Midnight Hammer: otro martillazo al abismo

 

Por Redacción
CRDmedia

Midnight Hammer: La nueva guerra en Medio Oriente
Presidente de EE.UU., Donald Trump (d), siguiendo la operación Midnight Hammer contra instalaciones nucleares de Irán al lado un ba,bardero B-2.,

Si en algún momento creyó que Estados Unidos aprendió de las guerras eternas en Medio Oriente, piense otra vez. La operación “Midnight Hammer” no es una excepción, es la norma reempaquetada en papel más brillante. Bajo la tutela de Donald Trump y su club MAGA de halcones de salón —esta vez liderado por JD Vance, Marco Rubio y compañía— los bombarderos B-2 despegaron como si estuviésemos en 2003… o en 1991… o en 1980. El guion es viejo, pero el reparto se reinventa para siempre volver al mismo clímax: muerte, tensión y petróleo temblando.

Nos dicen que no estamos en guerra con Irán. Claro. Porque cuando bombardeas tres instalaciones nucleares con misiles Tomahawk y bombas GBU-57, y luego publicas selfies desde la Sala de Situación con cara de póker presidencial y la gorra de golf aún tibia, lo haces en nombre de la paz, ¿verdad? “¡Ahora es la hora de la paz!” exclamó Trump, con el mismo entusiasmo con el que lanza un producto en QVC. Lo que sigue después ya lo conocemos: respuesta en cadena, misiles sobre Tel Aviv, tensión en el estrecho de Ormuz y una comunidad internacional bailando sobre una mina geopolítica.

Lo curioso —y trágico— es que Midnight Hammer se suma al catálogo de operaciones made in Washington que prometen soluciones pero siembran desastres. Tormenta del Desierto, Libertad Duradera, Nuevo Amanecer, y ahora este martillazo simbólico. En cada ocasión, los objetivos son quirúrgicos, los resultados “exitosos”, y los informes de inteligencia “confiables”. Hasta que el humo se disipa y queda un nuevo frente de caos, una nueva generación resentida, y los mercados de energía rebotando como pelota de nervios.

¿Las consecuencias? Mire su factura de combustible el próximo mes. Observe cómo los seguros de envío se disparan por los riesgos en el Golfo Pérsico. Mire cómo los bancos centrales contienen el aliento si el Brent supera los 100 dólares por barril. Cuando las bombas caen en Natanz o Isfahán, las ondas llegan hasta Santo Domingo, Bogotá, Berlín o Buenos Aires. El conflicto es global. Las consecuencias, íntimas. Las alertas de seguridad aumentarán en aeropuertos, la región vivirá con la ansiedad de una represalia, y los tambores de guerra seguirán repiqueteando a lo lejos… cada vez más cerca.

Además, el Organismo Internacional de Energía Atómica, que no fue consultado ni asistido, advierte sobre los riesgos radiactivos. ¡Claro! Porque si algo faltaba era bombardear reactores subterráneos sin saber con certeza los efectos colaterales. “No deberían suceder ataques así”, dijo Rafael Grossi. Pero ese es el precio de las soluciones Trump-style: simples, espectaculares y absolutamente imprudentes.

Mientras los actores juegan a la guerra en pantallas de monitoreo y declaran victorias entre rondas de golf, los pueblos —los nuestros, los suyos, todos— se preparan para pagar en inflación, miedo, sangre o silencio. Trump ha cruzado una línea tan peligrosa que hasta la ironía se queda corta. Hoy la llamamos Midnight Hammer; mañana, solo será otro capítulo del incendio interminable que arde entre Teherán y Washington.

 

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Author: Redacción

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