Por: WENZEL MUSSET LORENZO
El expresidente de la República Dominicana, aunque tuvo ocho años manejando el país, parece una figura contradictoria, por lo menos para mi, tal vez por ser un hombre de pocas palabras y decir “yo hablo poco, pero hablo mucho”, considerado un estratega y a la vez decir que ganaría unas elecciones con el penco cómo candidato y de manera más específica, su actitud hacia la corrupción.
Cómo olvidar su entrevista donde apoyaba que se le llame ladrones a los políticos que estaban envueltos de actos de corrupción, la guerra de palabras con el gobierno estadounidense diciéndoles que son una avenida de 10 carriles cuando de tráfico de drogas se trata, el mismo que hizo una pregunta que se quedó en la mente de los dominicanos,
¿cual corrupcion ?
Preguntar ¿cuál corrupción?, cuando hoy en día algunos de sus hermanos, jefe de seguridad y varios de su círculo están involucrados en varios de los expedientes de la operación más grande por esta práctica, que contaban con su “apoyo irrestricto” (según el ministerio público) o siendo interrogados en la procuraduría, me parece chistoso y hasta mitómano, pero cómo dice aquel latinismo jurídico “In dubio pro reo” que quiere decir, la duda favorece al reo o todos son inocentes hasta demostrarse lo contrario.
Las actitudes mencionadas anteriormente, me recuerdan a la famosa frase de Balaguer” La corrupción se detiene en la puerta de mi despacho” haciendo alusión a que si bien, había corrupción en su gobierno, él no era partícipe de la misma. Estas no son prácticas exclusivas del “Balaguerismo” o el “Danilato” ni de la política en general, es un mal recurrente en los líderes sociales.
La corrupción se detiene en el despacho de los líderes, porque le gusta tocar sus puertas, sin distinción alguna, sea de líderes militares, religiosos o políticos. Hay que ser vigilantes con las personas que elegimos para liderar, a veces se esconden detrás de alabanzas a Dios, en la figura de autoridad de un militar o desvían la atención con preguntas y frases confusas cómo los políticos, tristemente, gran parte de ellos, hace tiempo dejaron pasar a su despacho la corrupción y hasta se tomaron un café con ella.
Y es lamentable, qué posiciones de tanto honor cómo la de un general de la milicia, pastor (o pastora) de una iglesia, sean manchadas de manera indeleble con el amargo café de la corrupción, en complicidad con la política, causando bochorno a sus familiares cercanos y quitando prestigio a tan nobles cargos, sólo queda la esperanza de que el ministerio público haga su trabajo en la operación coral, llegando a las últimas consecuencias y que Dios nos agarre confesados.
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