Por: Jesús Batista Suriel
CRDmedia

En la República Dominicana, el acceso a medicamentos de alto costo se ha convertido en un privilegio y en un tema crítico que afecta a miles de familias, especialmente a aquellas que enfrentan enfermedades devastadoras como el cáncer. A pesar de los esfuerzos de las autoridades y del aumento en la asignación de presupuestos, la realidad es que estos medicamentos no están llegando a quienes más los necesitan. Este es un grito silencioso de una población que ha perdido su hogar, sus bienes, sus ahorros y hasta su dignidad en su lucha contra esta maldita enfermedad.
Escribo este artículo en mi condición de ciudadano responsable. Decenas de personas se me acercan: amigos, familiares y conocidos, quienes me cuentan sobre varios casos de personas que están padeciendo cáncer y que han perdido absolutamente todo, incluso casi su dignidad. Esta situación no se trata de temas políticos, y no deseo politizarlo. Mi intención es expresar mi preocupación genuina por el sufrimiento de estas personas y sus familias. Despojándome de mi cargo como diputado y dirigente político, lo hago con la responsabilidad que me caracteriza, dejando claro que a quien le sirva el sombrero, que se lo ponga.
La falta de acceso a tratamientos esenciales no solo es una cuestión de salud; es un problema de justicia social. Los medicamentos de alto costo, que deberían ser un derecho para todos, se han convertido en una carga insostenible para las familias de clase media y de escasos recursos. La burocracia y la ineficiencia en los sistemas de distribución están creando un muro entre la vida y la muerte para muchos dominicanos. No se trata simplemente de adquirir un medicamento; se trata de salvar vidas. Entiendan eso, por favor.
Los contactos y relaciones que una persona pueda tener no son suficientes para garantizar el acceso a estos tratamientos vitales. La situación actual demuestra que no importa cuán influyente seas; el sistema está fallando. Las decisiones que deberían priorizar la salud de la población parecen estar guiadas por intereses ajenos a las necesidades de los ciudadanos. !Esto es inaceptable y debe cambiar¡.
Es fundamental que las autoridades tomen conciencia de la gravedad de este problema. Las historias de pacientes que han agotado todos sus recursos y que solo encuentran la muerte como salida son cada vez más comunes. Este es un llamado a la solidaridad, a la hermandad y a la responsabilidad del Estado para que garantice el acceso a los medicamentos de alto costo. La vida de muchos dominicanos está en juego, y no podemos permitir que el sistema falle.
No se trata solo de un problema de presupuesto, como nos han hecho creer. Con el doble de fondos asignados en comparación con años anteriores, es evidente que la gestión y distribución de estos recursos son deficientes. Las autoridades deben rendir cuentas y demostrar que están haciendo todo lo posible para facilitar el acceso a los tratamientos. La inacción no es una opción; el tiempo apremia y cada día que pasa representa una vida en peligro.
Hago un llamado al presidente de la República, al Ministro de Salud y a mi apreciado amigo, el director de medicamentos de alto costo, quienes me consta están haciendo todo lo posible. Pero ha llegado el momento de tomar el toro por los cuernos; si tienen que rodar algunos, que rueden. La ineficiencia no puede ser un obstáculo para salvar vidas.
No sé qué debo hacer, pero no podemos permitir que esta situación continúe. La sociedad debe unirse para exigir soluciones efectivas. No podemos permitir que este problema siga sin respuesta. Las voces de aquellos que sufren deben ser escuchadas, y los ciudadanos deben presionar a sus representantes: diputados, senadores, ministros y demás funcionarios, para que actúen con carácter y determinación.
Si no enfrentamos este desafío con la urgencia que merece, corremos el riesgo de ver un aumento en la frustración social y el clamor por justicia. La falta de acceso a medicamentos de alto costo podría convertirse en uno de los mayores motivos de protesta en nuestro país. Es momento de actuar, de solidarizarnos con los más vulnerables y de exigir a nuestras autoridades que cumplan con su deber.
La lucha por el acceso a medicamentos de alto costo es una lucha por la vida. No podemos permitir que el camino hacia el cementerio sea la única opción para quienes padecen enfermedades graves. Este es un problema serio que requiere nuestra atención y acción inmediata. Juntos, podemos hacer la diferencia y cambiar esta realidad inaceptable. Lo demás es flamenco.