
Santo Domingo, R.D. — Con una trayectoria que ha marcado profundamente el arte escénico dominicano, un veterano actor oriundo de Sánchez Ramírez se ha convertido en referente indiscutible de la formación actoral y la producción cultural en el país.
Tras cursar un semestre de psicología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), decidió seguir su verdadera vocación: la actuación. Desde entonces, no solo ha brillado en los escenarios y pantallas, sino que ha formado a una nueva generación de actores y cineastas a través de sus clases, dejando una huella pedagógica que trasciende el tiempo.
Su rol como director técnico de la Sala Máximo Avilés Blonda, en el Palacio de Bellas Artes, consolidó su influencia en el desarrollo institucional del teatro dominicano, aportando a la profesionalización de las artes escénicas.
En el cine, su participación en películas emblemáticas como La Cueva de los Tiburones Dormidos, Crimen del Penalista, Perro de Alambre, H, Camino Real, The Lost City y La Fiesta del Chivo lo posiciona como uno de los actores más versátiles y comprometidos del país.
En el teatro, su experiencia abarca más de 60 obras, entre ellas clásicos como Duarte, Fundador de una República, Antígona, Fuenteovejuna, Bodas de Sangre, La Cocina y Pasaje al Más Allá, demostrando su dominio tanto en dramaturgia nacional como internacional.
Su legado continúa inspirando a jóvenes artistas que ven en su historia una prueba de que el arte transforma, educa y construye identidad.
