Cindy Scott aprendió a disparar preocupada por la seguridad. Su experiencia en un ambiente predominantemente masculino se convirtió en un nicho profesional en Texas, y la llevó a repensar las armas como instrumentos de empoderamiento femenino.
El acceso a las armas de fuego es uno de los temas que polarizan a Estados Unidos, donde el 8 de noviembre celebra las elecciones de medio mandato para renovar parte del Congreso, varias gobernaciones y otros cargos locales y regionales.
De un lado del debate están quienes opinan que facilitar el acceso a las armas de fuego alimenta las crecientes estadísticas con más de 37.000 muertos en 2022, según cifras del Archivo de la Violencia Armada.
Del otro están quienes, como Cindy Scott, ven en las armas de fuego “una herramienta de defensa personal”, algo que está en la idiosincrasia estadounidense.
En Texas, uno de los 23 estados que permiten el porte irrestricto de armas de fuego, la defensa de este derecho basado en la Segunda Enmienda de la Constitución está tan arraigada, que Scott no lo siente amenazado a pesar de la temperatura del debate político, del cual ella se abstiene resumiendo: “La Segunda Enmienda es para todos”.
“La mayoría de los que defienden esto [restringir el acceso a las armas] tiene dinero y guardaespaldas. Ellos viven en áreas bordeadas por muros y rejas. Están en un lugar desde el cual no pueden comprender al ciudadano promedio”, opina Scott, de 61 años.
“Si le vas a prohibir las armas a ciudadanos que cumplen las leyes, les quitas su posibilidad de defenderse”.
– “Estar preparada” –
Scott comenzó su acercamiento a las armas de fuego hace casi una década, cuando pasaba varias horas sola o con su hijo en casa, debido a que su marido trabajaba lejos.
Padres de compañeros de su hijo en la escuela le enseñaron a disparar. Animada por la práctica, buscó clases profesionales, pero le costó conseguir una instructora mujer.
Scott, que eventualmente conoció algunas pocas, comentó que para las mujeres una clase de tiro con mayoría de hombres puede resultar “intimidante”.
Fue esta carencia lo que años más tarde, radicada en Texas, la llevó a convertirse en instructora.
“Comencé a recibir llamadas de mujeres que se estaban divorciando, que pidieron órdenes de restricción o enviudaron”.
“Para ellas es darse cuenta de que están solas: ‘ya no tengo un esposo’. Creo que es ahí, o cuando alguien intenta entrar en sus casas o les roban el carro”, que sienten que necesitan un arma, dice Scott que insiste en que las mujeres se sienten más a gusto al entrenar con otras mujeres.
“Siempre es por seguridad. Nunca les ha tocado vivir solas”.
Scott imparte clases principalmente en Galveston, una pequeña ciudad costera a una hora de Houston.
Aunque considera que “aún es un mundo de hombres”, ve a agrupaciones de mujeres como “Una chica y un arma”, con decenas de capítulos en todo el país, como un espacio libre de “intimidación” para aquellas que tienen interés en aprender a disparar.
Las clases de Scott, así como los materiales de “Una chica y un arma” son distintivos. Algunos estuches son multicoloridos, estampados con unicornios, y los blancos vienen en una gama de morado, anaranjado y verde.
Scott, que bautizó algunas técnicas como “la mano de Barbie” -posición para sujetar la culata-, explica en sus clases el ‘abc’ de la seguridad y qué tipo de armas son más fácilmente manipulables para mujeres.
“Ella se ha educado a sí misma y ha utilizado su conocimiento para inspirar a muchas mujeres”, comentó Robyn Sewell-Poutra, amiga de Scott y asistente a sus clases. “Ella las ha ayudado a empoderarse”.
Para Scott dominar la técnica y tener espacios como “Una chica y una arma” tienen un efecto empoderador en mujeres recientemente divorciadas o viudas.
Es una “idea equivocada” pensar que la policía llegará a tiempo para evitar un ataque. “La meta es que nunca tengamos que usarlas”, dice. “Pero es mejor estar preparada”.