Por Jorge Iván Solano Reyes
Ciudadanía RD Media

En las últimas dos décadas, la politología ha sido testigo de un giro preocupante: un retroceso democrático que no implica necesariamente golpes de Estado o suspensiones constitucionales, sino una erosión gradual desde dentro del régimen democrático, un fenómeno descrito por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt (2018) como una muerte lenta. Este fenómeno ha sido conceptualizado con distintos términos: “autocratización” (V-Dem, 2024), “recesión democrática” (Diamond, 2015) o “democracia iliberal” (Zakaria, 1997). Ante esta realidad, resulta urgente aplicar una lente comparada para comprender dónde se encuentra México dentro del mapa democrático global y cuáles son las trayectorias que comparte —o no— con otros países de América Latina. Este artículo examina el estado actual de la democracia en el contexto de estas tendencias regresivas, argumentando que el retroceso observado no constituye un retorno al autoritarismo clásico, sino una transformación hacia formas híbridas de régimen donde coexisten elementos democráticos y prácticas iliberales.
Arquetipos Democráticos y sus Derivas en la Politología Comparada
Para analizar empíricamente los cambios democráticos, este estudio parte de tres arquetipos teóricos centrales. Primero, la democracia liberal (Dahl, 1971), que se fundamenta en elecciones competitivas, pluralismo, el Estado de derecho y la protección de los derechos individuales. Este es el modelo normativo que ha servido de referencia a lo largo de la “tercera ola” de democratización. Segundo, la democracia delegativa (O’Donnell, 1994), un régimen donde el Ejecutivo, aunque electo democráticamente, concentra un poder vasto y reduce la rendición de cuentas horizontal de las instituciones. En este modelo, el gobernante se ve a sí mismo como el único representante de la nación, justificado por el mandato de las urnas para gobernar sin mayores restricciones. Finalmente, la democracia iliberal (Zakaria, 1997), un régimen con elecciones pero sin garantías plenas de derechos civiles ni una división efectiva de poderes. Estos modelos no son mutuamente excluyentes, sino que permiten clasificar no solo regímenes consolidados, sino también los regímenes híbridos que han emergido como producto de la tensión entre legitimidad electoral y debilitamiento institucional.
La Autocratización Silenciosa: Tendencias Globales y Regionales
Los datos de organismos especializados confirman la inquietante realidad de un retroceso democrático a nivel global. El informe de V-Dem (2024) revela que el nivel de democracia liberal ha retrocedido al nivel de 1985, con más de 70 países experimentando algún tipo de autocratización. De estos, 42 muestran signos de regresión institucional prolongada.
La situación no es menos alarmante en América Latina. Según el Latinobarómetro (2023), la democracia en la región se encuentra en un estado de “fatiga”. El apoyo a la democracia como el mejor sistema ha caído drásticamente al 48% de la población, en comparación con el 63% de 2010. Países como El Salvador, Nicaragua y Venezuela han transitado hacia modelos claramente autoritarios, mientras que otros, como Brasil, México y Guatemala, presentan elementos de concentración de poder en el Ejecutivo y un debilitamiento de los pesos y contrapesos institucionales. La desafección ciudadana, la corrupción persistente y la desigualdad estructural son los catalizadores que alimentan este ciclo de regresión.
México en Perspectiva Comparada: ¿Democracia Delegativa o Iliberal?
El caso de México se inserta en esta dinámica regional. V-Dem (2024) ha reclasificado a México de “democracia electoral” a “autocracia electoral leve”, un cambio significativo que refleja un retroceso constante en el Índice de Democracia Liberal (LDI) desde 2018. Algunos indicadores son especialmente relevantes: la autonomía de instituciones clave como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Nacional de Transparencia (INAI) ha sido objeto de constantes conflictos con el Ejecutivo, lo que ha llevado a una calificación descendente en la autonomía judicial y de los organismos electorales. La participación ciudadana formal en elecciones locales se mantiene estancada, a menudo por debajo del 50%, reflejando una cultura política con alta tolerancia al clientelismo.
Este patrón coincide en gran medida con el modelo de democracia delegativa descrito por O’Donnell: una legitimidad indiscutiblemente electoral, pero con una institucionalidad horizontal débil y una notable concentración de poder en el Ejecutivo. Sin embargo, también se observan rasgos incipientes de iliberalismo, como ataques discursivos a la prensa crítica, una creciente polarización política y la cooptación de instituciones autónomas que, aunque no han sido completamente desmanteladas, han visto su capacidad de contrapeso significativamente erosionada.
Hacia un Nuevo Tipo de Régimen Híbrido: La Zona Gris
La politología contemporánea sugiere que las categorías clásicas de democracia vs. autoritarismo son insuficientes para describir estas nuevas realidades. En el siglo XXI, han surgido regímenes híbridos que operan en una “zona gris” (Carothers, 2002), donde coexisten prácticas democráticas formales (elecciones regulares y multipartidismo) con prácticas autoritarias informales (Levitsky y Way, 2010). En estos regímenes, la rendición de cuentas horizontal se debilita, el sistema de partidos se fragmenta o se personaliza, y la legalidad se vuelve flexible para fines políticos. La erosión institucional, en este contexto, es un proceso gradual que desgasta los cimientos de la democracia sin un colapso dramático. El caso de México, con sus ataques a la prensa, la polarización discursiva y la presión sobre órganos autónomos, es un claro ejemplo de este proceso. No es un retorno al autoritarismo de partido hegemónico del siglo XX, sino un nuevo tipo de régimen que mantiene la fachada democrática para legitimar un poder cada vez más concentrado.
Conclusiones
La democracia en el siglo XXI enfrenta amenazas menos visibles pero igual de eficaces: la captura institucional, la polarización afectiva, la judicialización de la política y el debilitamiento del pluralismo. En este marco, México se ubica dentro de la tendencia regional de delegación exacerbada y erosión institucional, sin haber abandonado completamente el marco electoral-democrático. El peligro no reside en un golpe de Estado, sino en el vaciamiento gradual de la democracia desde dentro, convirtiéndola en un cascarón vacío de los valores liberales que la sostienen. El fortalecimiento de la democracia exige más que elecciones libres: requiere una ciudadanía activa y comprometida, instituciones autónomas y robustas, una deliberación pública que fomente la tolerancia y una cultura política que valore el disenso, la legalidad y el pluralismo como pilares de una convivencia democrática genuina. La batalla por la democracia en México, como en el resto del mundo, se libra ahora en las trincheras de la institucionalidad, el discurso público y la defensa de los contrapesos.
Referencias
Carothers, T. (2002). The End of the Transition Paradigm. Journal of Democracy, 13(1), 5–21.
Dahl, R. (1971). Polyarchy: Participation and Opposition. Yale University Press.
Diamond, L. (2015). Facing Up to the Democratic Recession. Journal of Democracy, 26(1), 141–155.
Latinobarómetro. (2023). Informe Anual.
Levitsky, S., & Way, L. (2010). Competitive Authoritarianism: Hybrid Regimes after the Cold War. Cambridge University Press.
Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2018). How Democracies Die. Crown.
O’Donnell, G. (1994). Delegative Democracy. Journal of Democracy, 5(1), 55–69.
V-Dem Institute. (2024). Democracy Report 2024: Defiance in the Face of Autocratization.
Zakaria, F. (1997). The Rise of Illiberal Democracy. Foreign Affairs, 76(6), 22–43.
