Por Albin Cepeda
CRDmedia

Desde hace meses, la construcción del Metro de Los Alcarrizos ha estado marcada por una evidente lentitud en su ejecución. Siendo una línea aérea de apenas 6 kilómetros, resulta desconcertante que su avance se prolongue tanto en el tiempo. Más aún cuando se compara con la Línea 1 del Metro de Santo Domingo, que, con 14.5 kilómetros de extensión soterrada—incluyendo excavaciones profundas y complejos movimientos de tierra—se completó en solo 22 meses.
Ante esta anomalía, decidí investigar las causas del retraso, consultando a ingenieros directamente vinculados al proyecto. La respuesta fue reveladora: graves vicios de construcción han obligado a realizar reparaciones antes de continuar con la obra.
Alstom da la voz de alarma: Meses después, una fuente adicional confirmó que la empresa francesa Alstom, encargada de fabricar los vagones, inspeccionó la infraestructura y concluyó que no cumplía con los estándares mínimos de calidad. La advertencia fue clara: si la estructura no es corregida, los equipos no serán instalados.

El silencio de los críticos del metro: Lo más llamativo en todo este panorama es la falta de pronunciamiento de ciertos actores influyentes en el debate sobre el metro. Figuras como Huchi Lora y Osiris de León, quienes en el pasado criticaron con dureza la construcción de la primera línea, han guardado un absoluto silencio ante las evidentes fallas técnicas y los retrasos de Los Alcarrizos.
En contraste, ingenieros como Freddy Pérez y Alex Marchena, este último miembro del partido de gobierno, han expresado públicamente su preocupación sobre la calidad de la obra.
¿Por qué nadie habla de esto? Este caso levanta cuestionamientos sobre la transparencia en el manejo de infraestructuras estratégicas y la falta de presión pública ante problemas evidentes. ¿Se está ignorando la realidad por conveniencia política? ¿Quién se beneficiará de este retraso?
El Metro de Los Alcarrizos, lejos de ser una solución inmediata, se ha convertido en una historia de reparaciones, cuestionamientos y silencios incómodos.
La ciudadanía merece respuestas.