Por Angela Lora
CRDMedia
Hace tiempo que decidí que ese sector del disco duro de mi cabeza no lo iba a ocupar preocupándome por recordar números de teléfonos o eventos; hay que darle paso a la tecnología y si esa tecnología es un elemento adicional que llevas contigo, pues hay que aprovecharla y desde entonces me apoyo en esas herramientas. Además también tenemos las redes sociales que se encargan de avisar por todo.
En esa entrada expresé mi curiosidad por entender los orígenes de la celebración, pero este año me quedé con la evaluación y valorización de la denominación de bloguero/a y mi aporte y posición en este segmento.
Hice un repaso por las publicaciones realizadas y puedo decir, sin perder la humildad, que me sentí orgullosa de mi exclusivo espacio de escritura, no solo porque desde julio del 2008, que significan muchos años acumulados aunque haciendo aportes esporádicos, fallando en la constancia y de vez en cuando procastinándome, sino por haber superado muchas limitaciones, por sostener la temática sin desviar mi atención en el momento y los eventos que pudieran estar sucediendo, tanto desde el entorno exterior como internamente, pero sobre todo por haber conectado aún más con la pasión de escribir, de contar historias, de mirar las flores imaginarias que se encuentran junto a las hojas reales que hay en el jarrón sobre mi mesa y compartirlo.
Poco o suficiente, he sido fiel a la descripción sobre La Punta de la Lengua: De aquello que debo compartir, porque sería intolerable callarlo y no disfrutar ese placer con los demás, de lo rico que fue eso último que acabamos de probar y que dejó huellas en nuestra mente y nuestro paladar, del agradable recuerdo de lo que vimos recientemente o anteriormente, ese aroma que se te pega, se mete en tu nariz y la experiencia de describirlo es deliciosa, sentir la piel vibrar, nacer y vivir.
Y de repente, durante ese momento de reflexión sobre el blog, escribir y lo que ha significado para mi, me llegó a la mente la expresión: Soy una hija predilecta de Dios, Bendecida. No exáctamente en el contexto espiritual, sino más bien como expresión sarcástica utilizada en los últimos tiempos para enmascarar los logros conseguidos, no con el esfuerzo realizado para crecer, sino mediante estrategias y artimañas. En este caso se trata de la bendición de ir descubriendo y mejorando la capacidad de escribir, de poner manos a la obra.
Puedo contar que aunque no es mucho, sobre todo si hacemos comparaciones, he realizado 138 aportes en un proyecto que inició como un mecanismo de liberación y entretenimiento. Debo confesar que tengo un par de ellas que no son de acceso público
Una de ellas fue un desahogo, aunque sin entrar en daños a terceros, y la hubiese dejado colocada pero cuando envié el enlace al entonces muy limitado grupo de personas con quienes compartía lo que se me ocurría, por error el correo se fue a todo el mundo, personal y laboral y gracias a la pronta observación de un amigo la pude retirar a tiempo. Y ahí ha quedado, en reserva.
La otra la hice de manera deliberada para una sola persona y podría decir que es una de las entradas que mejor me ha quedado y de las que más me ha gustado. Lo siento, no tendrán el privilegio de leerla.
Entonces, con conocimiento de causa invito a que descubran esa pasión que cada uno lleva dentro; comenzando desde lo mínimo se logra llegar a peldaños elevados, pero lo mejor es el trayecto, el camino que hay que cruzar para ir superando el tiempo y el espacio, encontrando nuevas formas, ideas, miradas. De seguro que esa pasión hará que sea único, especial, les hará sentirse bendecidos/as y no con artificios, sino con la alegría del corazón y el esfuerzo de sus propias manos.
Esta hija predilecta va transitando por esas rutas, con la mirada de cada uno de los que se detienen a leerme.
Fuente: En La Punta de La Lengua