Por: Emilia Santos Frias
Ciudadania RD Media
La cantidad de rumores inútiles que un ser humano puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia, refería el filósofo Arthur Schopenhauer. Ante esto, el psicólogo y escritor, Bernardo Stamateas, nos recuerda que “el chisme es el deporte oral más antiguo que se conoce, aun antes de la escritura, el de boca en boca era hace muchísimos años la forma que se utilizaba para transmitir los mensajes”.
Sin embargo, en el ámbito de la gestión de la comunicación social, este no debe tener cabida. Es por ello, que Roger Atwood, de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano; coautor de en Ojos Frescos y Bien Abiertos. Apuntes sobre Periodismo de investigación, nos asegura que el rumor puede ser el germen de una noticia, pero este debe someterse a comprobación para extraer la parte de verdad que hay en él.
Esto así, porque puede ser un arma de políticos, empresarios o guerreros para desprestigiar a sus oponentes o para favorecer su propia causa, como nos narra la historia de la humanidad. “Es, pues, un arma corriente que logra su éxito con ayuda de los medios de comunicación que la acogen y potencian…”.
En estos casos continua expresando el autor, “el periodista les sirve como idiota útil a los promotores del rumor, y con ello expone gravemente su credibilidad y deja a un lado la fuerza preventiva del sentido de responsabilidad que, ante las previsibles consecuencias de una información, aconseja comprobarla antes de emitirla…De no confirmar o documentar la información el periodista puede convertirse en bocina para los intereses de alguien o prestarse para filtraciones maliciosas destinadas a perjudicar al periodista o al medio”.
En nuestra nación desde la Ley Suprema, hasta normas sustantivas y adjetivas, procuran frenar del rumor, verbigracia la Ley 61-32, de Expresión y Difusión del Pensamiento; la Ley 53-07 sobre Crímenes y Delitos de Alta Tecnología, hasta los códigos deontológico de las y los periodistas de la República Dominicana; de Honor Profesional para los Periodistas o Código Internacional de Ética Periodística, aprobado por la UNESCO.
Estos consagran el compromiso de ejercer esta noble profesión respetando los derechos fundamentales y accionando para su protección desde el ejercicio de la libertad de prensa e información. Incluso ante un momento de grandes temores, incertidumbres e incógnitas, como la pandemia que vivimos, que en sus inicios, y aún en la actualidad ha sido terreno fértil para que las fabricaciones de rumores florezcan y crezcan.
Como bien apunta la Organización de Naciones Unidas precisa que siempre, “Cuando la desinformación se repite y amplifica, incluso por personas influyentes, existe el grave peligro de que la información basada en hechos verdaderos, termine teniendo un impacto marginal”. Es por eso que considera que los gobiernos, para contrarrestar los rumores, deberían ser más transparentes y divulgar más datos de manera proactiva. Porque “cualquier falsedad que gane fuerza puede anular la importancia de un conjunto de hechos verdaderos”.
En ese mismo orden, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) insta especialmente a los Gobiernos a “no imponer restricciones a la libertad de expresión que puedan dañar el papel esencial de una prensa independiente, sino reconocer el Periodismo como un poder contra la desinformación, incluso cuando publica información verificada y opiniones documentadas que molestan a quienes ocupan en el poder”.
Como bien sabemos los efectos del rumor son devastadores, por eso, no seamos parte del pan y circo con el que muchos juegan a ser dioses de la información dañina y morbosa, donde como dice el proverbio anónimo, difunden la verdad a paso de tortuga y el rumor a la velocidad de una liebre. No lo acojamos porque “La murmuración se parece al humo que se disipa pronto, pero ennegrece todo lo que toca”, como afirmaba la celebrada mujer de letras Madame de Staël; cosmopolita y discreta feminista.
No multipliquemos o generemos comentarios calumniosos. ¡Seamos cautos! Si bien no debemos ignorarlos, para contribuir a su exterminio, tampoco debemos participar de su difusión. “Hoy por ti y mañana por mi”. Recordemos que la ética no inventa, más bien abraza la moral, y no se limita a observar y describir acciones, sino que busca lo bueno para encauzar la conducta humana. Mantengamos presente que estamos para garantizar derechos, contribuyendo con ello a la paz social.
Hasta pronto.
santosemili@gmail.com
La autora reside en Santo Domingo