Por Angela Lora
CRDmedia
No es nuevo aquello de LUNES PARA EL QUE PUEDE, pero hoy lo escuché y como si fuera coincidencia, que nunca lo es, en ese instante abrí las redes y lo primero que vi fue lo mismo, aunque en otra versión, MARTES PARA EL QUE PUEDE, y de inmediato me tocaron los recuerdos, porque es una expresión que he disfrutado mucho.
Recuerdo cuando era niña que los lunes era el día libre de aquellos que tenían el oficio de arreglar zapatos; y entonces salían a celebrar y tomarse sus tragos y todo el que quería disfrutar del lunes usaba la excusa del zapatero. Ahora no se busca tener una excusa, se celebran los lunes tan solo porque sí, para romper con el estigma, con el inicio de semana, la carga de alguna resaca y la organización del trabajo, en fin, toda la proyección de la semana.
Lunes pal´ que puede… y bajo esa premisa inventamos algunos viajes y paseos, algunos festejos sin cumpleañeros.
Buscando la manera de reiniciar el sistema emocional, de renovar la vida y sentir un impulso, creamos nuestro propio mapa mágico, como el de Harry Potter, que solo se revela con las palabras especiales, ¨ comienza la travesura ¨. Y comenzamos la aventura.
Porque definitivamente era una travesura, en horario de trabajo algunas, otras con compromisos postergados, y simplemente todas escapadas, añadiendo más emoción al paseo. Este viaje lo comenzamos tomando la carretera hacia el Cibao, muy temprano en la mañana, con la intención de detenernos a desayunar en el comedor de La Morena ubicado donde termina Villa Altagracia y comienza Bonao. Nos sirvieron mangú de plátanos, con queso, con huevos, con arenque. También algún cocido para la que prefirió un caldo, y por supuesto no podía faltar el café, llevarnos algunas botellas de agua y seguir la ruta. Ese desayuno fue la ¨ zapata estomacal ¨ que nos permitió hacer un brindis, para bendecir el camino, la amistad y la vida.
Y realmente estuvo excepcional, despejado y soleado, campos verdes, clima agradable. No podía cruzar por Bonao sin compartir un sendero que me había conquistado, la ruta hacia la Loma de Blanco. En el trayecto, cruzando por Juma, también se cruzaron con nosotras algunos animales exóticos para esta isla del Caribe, que por allí se han instalado, búfalos y avestruces.
Y al llegar al final del camino en esa comunidad nos esperaba el fluir del rio de Los Quemados, para girar a la izquierda, cruzar La Confluencia y seguir subiendo la loma, espectacular, y encontrar en el camino algunas cascadas y ver a lo lejos otras, y entre montaña y montaña disfrutar el paisaje.
Saliendo de Bonao la ruta nos conducía hacia Moca, contemplamos la hermosa catedral que por el frente cruzamos para seguir hacia Jamao. En el camino antes de llegar a aquel alto, ella seguía instiendo en que quería detenerse para cortar y llevarse algunas ¨ hojonas ¨, así le llamaba. Ni idea de a qué se refería, hasta que señaló hacia las abundantes plantas de orejas de elefantes que habían en toda la ruta. Un nuevo aporte al diccionario de la RAE, las hojonas. Seguimos subiendo y llegamos a un restaurante en lo alto donde se rememoraron algunas historias también traviesas de amores y tragos.
No recuerdo dónde nos paramos a comer, quizás más tarde llegue a mi memoria la escena, pero nos detuvimos donde quiera que nos dio la gana de pararnos en el camino.
Con mucha emoción y respeto, entramos a conocer a la Virgen de La Piedra, en la comunidad de La Entrada, en Cabrera. Y saliendo de ahí, doblando a la izquiera por un camino imperceptible, nos encontramos con un paraíso oculto de esos que abundan en nuestra preciosa isla, playa Caletón. Aquí fue donde comimos, ahora lo recuerdo, un pescado frito con tostones en la playa. Una maravilla secreta.
Todo el camino contamos historias, brindamos por los afectos, hicimos chistes y reímos sin parar, como siempre que estamos juntas. También hubo fotos, de paisajes, del grupo, pero esas son los recuerdos que atesoramos.
Continuamos la ruta, atravesamos Nagua y quisimos llegar hasta Samaná, pero el día no es tan largo y había que regresar. Hicimos el desvío para tomar la carretera hacia la ciudad por el extremo opuesto por donde iniciamos el trayecto.
Habría muchos detalles del camino que no he mencionado. Cada detalle seguro que irá acompañado de un gesto, una historia, una risa. Faltan muchas líneas para poder expresarlo y además falta un encuentro con ellas para ir recordándolos, pero eso también es motivo para reunirnos, y quien sabe, quizás para otro viaje un lunes, para el que puede.
Fin de la travesura.
Fuente: Blog En la Punta de la Lengua