Por Lic. Juan Ramón Mejía
Ciudadania RD Media
Hace exactamente un año (en febrero del 2021) escribimos un artículo que titulamos: ¨Potenciales efectos que la depreciación del dólar provocará en nuestra economía¨ y hacíamos referencia a que la Reserva Federal imprimió dinero a una velocidad sin precedentes en la historia reciente de Estados Unidos y, ante este desproporcionado aumento de la masa monetaria, era fácil pronosticar una devaluación del dólar y que ésta ofrecería un respiro a las economías de América Latina, devastadas por los efectos de la pandemia de covid-19.
Esta sobre liquidez provocó que el sistema bancario y financiero de Estados Unidos padeciera una crisis de sobre liquidez sin precedentes, producto de la expansión monetaria, la baja demanda de nuevos financiamientos y los tipos de interés fijados por la Reserva Federal que se mantenían en 0% desde el mes de marzo del 2019, trayendo como consecuencia que el margen de ganancia de los bancos desapareciera por una combinación de factores relacionados con las exigencias de capital aprobadas tras la crisis financiera de 2008.
También señalamos que en nuestra economía uno de los factores que más pesa es la excesiva dependencia del dólar y el volumen de deuda pública emitido en dólares; por eso cuando el tipo de cambio peso/dólar sube, la carga de la deuda se hace cada vez mayor. Ahora que el dólar tendía a caer, era fácil plantearse cómo nos beneficiaria. Pero también señalamos que considerando la pérdida de poder adquisitivo del dólar, cuando las economías globales se reactivaran, era muy probable una subida en los precios del petróleo y otras materias primas, como de hecho ha acontecido.
En nuestro país no escapamos a políticas económicas similares, aumentando el endeudamiento público, reduciendo al 3% la tasa de referencia del Banco Central y liberando parte del Encaje Legal, como medidas de expansión monetaria y de política anticíclica, que impidieran la caída del PIB; por lo que igualmente, podíamos prever un calentamiento de la economía y una consecuente inflación.
Entonces era el momento de diseñar políticas monetarias que contrarrestaran esta inflación o por lo menos mitigaran sus efectos en nuestra economía y en el costo de la canasta familiar. Sin embargo, el Banco Central ha impedido que la depreciación del dólar se transparente en nuestra economía, comprando los excedentes de oferta de divisas en el mercado y generando el consecuente aumento de las Reservas Internacionales, a niveles muy superiores a los recomendados por los organismos multilaterales. Y si bien esto es positivo para los sectores productivos, sin dudas que esta decisión es la principal causa de la inflación interna, debido a que, si dejamos bajar el dólar, se necesitarán menos pesos para adquirir las Materias Primas como el petróleo, la urea, el maíz, el sorgo y el trigo, entre otras.
Por ejemplo: Las variables que se consideran para el cálculo de los precios de los combustibles son el precio del Petróleo y la Tasa de Cambio o precio del dólar, por lo que, ante los continuos aumentos del precio del petróleo, lo único que lo puede contrarrestar es una baja del precio del dólar o, en su defecto, un sacrificio fiscal que implicaría una baja de la inversión de Capital o de la inversión en planes sociales o un aumento de la deuda externa.
Actualmente, gestionar las expectativas, ya sea mediante declaraciones o aumentos de las tasas de política monetaria, es una medida clave para detener la espiral inflacionaria, y es por eso por lo que los Bancos Centrales de la región no han tardado en actuar. Las principales economías de América Latina han subido sus tasas de política monetaria, y las autoridades monetarias han emitido mensajes más alcistas sobre la orientación de la política monetaria.
Pese a las subidas recientes de las tasas de interés, la orientación de la política monetaria sigue siendo generalmente acomodaticia y continúa respaldando la recuperación que está en curso. Pero aun así la región se enfrenta a difíciles disyuntivas, y tiene que encontrar un punto de equilibrio entre las inciertas perspectivas inflacionarias con niveles de empleo aún inferiores a los observados antes de la pandemia y una recuperación desigual del mercado de trabajo en América Latina.
En el caso específico de República Dominicana, el Banco Central, en su afán de gestionar las expectativas, tiene una herramienta que otras economías de Latinoamérica no tienen, debido a los amplios niveles de Reservas Internacionales, que pueden incidir en el mercado cambiario y lograr una reducción de tipo de cambio peso/dólar, que se reflejaría inmediatamente en el precio de la canasta familiar y en la reducción del circulante que también incidiría en la reducción del índice de precio al consumidor.