Por Dr. Marino Vinicio Castillo R.
Ciudadania RD Media

En estos días tan aciagos en medio de la Pandemia se ha asomado una dimensión sombría de nueva guerra que va crispando al mundo.
Ucrania y Rusia trabadas en dificultades gravísimas, que van cobrando como tormenta vientos de violencia universal, son un claro umbral de trastornos mayores, uno de los cuales sigue siendo la ocurrencia del histórico “error o incidente trágico” que desate la guerra mayor, la temida Tercera, de letalidad planetaria.
Algo que ha generado miedos y admoniciones colosales, como aquella que hiciera uno de los genios de la Era Moderna, cuando dijo: “El uso de esta arma terrible significa que una Cuarta guerra se tendría que librar con palos y piedras.” Así de pavorosa fue la advertencia.
Es el tiempo del quebranto que ha afligido a débiles y.poderosos como plaga bíblica,, el que nos lleva al encuentro posible con la confirmación del pronóstico catastrófico. Se vivieron décadas de guerra fría dentro de un equilibrio del miedo; la bipolaridad de los imperios dominantes, depositarios del Arma de la extinción global, crearon un estado de cosas que vino a desintegrarse a finales del pasado siglo, en términos de llegar a entender que terminaba la historia; que vendría una Era nueva en la que se globalizaría el control de la humanidad, a escala de “gobierno mundial”, y el libre comercio entre las naciones residuales sería progresivo porque de ello se encargaría el hombre, como tal, sin el estorbo del Estado que había dejado de ser importante, que según lo definiera un poderoso hombre de Estado de la época, en su arrogante afirmación de que ”El Estado, lejos de ser una solución, era el problema”.
El tiempo ha pasado, lleva ya cerca de tres décadas de aquel paraíso prometidoy está haciendo la prueba de aquella falacia de que el egoismo y el lucro habían desaparecido con el fin de la historia.
Hoy, Ucrania y Rusia están acondicionando el escenario para tragedias mayores; Irak y sus dos guerras, Libia tribalizada nuevamente, Siria hecha un infierno, Afganistán invicto como siempre, todas fueron barridas por guerras focales que han servido de trailer de Ucrania y Rusia y sólo fueron de efectos regionales considerables, pero, jamás comparables a lo de la actualidad, porque ésto sucede en el Este de Europa, junto a los Balcanes, aparentemente sofocados por otros episodios bélicos de ominoso preludio. Observen que ni siquiera toco Corea y Vietnam.
Ya comienzan a derivarse secuelas preocupantes: Alemania decide rearmarse para su defensa, aunque recomienda ponerse al día con las cuotas de Otan. Japón que modifica su Constitución y da albergue nuevamente a su índole Samurai, la que supiera enfrentar en guerras del siglo pasado a naciones enormes. Y todo esto ocurriendo en un tiempo de estiaje del liderato político mundial.
Esto es alarmante, pues sólo China y Rusia parecen tener guías enérgicos y decisivos y ahí se trata de condueñas de gran parte de la historia durante siglos. En el resto hay vacíos en los puentes de mando, aunque se trate de la Europa ilustrada, que resulta bárbara, a la vez, si se toman en cuenta sus terribles desgracias bélicas desde Roma hasta Hitler, el demonio de los dolores de todos los tiempos. El monstruo que causara estragos que nada más serían superados si se llegare al desenlace de una Tercera y final guerra de exterminio, que ya está a la mano como cosa posible para producir o provocar la Apocalipsis.
Agréguese la proliferación del Arma, no lejos de los extremismos que saben morir alegres porque les aguarda el cielo generoso y hospitalario. Esa es una de las aristas más delicadas de los peligros.
En suma, no hay necesidad de recurrir al tremendismo del sentido figurado para describir los abismos actuales; la realidad puede ser peor que todo lo que la imaginación pudiere concebir. Así de simple.
Pero bien, ¿por qué el título de esta entrega de La Pregunta de tal modo? Lo hago porque, guardando las distancias, allá por el año ´65 del siglo pasado, en el umbral de una guerra civil como la nuestra, en el mes de Marzo de aquel año, asistí a una reunión llevada a cabo en una residencia de playa de Juan Dolio, presentes catorce oficiales de nuestras fuerzas armadas, así como cuatro representantes del PRD, a la cabeza José Francisco Peña Gómez, quien fijaría la posición de ese partido, conforme a la instrucción recibida de parte del presidente exiliado en Puerto Rico, Juan Bosch. Más adelante veremos cómo fui a parar en esa reunión tan importante.
