Se necesita tener un norte claro para desarrollar y alcanzar un docente de calidad y como consecuencia de ello, la retribución que merece
Por JULIO LEONARDO VALEIRÓN UREÑA
Tres aspectos estructuran las ideas que a continuación expongo: la complejidad de la función docente, la cultura escolar que se desarrolla en la escuela y la necesidad de establecer la carrera docente.
Es obvio que la función docente vinculada directamente a los aprendizajes es una actividad altamente compleja. La misma se lleva a cabo en el marco de un conjunto de aspectos que interactúan entre sí promoviendo o no su propio desarrollo. Entre estos se consideran, en primer lugar, las características personales de los propios maestros: sus creencias y actitudes hacia sí mismos y estudiantes, motivaciones e intereses, como el dominio de las competencias profesionales necesarias para el ejercicio de enseñar, entre otras; en segundo lugar, la cultura de la escuela que incluye la práctica escolar que incentiva el crecimiento continuo a través del intercambio de experiencias entre docentes, la actitud y capacidad de revisión crítica de las prácticas educativas, como el conocimiento pleno y compartido entre docentes sobre su función de educar y los valores que la sustentan, la continua búsqueda de estrategias de enseñanzas novedosas y adaptadas a las circunstancias y características de los estudiantes; en tercer lugar, el liderazgo escolar de quien tiene la responsabilidad principal del centro educativo unido a su equipo de gestión, lo que supone centralidad en los asuntos pedagógicos, sin que ello signifique dejar de lado sus responsabilidades administrativas de los bienes y recursos propios de la escuela, como el cumplimiento del horario y el calendario escolar y la promoción de un clima escolar positivo centrado en los procesos de enseñar y aprender, entre otros aspectos; en cuarto lugar, las características de las familias, como el grado de compromiso de las mismas con la escuela y su desarrollo; en quinto lugar, las características del estudiantado respecto a su motivación, interés y expectativas por aprender; en quinto lugar, espacios higiénicos y organizados, como la disposición de todos los recursos necesarios e imprescindibles para la dinámica de enseñar y aprender. Por supuesto, detrás de todo esto está la continuidad de las políticas educativas que el Ministerio debe asegurar y preservar.
Como se aprecia son múltiples los factores asociados a la carrera docente lo que implica, y es el segundo elemento que quiero abordar, la formación inicial y continua del docente. Desarrollar un docente de calidad supone además de la calidad del programa de formación y su gestión, “la inmersión formativa integral que cultiva la intensidad, el rigor y la exposición a rutinas que los transforme culturalmente, desarrollando una cultura alternativa a la de su propia procedencia, preservando los aspectos positivos de la misma. Se trata de desarrollar buenos hábitos, de generar un nuevo reportorio cultural capaz de soportar la formación-aprendizaje disciplinar y en consecuencia hacer productiva la futura dedicación pedagógica y la práctica docente.” (Marcos Villamán). Para Ignacio Pozo se trata de confrontar las ideas implícitas que predominan como creencias en el sujeto en formación producto de su propia experiencia en la escuela con las teorías explícitas desarrolladas por las ciencias pedagógica y psicológica, generando nuevos esquemas mentales de lo que es aprender y enseñar. En última instancia la formación inicial debe ser capaz de prefigurar al docente en su ejercicio futuro.
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Un segundo aspecto es el reconocimiento de que el nuevo profesional se incorpora a una cultura escolar en marcha, a una realidad educativa dinámica en la que inciden múltiples factores los cuales abren un abanico de posibilidades y que, en la reflexión personal y colectiva continua en su grupo pedagógico, como en la supervisión y/o acompañamiento pedagógico, deberá encontrar buenas oportunidades de desarrollo y aprendizaje de lo que significa un buen maestro. Un maestro de calidad se fragua a partir de la buena formación recibida y en la dinámica acción-reflexión-acción con sus pares.
En el documento de los Estándares del Perfil de Desempeño Docente en la República Dominicana se ofrecen un conjunto de ideas y metas que pueden y deben guiar el proceso de construcción de una educación de mayor calidad, tanto en los ámbitos de la gestión institucional como la pedagógica. Este conjunto de ideas y metas confluyen para el buen decir y el buen hacer educativo, es decir, definen lo que un docente debe conocer, hacer y valorar a fin de asegurar que todos los estudiantes aprendan, desarrollando las competencias que se definan como prioritarias en el currículo.
Un tercer aspecto importante es el que tiene que ver con el establecimiento de la carrera docente como tal. El docente, en cualquier ámbito de su función, sea esta la del aula, como la del centro escolar, debe conocer y estar consciente de que el ejercicio de su carrera profesional docente tiene niveles de desarrollo y que el alcance de cada nivel le posibilitará obtener los reconocimientos y la remuneración económica que se establezca. El diseño y ejecución de esta carrera deberá permitir al Ministerio de Educación desarrollar el liderazgo efectivo frente al docente en su proceso de desarrollo profesional. Puesta en ejecución la carrera docente, así como el desarrollo de un efectivo proceso de acompañamiento y supervisión formativos basado en evidencias, el docente visualizará la importancia que su desarrollo profesional tendrá para alcanzar los mayores beneficios económicos establecidos. Desde esta perspectiva, la evaluación del desempeño deberá jugar una función diagnóstica externa, aportando evidencias complementarias del desarrollo de cada docente. No es fuera sino dentro del aula y la escuela donde deben estar las condiciones para el mejoramiento continuo del ejercicio profesional y el desarrollo docente, es lo que significa un aula en una escuela que aprende.
Se necesita tener un norte claro para desarrollar y alcanzar un docente de calidad y como consecuencia de ello, la retribución que merece