuestión de tiempo.
La tortura se acabó para los Lakers como no podía ser de otra forma, como venían pregonando durante una temporada que quedará ya para siempre en la colección de mayores fracasos de la historia de laNBA. Un escarnio en el currículum de LeBron James: no es que no vaya a poder pelear por su quinto anillo es que ni siquiera, por segunda vez en toda su carrera, va a disputar los playoffs.
Ni los playoffs ni los play-in. Fueron los Suns, con Lebron lesionado en el banquillo, el ejecutor matemático, aunque sólo era cuestión de tiempo. Su depresiva caída al abismo tres victorias en los últimos 16 partidos había limitado las posibilidades de los angelinos, adelantados en la tabla por unos Spurs que ni en sus mejores sueños hubieran imaginado una ocasión así. Que Phoenix fuera el que activara la guillotina, el actual subcampeón el día que firmó su récord histórico de triunfos en temporada regular (63), es también sintomático, pues los de Arizona representan la pujanza; el aire fresco, aunque venga del desierto, en contraposición con la grisura de Hollywood.
Para dimensionar la caída hay que poner en perspectiva las ambiciones de una franquicia que hace apenas año y medio ganó el anillo en la burbuja de Disney World. Con el mismo Frank Vogel en el banquillo que ya todo el mundo da por finiquitado. Entonces, en la pareja formada por LeBron y Anthony Davis se creyó intuir una dinastía. Nada más lejos de la realidad.
Pues ya el curso pasado comprobaron su ‘nueva normalidad’, accediendo sobre la bocina del novedoso play-in a la lucha por el anillo y cayendo a las primeras de cambio. Una circunstancia que acabó por trastocar todo lo que estaba por venir: sus movimientos en verano, la principal razón de todo lo demás junto a las lesiones, resultaron disparatos.
En vez de poderío físico y juventud, LeBron optó por rodearse de experiencia y glamour trasnochado. A los Lakers, que sólo mantuvieron a tres jugadores, acudieron Hall of Famer y All Star, en un plantel con aroma pretérito que nunca funcionó. Aunque el principal señalado, el hombre con el que se cebó la crítica, fue Russell Westbrook. “Pasaron muchas cosas este año, pero personalmente no me gusta apuntar el dedo”, admitió el base tras la debacle. Para que él -y su contrato de 44 millones de dólares- llegara tuvieron que quedarse sin profundidad de banquillo (Kuzma, Caldwell-Pope y Montrez Harrell salieron…). Y para rodear el nuevo Big Three acudieron Carmelo Anthony, Dwight Howard, DeAndre Jordan, Trevor Ariza… veteranos de sueldo mínimo y ya con todos los mejores partidos de sus carreras disputados.
Y nunca funcionó, pese a que la estruendosa temporada en lo personal de LeBron (30.3 puntos, 8.2 rebotes y 6.2 asistencias por partido) a sus 37 años -curiosamente, opta al honor de ser el máximo anotador, algo que sólo logró en 2008, con 23 años- y la benevolencia del calendario propiciara resultados engañosos en el arranque del curso. Porque las lesiones fueron el mazazo definitivo. LeBron, Davis y Westbrook solo han podido disputar 21 partidos juntos (11 victorias). “Nuestro objetivo era ganar el título, pero luego tuvimos lesiones y la situación cambió. Perdimos partidos, pero somos tres grandes jugadores y encontraríamos una manera de salir adelante”, se sinceró el pívot, totalmente por debajo de las expectativas.
Toda esa mezcla de catastróficas desdichas, en contraposición con el poderío de un Oeste de campanillas en el que llama la atención la progresión de colectivos como los Grizzlies o la recuperación de los Warriors, ha destruido la identidad de los Lakers. Ni rastro de su poderío defensivo -han cosechado las peores cifras de su historia en ese apartado-, para algo inédito: un equipo de LeBron nunca había perdido 48 partidos.
Cuesta encontrar comparaciones al batacazo de una franquicia legendaria. Las predicciones situaban a los Lakers, cuya plantilla está valorada en 164 millones de dólares -la cuarta salarialmente más alta de toda la NBA-, como segundo máximo favorito al anillo y nunca había ocurrido que un equipo con semejantes expectativas ni siquiera se clasificara para los playoffs. “Estamos decepcionados, pero no hubo falta de compromiso. Hemos trabajado mucho, pero estamos eliminados y estamos decepcionados ahora mismo”, concluyó un Vogel que será el primero en sufrir las consecuencias.