Por Emilia Santos Frias CRDmedia
Reza un proverbio popular que “sin sentimiento de respeto no hay forma de distinguir los seres humanos de las bestias”. En ese orden, el polímata Karl Marx, solía decir que: “el obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”. Esto así, porque como se sabe, el decoro es una calle de dos vías, para recibirlo, es necesario ofrecerlo.
Estos axiomas se colocan a propósito de identificar lo que podría ser ya una práctica; mal hábito; la indecorosa acción de quienes han hecho costumbre utilizar las ideas y obras literarias de colegas, cientistas, profesionales de distintas áreas…, sin asumir la responsabilidad de ofrecer los créditos de las fuentes donde abrevaban tal conocimiento.
Una acción burda, molesta e indecente. En ocasiones vista en seres humanos que parecería impensable creer que pudieran cometer tal violación; quienes desconocen las obligaciones a las que nos constriñe nuestra Carta Magna, el Código Civil y distintas leyes que rigen el ejercicio periodístico en nuestra nación. Las que, reconocen y protegen el derecho de la propiedad exclusiva, intelectual de las obras científicas, literarias, artísticas, fruto del intelecto humano: el derecho de autor.
Para subsanar estas carencias de valores y educación de hogar, es necesario, desaprender para abrazar nuevas cualidades…, estamos contestes de que, lo que no se comunica no existe, pero, como la comunicación es una ventana de oportunidades, siempre desde el Periodismo hay debe ser usada, abrazada a la buena norma y a valores universales. Para honrar la máxima: “quién comunica bien siempre acaba triunfando”. ¡La verdad no debe pasar de moda en el Periodismo!
Si bien es cierto que la Era Digital: la internet, esas redes de comunicaciones interconectadas, cambiaron el mundo, y que hoy a través de las distintas plataformas, la población usuaria tiene facilidad de comunicación a nivel mundial, con acceso ilimitado a información. También es innegable, que las y los hacedores de historias, debemos respetar las leyes. Porque eso nos hace ciudadanos y profesionales responsables, honestos.
¿A caso olvidamos que las y los periodistas; comunicadores-as sociales, somos garantes, protectores de derechos humanos y fundamentales?, ¿es que hemos abandonamos la finalidad del Periodismo: un servicio de interés social, que tiene a la información como un bien común?, ¿quizás, descuidamos el primer deber de las y los periodistas, que es la defensa de la libertad de prensa?, ¿estamos distraídos o no deseamos el compromiso de ejercer la profesión con plena conciencia?
Incuestionable, ¡la ética debe primar en la persona trabajadora de la prensa, en los medios de comunicación, ¡sean modernos, digitales o tradicionales! Es asunto de ejercitar moralidad.
Como bien ha precisado la Premio Nobel de la Paz y embajadora de buena voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Rigoberta Menchú, “este mundo no va a cambiar a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos”.
Por eso, es obligatorio que se ejerza este noble oficio; ciencia de la información; actividad profesional de sacrificio y riesgos, apegado a las normas de conducta: la ética y a la moralidad social. Este arte abraza acciones honestas, solidarias, garantistas de derechos humanos, fundamentales de las personas. Por lo tanto, favorecer el derecho de autor de nuestros colegas; citar los créditos cuando usamos sus obras, es parte de este compromiso.
El o la periodista que tome una idea ajena y la haga parecer suya, comete engaño. Una falta a normas nacionales y supranacionales. Además, acciona de espalda al Código de Ética de las y los Periodistas de la República Dominicana. Una desvergüenza, atentado al trabajo profesional, propiedad intelectual, libertad de expresión y difusión del pensamiento…, acción contraria a la misión del Periodismo, que siempre estará apegado a la verdad, al bien común y a la transmisión de conocimientos.
Sin duda, la ética siempre debe acompañarnos en esta y cualquier otra profesión, en la vida diaria. Porque ella, no es otra cosa que la veneración a la vida. El primer paso en su evolución es un sentido de solidaridad con otros seres humanos, decía el pacifista, Albert Schweitzer. Aquel que no usa su moralidad como si fuera su mejor ropaje, estaría mejor desnudo, sentenciaba el ensayista Khalil Gibran.
Por consiguiente, procuremos pues, jamás olvidar, y actuar en consecuencia, de que el derecho a la libertad de expresión, está subordinado a la verdad, al respeto a la dignidad, la honra e integridad: al buen nombre. Es decir, a la buena imagen, honor e intimidad de las personas.
Hasta la próxima entrega.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.