Policía Nacional. Muerto a palos quien a palos mató.

Por: Valentín Medrano Peña.
Ciudadania RD Media

Abogado,Comunicador  y Escritor

En la vida hay reglas imperturbables, como la muerte, ¿Ley de vida? No, ley de muerte. Todo lo que nace muere, y para más de las tres cuartas partes de la humanidad, todo lo que muere nace de nuevo.

De igual forma, de forma imperturbable, existe todo un régimen de consecuencias, que se cumple por dictados humanos con sus leyes y parafernalias sancionadoras, lo que es lo mismo decir, que se paga lo que se hace, y en un dicho milenario, transmitido por los mas antiguos ancestros, los abuelos de los abuelos y los padres de los padres, se paga en en esta o en la otra vida. Justicia divina. Justicia a la justicia.

Esta última justicia funciona de manera tal que los verdugos, si no pagan en vida con infortunios, devienen en abusados, los ricos en pobres y viceversa, bueno, no tan viceversa, por eso de que más fácil pasa un camello por el ojo de una aguja. De igual forma, los jueces en juzgados y los persecutores en perseguidos, y así en una infinita vivencialidad del opuesto, uña viceversalidad perenne, a modo de que sufras lo que haces a otros vivir ó que vivas lo que haces sufrir. ¡Esotérico!

Durante muchos años, quizá desde su creación, nuestra Policía Nacional se lavó las manos de la ineficiencia del sistema de justicia, su parte en las acciones contracriminales, antes protagónica, se redujeron hoy a ser target de lo que hicieron padecer a otros.

Se presentan en los medios, traicionados por sus otrora apoyadores. Culpados, metidos todos en el mismo saco; típico del populismo; presentados ante los medios como presentaban ellos en los medios a presuntos criminales, hilvanando y expresando toda una historia al respecto que llamaban prontuarios delictivos respecto a aquellos para nada presuntos delincuentes, anexándoles fichas que describían sus impunes hechos delictivos, y obvio, epigrafiando todo con su siempre acostumbrada cuestionadora frase: “No nos explicamos porque estaban libres. Nosotros los arrestamos y los fiscales y los jueces los sueltan”, frase tan falsa como los famosos intercambios de disparos.

Y eran los policías, los héroes e incorruptibles de sus autobiografías y de los titulares de las esquelas periodísticas. Nadie osaba decirles que eran parte de una policía corroída y corrupta. Y los medios y los influencers de entonces, que no se llamaban tal, que conocían a los jefes policiales y su abolengo completo hacían eco y coro a esta realidad incierta.

La Policía se dedicó a difamar a jueces y fiscales, y en conjunto con las demás agencias parapoliciales, se prestaron para perseguir y chantajear a los otros elementos partícipes del sistema de justicia para que cedieran ante sus pretensiones de hacer culpables a inocentes y hacer inocentes a culpables, que les mantuviera la condición de calificador, cualificador y afectador de vidas.

Convirtieron en cenicienta al Poder Judicial y sus amigos contribuyeron con hundir el prestigio de ese órgano y hacerlo ver como el de menor credibilidad pública. “Nosotros los arrestamos y los jueces lo sueltan”. Hoy necesitan jueces de los que soltaban a sus delincuentes carentes de pruebas de la comisión de acciones delictivas en su acostumbrado “cerrar casos”.

Esa misma policía sirvió para inspirar los fiscales-policiales, muchos contagiados en cuarteles, tanto que aún creen en las estadísticas, cerrar casos, perseguir a jueces a fuer de chantajes e ir siempre por más en detrimento del principio de mínima intervención.

Estos fiscales a su vez inspiraron a algunos jueces, diezmando a otros, y en su conjunto fundaron el miedo como elemento decisor de los procesos penales.

Todos son execrables de los procesos y la institucionalidad, todos son refundables, igual todos ameritan reformas, solo que en la actual realidad los policías devinieron en objetivo excluyente y excusador de los otros componentes, recibiendo en ello una bocanada de su propia medicina inicial, que consistió en injuriar las instituciones que no se ajustarán a sus designios.

Y muere a palo quien a palos mató. Abandonada de todos, sin que se entiendan “presuntos”, victima de un discurso de firmas y también de sus desafueros, presa del populismo que fomentaron que hace rodar cabezas con o sin responsabilidad, dejada a su suerte sobretodo por aquellos que por provechos y likes entierran sus grandes logros investigativos, a sus buenos hombres, mayoría, y su desarrollo paulatino, lento, muy lento, demasiado lento para los gustos racionales.

Los vendedores de esperanzas, cultivadores de sueños, fabricantes de pseudorealidades dicen saber como harán, mejorarán y renovarán, como si fuera un gran descubrimiento, pero no dignifican la función, todo se reduce a dinero, para con ello tener un mejor agente policial.

Redacción
Author: Redacción

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