El hecho es que aquel líder joven y fogoso hizo una exposición vibrante de que la única salida aceptable para recuperar la normalidad en la República era la restauración total, pura y simple, sin elecciones, de la Constitución, reponiendo al gobierno desconocido el 25 de Septiembre del año ´63.
“Vuelta a la Constitucionalidad”, era la rígida consigna que planteaba el líder emergente, que todavía estaba bajo la influencia del liderato mayor de Juan Bosch.
Todos los reunidos oímos con unción respetuosa la advertencia. Y fue un joven Coronel abogado de nuestro Ejército Nacional de entonces, el que rompió el silencio expresando: “Aquí entre nosotros se encuentra un invitado nuestro, cuyo parecer querríamos escuchar.”
Me sorprendió el Coronel Armando Sosa Leyba, pues cuando me fueran a buscar al lugar oculto donde me encontraba, yo entendí que era por cuenta del propietario de la residencia donde estábamos, Antonio Martínez Francisco, un noble amigo que me diera protección en el primer mes de mi clandestinidad y que, además, era primo hermano del tío político que fuera mi padre de crianza, Horacio Enrique Ariza Martínez. Pareció ser invitación de los militares lo que me llevó a esa cita tan crucial donde se conocería la posición del partido legendario.
Pues bien, al pasar a exponer mi opinión, lo hice recordando que el Golpe de Estado del ´63 fue producido por las guarniciones más poderosas de nuestras Fuerzas Armadas; que el apoyo norteamericano había sido más obvio que sobreentendido, sumado a los sectores económicos y la iglesia predominante; y que, si bien era cierto el fracaso del régimen de Facto, una vez se produjera un levantamiento militar con el apoyo de pueblo, teniendo éste que ser armado porque el poder de fuego del golpismo era superior, los norteamericanos se inquietarían ante una toma del poder de tal índole y bajarían sus fuerzas militares a impedir tal posibilidad; que frente a una intervención militar de tal envergadura, poco podrían hacer las fuerzas mixtas del pueblo y el cuartel, sobre todo, porque la encrucijada estaría montada dentro de preocupaciones típicas de Guerra Fría y se oiría alegar el “peligro comunista” como leif motive de la que se denominaría como una cruzada salvadora de la democracia.
Agregué entonces que era preferible optar por una sublevación militar destinada a montar una Junta Cívico-Militar para establecer una provisionalidad bien breve y dar paso a nuevas elecciones; que dicho gobierno habría de formarse con la participación de oficiales jóvenes con historiales limpios de vida, y sin descrédito alguno y enfaticé: ¡Algo que no dividiría necesariamente las Fuerzas Armadas!.
Cuando terminé mi exposición, la reacción de los militares fue de aprobación notable. Peña Gómez, que todavía no tenía el título de Abogado, se dio cuenta de los efectos producidos y dio un giro brusco y hábil para el retardo y afirmó: que esa era una propuesta que sólo sería aceptable si se restablecía la Constitución con la Junta. Mi reacción fue inmediata y le dije que no, pues esa era una manera de seguir violándola, ya que ella no contemplaba esa versión de gobierno.
Entonces, el perspicaz y joven líder reaccionó de otro modo y dijo: “Además, doctor Castillo, yo no concibo cómo un hombre de sus luces no puede entender que a estas alturas es imposible desconocer el papel de la moral internacional que se opondría a un proceso de tal tipo; que lo que haría más bien sería prolongar el Facto, revistiéndolo de traje militar.”
Recuerdo que mi réplica fue simple cuando le dije que: Una Junta de ese tipo no es mala en sí; todo dependería del apoyo que ellos, desde los partidos políticos, pudieran ofrecer, especialmente el suyo, que impondría legitimidad a la experiencia.”
Ahí entonces intervino un amigo muy estimable, Edmundo Espinal, y me dijo: “Doctor, nosotros sabemos que usted es gran amigo del doctor Balaguer y piensa que podría regresar y participar en elecciones en diez meses.”
A ello respondí: “Amigo, debo decirle que yo estoy aquí, pero vengo desde la clandestinidad porque el 30 de octubre del año ´63 intentamos y fracasamos en un levantamiento de la Base Aérea de Santiago; que asimismo había mantenido conversaciones frecuentes con el Coronel Hernando Ramírez, como representante del Coronel Fernández Domínguez, y que esa posición, no sólo era mía, sino del General Pedro Santiago Rodríguez, Chaguito, pero que aquel intento nuestro tan sólo se hacía posible porque el Presidente Kennedy estaba vivo y no reconoció al Triunvirato; murió sin hacerlo y, en cambio, el primer acto de gobierno de su sucesor fue reconocer el Triunvirato, y eso es lo que ahora lo hace inviable y peligroso. No me detuve y agregué que, em cuanto al llamamiento de Peña Gómez sobre la moral internacional, ésta no existe, pues las potencias dominantes sólo sirven y responden a sus intereses, según se vio, cuando los tanques soviéticos entraron a Budapest, como lo hicieron, a cañonazos, y aquí los yankis, si sienten que sus intereses son otros, bajarán a cañonazos si fuere necesario.”
