Por Dr. José Ricardo Taveras Blanco
Ciudadanía RD Media
![La Crisis de la Reforma Constitucional: Un Análisis Completo](https://i0.wp.com/ciudadaniard.com/wp-content/uploads/2024/10/Captura-de-Pantalla-2024-10-23-a-las-10.41.43-a.-m.png?resize=795%2C802&ssl=1)
Al presidente Donald Trump le sobra abundante inteligencia, sentido común, conocimiento de la naturaleza humana, coraje impetuoso, pragmatismo y amplia capacidad de negociación, pero a pesar de lo mucho que ha aprendido a nadar en el sinuoso mundo de la política le falta bagaje intelectual y la cultura que le ayude a administrar el silencio y el necesariamente impecable lenguaje del jefe del Estado más poderoso del mundo, ojo, que en ningún caso hablo de que ello implique el abandono de la firmeza admonitoria que echa por delante para negociar sus objetivos, el mundo ya lo asume de ese modo.
En efecto, electa la vía de confrontación con los grupos de interés establecidos, el famoso «establishment”», lo que implica, en general y sin generalizar, resulta pues obvio que más que nadie está muy expuesto a ser manipulado, con razón o sin ella, como casi todos en este tiempo en que impera y se inocula la especie del razonamiento líquido.
Es imperativo que Trump y su equipo manejen, no un cambio del estilo que los ha hecho exitosos en la arena del debate opositor, sino la inclusión de la palabra tacto en la esencia de sus estrategias políticas y del uso del adecuado leguaje para su comunicación e implementación, pues, la ausencia de esa conducta una vez se ha accesado a la dirección del Estado puede generar dificultades en la consolidación del legado.
La noticia de hoy es que habló con el rey Abdalá II de Jordania, que llamaría al presidente de Egipto, Gral. Abdelfatah El-Sisi, y que conciliaría con la comunidad de países árabes para “limpiar” Gaza. Por supuesto que con toda razón la noticia da a entender que está proponiendo un desplazamiento masivo para hacer una limpieza étnica en la famosa franja, propuesta para nada compatible con la expresa información de que lo haría en comunión con la comunidad árabe que ha salido a confrontar la absoluta inviabilidad de la propuesta, como de hecho lo viene haciendo el resto del mundo.
Aliados de Trump se han apresurado a aclarar que no está claro su mensaje, conscientes de la necesidad de remendar el error cometido con la propuesta y la agravante del uso de la palabra limpiar en el contexto en que se usó, pues por supuesto es normal el rechazo cuasi universal que viene generando. Donald Trump nunca debe olvidar que lleva a cabo una guerra contra los “administradores” de la información y que éstos estarán felices de manipularlo sin razón o de perifonearlo profusamente en el error, situación que conlleva especial cuidado porque no siempre será infalible a la opinión pública, poder etéreo e intangible con el que siempre tendrá que lidiar prudentemente el poder del Estado.
A esa lucha se le une la ostensible vocación de que el presidente es un fanático procurador de soluciones de fondo a los males que se ha propuesto enfrentar, aunque se aprecien como políticamente incorrectas, pero ambas no lo pueden distraer del objetivo estratégico de consolidar su legado, el cual, en ningún caso debe abrirse paso con propuestas que la inmensa mayoría del mundo no comprendería, como sería el caso de echar a rodar los palestinos del mismo modo en que en el pasado fueron echados a rodar los judíos.
En el caso específico del Medio Oriente el legado de Trump y el mejor papel que puede jugar los Estados Unidos se encuentra en torno al éxito y profundización de los Acuerdos de Abraham, logrados precisamente en su anterior administración, los cuales han sido objeto de un profundo boicot de los sectores más radicales del mundo árabe, con Irán a la cabeza, que auspició y financió el injustificado y criminal ataque del 7 de octubre del 2023, precisamente para impedir que continuaran los avances del reconocimiento del Estado hebreo por parte de las más importantes potencias del mundo árabe, destacadas entre ellas Arabia Saudita. Coronar los objetivos de los Acuerdos de Abraham, sin restar importancia a la orientación de lo que pase con el nuevo poder en Siria, acorralará cada vez más a Irán en su irracional promesa de destrucción del Estado de Israel, restringirá sensiblemente el financiamiento Hamas, Ezbolá y otros grupos terroristas y facilitará la gradual estabilización de la región a niveles tales que a mediano plazo se podría plantear la consolidación de la solución de los dos Estados como una meta viable y pacífica aunque de compleja concreción, cosa que no será posible mientras el radicalismo con prácticas terroristas se sobreponga al Estado, como ocurrió en la propia Cisjordania y Gaza, donde la Autoridad Nacional Palestina ha pasado a ser un cero a la izquierda, así como en Siria y El Líbano, el primero por ser parte de la trama iraní en tiempos de Bashar Al Ásad y el segundo por ser víctima de un conflicto ajeno producido precisamente por el desplazamiento de población palestina, la cual, desde todos los lugares que ha ido, ha luchado hasta la irracionalidad por el arraigo a sus posesiones.
De todo lo antes dicho, es obvio que a la administración Trump le hace falta comprender que a un buen gobernante siempre le hará falta espigar sus palabras y administrar su silencio, ejercicio de vital importancia precisamente para no gastar energías enfrentando las consecuencias de defender objetivos inviables y las naturales manipulaciones que le perseguirán hasta tanto la historia decida poner las cosas en su lugar.