Las Palmas de Gran Canaria EFE).- El Centro Nacional de Inteligencia (CNI), como muchas otras organizaciones públicas y privadas, se enfrenta en estos momentos al reto del relevo generacional: a muchos “baby boomers” (nacidos entre 1949 y 1968) les llega la hora de jubilarse y comienza a producirse una brecha generacional con los perfiles más jóvenes que pondrá a prueba su capacidad de traspasar conocimientos y su cultura organizativa.
¿Quieren los jóvenes españoles de la generación zeta con estudios universitarios acceder al CNI? ¿Qué perfiles exactamente? Es la pregunta que han hecho a 1.361 estudiantes universitarios los investigadores Antonio Díaz, profesor de Criminología y Seguridad de la Universidad de Cádiz, y Cristina del Real, profesora asociada especializada en Ciberseguridad de la Universidad de Leiden (Países Bajos).
Más letras que ciencias
En su estudio, “¿Quién quiere ser el próximo James Bond o Anna Chapman? Explorando los factores asociados a la disposición para ingresar al CNI entre los estudiantes universitarios españoles”, publicado en la revista “Intelligence and National Security”, concluyen que los estudiantes universitarios de disciplinas legales, relaciones internacionales y criminología muestran una mayor disposición para ser los futuros “espías” españoles.
También se muestran más cercanos aquellos zetas con mayor satisfacción con la democracia y una confianza mayor en las instituciones, a la par que suele ser más común encontrar que estén más predispuestos los jóvenes con un perfil ideológico más conservador.
“Si el proceso fuese mucho más transparente, como el cuerpo diplomático, especificando funciones y puestos de trabajo, sería un trabajo más atractivo. No creo que ponga en riesgo la seguridad nacional saber qué tipos de empleo hay, aunque es cierto que ya hay más información que antes, pero cuanta más transparencia, más interesante”, opina Antonio Díaz en una entrevista con EFE.
A su juicio, que los servicios de inteligencia “se abran” es un reto importante que tienen todos las agencias del mundo y que no todas están abordando de igual manera, porque estas organizaciones parten de una estructura y una cultura del secreto muy fuerte, así que no está en su ADN ser “especialmente abiertos”.
Esto contrasta con el espíritu de la generación zeta, que demanda “mucha transparencia, mucha agilidad y mucho tiktok”. “Eso puede chocar un poco con la cultura de la inteligencia. Es un reto que tienen todos los servicios, casi todos están intentando hacer algo y el CNI tiene interés por conocer cómo acercarse más y mejor a los futuros miembros”, asevera el investigador.
Variedad ideológica
Preguntado por la variedad ideológica de quienes ya trabajan en el Centro, y en vista de los resultados de su estudio, Díaz señala que pese a que hay mayor predisposición en aquellos estudiantes conservadores que confían en las instituciones del Estado, “dentro del CNI hay personas de todo tipo y de todo los espectros”.
“Es cierto que es una organización jerárquica y disciplinada, algo que está relacionado con que durante mucho tiempo hubo mucha presencia militar. Eso hace que la cultura organizativa sea como es, pero hay de todo y de todos los ámbitos de la vida”, resalta.
Los perfiles tecnológicos, más codiciados, pero más difíciles
Díaz también apunta que es un problema frecuente para el Centro poder atraer perfiles tecnológicos, de lo que más interesa en este momento, ya que habitualmente suelen disfrutar de mejores condiciones económicas en el sector privado.
“Es muy difícil competir con empresas privadas que te pueden triplicar o cuadruplicar el sueldo. Sí está viniendo gente que ya lleva un tiempo en la empresa privada y le apetece trabajar para una estructura muy profesional y técnica como el CNI o el Centro Criptológico Nacional”, expresa el profesor.
Añade además que es frecuente que quienes ya hayan hecho un poco de dinero en el sector privado quieren “quitarse el gusanillo” de trabajar en inteligencia, incluso si eso conlleva perder algo de ingresos.
La endogamia y los clichés sobre el espionaje
“La endogamia existe en muchísimas organizaciones y el CNI no se escapa de ello, pero no creo que sea tan fuerte como se publica. Algo existe, porque hay un proceso humano de reclutar o seleccionar aquellos individuos más cercanos a ti, pero lo importante es trazar estrategias concretas que ayuden a diversificar los perfiles y representar a todos los sectores de la sociedad”, argumenta Díaz.
Respecto a cómo impacta la cultura popular en la capacidad de captación de nuevos miembros, Díaz considera que no existe una correlación entre los estudiantes que piensan que ser espía “es saltar de un avión” y los que quieran entrar a formar parte del Centro. “Eso es anecdótico y no representa ni un 5 % de los perfiles”, incide.
Asimismo, apunta a que el hecho de que sea un trabajo tan “aventurizado”, porque se tiende a contar la parte más aventurera, desde fuera aleja en cierto modo a las mujeres, que, sin embargo, suelen trabajar en mayor medida para el sector público.
“Cuando la gente piensa en un espía, piensa en alguien que salta por una ventana o se lanza de un avión en marcha. Está muy aventurizado, más que masculinizado”, añade, aunque entiende que esta imagen sea predominante porque “sería un poquito más aburrido” si una serie o película hablase de gente “analizando informes, haciendo escuchas o programando algoritmos”