Por:Valentin Medrano Peña
Ciudadania RD Media

Yacía tirado. Consciente de que eran mis últimos minutos en la tierra. La vida me fue arrancada. No lo vi llegar. No lo vi. Mis últimos momentos traían consigo desesperanzas. Pensaba en mis hijos, pequeños aún, ¿Qué sería de ellos?
El primer disparo impactó mi estómago, con el segundo dejó inmóvil mi brazo derecho y luego impactó mi pecho. Estaba solo, solo como nunca antes. Había gente a mi alrededor, yo escuchaba pero no entendía. Eran palabras, oraciones completas sin sentido. Solo pensaba en la familia que me extrañaría y lloraría, y en mis niños, ¿Qué sería de mis niños?
Había conocido a mi asesino. Nos cruzamos varias veces. Fui cortés con él al cruzarnos por vez primera en la barbería. Solía yo hacer chistes con los presentes y lo hacía entonces cuando por primera vez lo vi entrar a ella. Ya casi salía yo, había terminado mi recorte unos minutos antes. Este es el amigo que te dije que ganó el trofeo de basketball me dijeron respecto al visitante. Alto, macizo, un monumento a la perfección corporea, de piel oscura, un tanto tostada. Vestía camiseta deportiva amarilla con líneas negras, jeans y tenis. Sé que cruzamos unas palabras que no alcanzo a recordar. Me fui rápido pues tenía una charla por impartir.
Lo vi otra vez. Estaba entre la muchedumbre del área de comida de una plaza. No hacían muchos días del encuentro anterior, así que lo reconocí de entre la gente. Era tiempo de carnaval y la plaza tenía varias comparsas internas. Ahí estaba él, justamente debajo de la imagen de un Cristo izado en una asta manual que alzaba un comparsero. Quizá era una señal. Tal vez Dios me decía que ahí. Debajo de él estaba quien sería mi verdugo cinco meses luego.
Hubo un tercer encuentro. Esta vez entré a la tienda próxima a la barbería. Él estaba allí. Tenía unas fundas en las manos. Había comprado algo y aún no salía, y me reconoció y abordó. Hablamos unos minutos y me pareció agradable. Tampoco recuerdo lo hablado pero si las expresiones de su rostro, un pequeño guiño en el ojo izquierdo al pronunciar palabras graves y el olor a mentol. Era alguien noble. Una persona buena. ¿Porqué se prestaría para esto? No se llevó nada, no me robó. ¿Porqué lo haría?
Apareció súbitamente. Yo buscaba llegar a casa luego del trajín de la universidad. Lo extraño es que no transitaba mi acostumbrada ruta. Muy pocas veces tomé este rumbo. Entonces. ¿Cómo pudo saber que andaría por aquí? Pareció esperar. Y el fogaso del disparo fue el único menaje. Luego otro disparo. Muero sin saber porque, de manos de quien no parece tener causas. Muero y solo puedo pensar en ¿Qué será de mis pequeños hijos?
Oí más detonaciones. El desalmado siguió disparando a más personas. ¿Porqué lo hacia?Sentí sus almas. Jamás había sentido un espíritu vivo, quizá sólo al morir nace el espíritu y se hace sensible. Sentí su angustia. Me atormentó el sufrir de estos nuevos muertos. ¿Ya estoy muerto? No aún. Respiro muestras mi sangre abandona huidiza mi cuerpo y se interna en la tierra. Busca el polvo. Sentía el clamor y los cuestionamientos de estos espíritus. Me dolía al preguntarme ¿Qué sería de sus hijos?
Hoy es el día. Dudas y expectativas de como sería en breve se develaran. ¿Qué sigue ahora? No me importaba mucho. No sentía dolor por mi mismo o por mis hermanos de infortunio. Solo me seguía preocupando el que pasaría con mis hijos.
(Fin).
Homenaje a los triste y luctuosamente muertos en un colegio de Texas, Estados Unidos por la sinrazón y el extravío. Niños en su mayoría. Esperanzas condensadas. Duele a la distancia. Duele y no encuentra explicación. Allá la pregunta es respuesta y el llanto hace nacer la pregunta de ¿Qué será de esos padres?