La reunión, claro está, resultó mucho más intensa que lo relatado, pero la traigo envuelta en un recuerdo al oír tantas insensateces y chifladuras que se vienen haciendo para explicar lo de Ucrania y Rusia. En realidad. lo que hay es la clásica lucha por los espacios de las grandes potencias, tanto de Occidente, como de Euroasia y Asia, entiéndase Unión Europea, China, Rusia y Estados Unidos, con una periferia importante de India, Japón, mundo Árabe, Paquistán y la propia América Latina.
Hoy yo digo, reafirmándome, como dijera el Señor: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.”. Es decir, que trate de invocar la moral internacional como una causa de justificación de sus posiciones.
Al recordar esas cosas debo de mencionar en forma expresa algo en memoria de mi inolvidable amigo Antonio Martínez Francisco: Era el presidente del PRD en aquel momento, y luego de la reunión me explicó que le había sugerido al emisario de los militares que organizaban la misma, que me invitara y esa misma noche me dijo: “Tú tienes toda la razón, y recuerda que yo te había dicho, cuando estuviste en casa, lo que había sido la diligencia que hiciera el Coronel Reed, por encargo del Presidente Kennedy, para restablecer el gobierno constitucional por decisión de la Asamblea Nacional, lo cual no fuera posible por la negativa, tanto del Presidente del Senado, como por el Presidente de la Cámara de Diputados, ambos ocultos después del golpe, quienes prefirieron por separado que se utilizara la Asamblea, pero, para dar paso a su mecanismo de sucesión presidencial, que los haría a ellos los nuevos titulares, porque intentar traer al Presidente derrocado no sería fácil, dado que se opondrían las Fuerza Armadas, con sus guarniciones más poderosas.
No he querido omitir esta mención porque, además, es confirmatoria de lo sano que fuera nuestro propósito de reponer a don Juan, en momentos en que ello era factible, no después con Johnson, que no sólo reconoció al Triunvirato antes del enterramiento del Presidente asesinado en Arlington, sino que luego, ordenó la intervención militar en el ´65 para impedirlo.
La verdad es que hay que hacer un esfuerzo especial para uno poder procesar los errores nuestros: Don Juan, finalmente terminó reconociendo a Francisco Alberto Caamaño como Presidente del gobierno en armas, cuatro días después del desembarco de las tropas extranjeras. Y así ambos fueron a la gloria de defender la dignidad nacional.
Así pues, el recuerdo me ha traído de nuevo mi desprecio por la llamada moral internacional, que no existe, y su invocación es engañosa y oportunista, por lo que sigo pensando en ello y creo que esto se desnudará plenamente con lo de Ucrania y Rusia.
En verdad, las tres Superpotencias tienen en sus vientres complicados peligros: Unión Europea, con una Rusia ocupante de Ucraniay los Balcanes, tan temibles como siempre; China con su anhelada Provincia y su teoría de que es una misma nación regida por dos sistemas, y Estados Unidos con su “traspatio” de América Latina, dominado por fuerzas de izquierdas ya bajo control directo de las otras dos Superpotencias, algo que no dejó de prever Lester Thurow en su obra “La Guerra del Siglo XXI.”
Lo que pueda surgir desde esos enormes entuertos sólo Dios lo sabe y a su infinita gracia me aferro en el ruego para que todo ello no sea. Mis preguntas de cierre podrían parecer extrañas: Si las sanciones a Rusia mueven el gas para China, así como el petróleo y Estados Unidos no usa sus reservas, ¿pensará esta Superpotencia en Venezuela? ¿Cómo lo haría? ¿Por acuerdos comerciales mansos, sin la negativa de la Rusia allí presente? ¿Acaso no tomará otro cariz la conversión progresiva de América Latina, al través de elecciones en Chile, Colombia y Brasil, Venezuela reconsiderada en manos de Maduro, ya no como nido del Cartel de los Soles, sino como tradicional proveedora petrolera? En fin, otras preguntas como éstas ya no caben en el tintero.
La moral internacional es un mito invocado por los intereses y sólo se habla de ella cuando les conviene. Un mito de puro espejismo, donde danzan la hipocresía y las felonías, en medio de peligros infernales.