Por Angela Lora
CRDMedia
Nuevamente caí rendida en la pasión por la mitología griega y me enredé en el libro de poesía épica llamado La Odisea. Es el relato de las aventuras de Odiseo tras regresar a su patria en la isla de Ítaca, después de permanecer por diez años combatiendo en la guerra de Troya y diez años más en el viaje de retorno. Cuenta los peligros, vicisitudes y aventuras que tuvo en su recorrido durante ese tiempo.
A partir de este relato se formalizó la referencia quedando el concepto de odisea como la sucesión de peripecias, en su mayor parte desafortunadas, que ha tenido que pasar alguien para llegar a un lugar o lograr un objetivo.
Y empezó a vagar mi imaginación, tratando de visualizar un paralelismo de odisea en versión dominicana. Tenemos varios ejemplos de situaciones que debemos enfrentar, gestiones, relaciones, que si fuesen relatadas de forma organizada y expresada en términos literarios, podrían representar una odisea de alto nivel.
Conocemos muchos procesos locales de gestión de documentos que hasta en su versión más simple se constituyen en una serie de sucesos complicados y desafortunados. Recuérdese que en un tiempo atrás, para sacar un acta de nacimiento con fines de tramitación de pasaporte, por ejemplo, la lista de pasos era larga. Si estaba claramente identificada la oficina que le correspondía, llevaba un punto a su favor; si estaba en el Distrito Nacional, pero su nacimiento fue en una provincia del interior del país, pues ahí se añaden otros pasos.
Inicialmente no había digitalización total de documentos, el acta se emitía computarizada pero había que buscar en el libro físico el registro correspondiente a la numeración de su acta para validar los datos, para ingresarlos al sistema y poder imprimir el acta. Cuando estuviese lista entonces debía moverse a la oficina de registro electeoral correspondiente, para legalizar el documento.
Contado así no parece una tragicomedia, pero si entramos en detalle puedo contar de una oficialía en donde había que tomar un turno y sentarse en la marquesina, que era lo que correspondía como sitio de espera, pero estar atentos a que no se infiltrara uno más aprovechado y pasara primero. En ese mismo espacio también funcionaba el registro civil, para los que se iban a casar. Esa parte era divertida porque uno se entretenía mirando quienes iban a casarse, las caras, las edades, los vestuarios, los familiares. Podía pasar el tiempo y se hacía un poco menos difícil la espera siempre que hubiesen varios escenarios de matrimonio que fuesen peculiares.
Luego que tocaba el turno, se procedía a verificar los datos en el libro, había que hacer oraciones para que la persona que hizo el registro original no hubiese cambiado o escrito mal alguno de los apellidos o el nombre mismo de la persona en cuestión, porque eso significaría otro proceso y por supuesto tiempo y costos adicionales.
Después de revisado el libro, corroborado numeración y confirmado los datos, de vuelta a esperar turno para que la persona encargada lo procesara en la computadora -no en el sistema porque no era un sistema como tal- y se imprimiera para llevarlo a la firma correspondiente.
Cuando finalmente se recibía el acta de nacimiento, probablemente después de haber permanecido la mitad del día en la labor de tramitación, había que hacer gestiones para ir a una oficina central del registro electoral y validar y sellar el acta emitida. Llegar a ese sitio, si andaba manejando vehículo, implica hacer negociaciones con alguien que cree que es dueño de la calle y que puede administrar los espacios públicos de parqueo, sin garantías y con costo. A continuación entrar y ubicar la oficina correspondiente a la gestión que se está haciendo, tomar el turno y esperar. Cuando lo llamen, entregar el acta que le emitieron en la primera oficina y volver a esperar a que lo validen y sellen y le vuelvan a llamar. El único momento en donde el procedimiento es rápido es cuando toca pagar por el servicio.
Todo ese proceso debe tomar en consideración que no le toque la hora de comida, porque los empleados no se organizan para tomar turno y no juegan con su estómago, a las doce en punto toman su lonchera o buscan su pedido y se van a reforzar las energías. También evite que se irriten o estén de mal humor, porque le pondrán difícil cualquier solicitud realizada.
En algún momento es posible que se encuentre con los empleados entretenidos mientras sacan una copia o esperan que la computadora funcione adecuadamente, contando chismes sobre otros compañeros, historias familiares, desenlaces amorosos y planes y proyectos personales.
Pero sin tener que pensar en un proceso de gestión en República Dominicana que estuviese cargado de situaciones y frustraciones, sugiero hacer el ejercicio de empezar la lectura e ir cambiando algunos relatos para colocar la versión criolla. Imagínese contando batallas como quien escucha a Cuquín relatarle a Freddy Beras un suceso de su barrio, la fila en una jornada de elecciones o defendiendo a su mujer, como sucedió a Penélope la esposa de Odiseo, que tenía que quitarse del camino de todos los pretendientes que alegaban que su marido se había muerto en batalla. Dele color a esta aventura y cambie la cara de los personajes, la ubicación de los relatos, la forma de hablar y expresarse y encontrará que leer un libro como ése puede ser más divertido de lo que parece.
Fuente: En La Punta de La Lengua