Por General Rafael Guillermo Guzmán Fermín
Ciudadanía RD Media

Nuestra seguridad interna se encuentra inmersa en un proceso crítico, especialmente la tan esperada y frustrada reforma de nuestra Policía Nacional. En un país donde la seguridad ciudadana sigue siendo una de las principales preocupaciones sociales, cualquier intento de transformación institucional no puede reducirse a simples cambios cosméticos. La verdadera clave del éxito o del fracaso de una reforma se encuentra en un factor tan neurálgico como ignorado; me refiero a la ÉTICA.
La ética como base de la confianza pública
La seguridad ciudadana no puede imponerse, debe construirse sobre una base de confianza y legitimidad pública, legitimidad que nace en la confianza que debería proyectar la institución del orden pues ningún ciudadano sería capaz de confiar en una policía corrupta, abusiva o aliada a intereses dudosos, y es por eso que la ética no es un lujo moral, sino una necesidad operacional.
En tal sentido, de lo anteriormente expuesto asumo el siguiente axioma:
“Sin ética, no hay confianza. Sin confianza, no hay colaboración ciudadana. Y sin integración ciudadana, no hay seguridad pública sostenible”.
De manera que, en las comunidades vulnerables, donde la violencia, el crimen y los puntos de drogas han echado raíces, el comportamiento ético de los agentes policiales puede marcar la diferencia entre una sociedad que se abre al Estado o una que lo rechaza y le teme.
Profesionalismo no es solo entrenamiento, es integridad
Hablar de profesionalizar a la Policía Nacional no puede circunscribirse a entrenar en tácticas operacionales o modernizar equipamiento. Un policía ético es también un profesional mejor formado, pues estará capacitado para tomar decisiones proporcionales, respetando los derechos humanos, evitar el uso excesivo de la fuerza y, sobre todo, entender que su labor es un servicio público, no un privilegio de poder o un “favor” a los ciudadanos, lo que va acorde con el nuevo lema institucional de PROTEGER Y SERVIR.
En efecto, formar policías éticos implica ir más allá de los reglamentos, es cultural. Se trata de formar conciencia, cultivar la vocación de servicio y consolidar una cultura institucional de integridad y respeto.
La reforma no será efectiva si no es ética
Durante años hemos visto reformas fallidas, no por culpa de la institución del orden público, sino por falta de continuidad de Estado. Se cambian nombres, uniformes, hasta jefaturas, pero el problema permanece. ¿Por qué? Porque no se ha tocado el verdadero epicentro: la cultura ética interna.
Si los incentivos internos siguen premiando la obediencia ciega en lugar de la conducta ejemplar, cualquier transformación será pasajera y terminará en otro fracaso.
En este contexto, haré varias recomendaciones que deberían ser incluidas para una verdadera reforma policial:
1. Un código de ética actualizado y aplicable, no como ornamento, sino como una norma dinámica y activa.
2. Evaluaciones éticas como criterio de ascenso, y no solo los años de servicio.
3. Protocolos éticos de actuación, especialmente en situaciones de tensión social o vulnerabilidad ciudadana.
4. Supervisión independiente, con participación civil, para garantizar transparencia.
Los frutos de una reforma ética
¿Es posible medir los resultados de una reforma policial basada en la ética? Por supuesto que sí, y he aquí algunos parámetros:
a) Menos denuncias por abuso policial.
b) Mayor colaboración de la ciudadanía con las autoridades.
c) Reducción del miedo y aumento de respeto y confianza hacia la institución.
d) Mejores resultados en la prevención del delito gracias al vínculo policía-comunidad.
Una oportunidad histórica
El proceso de reforma policial que lidera el actual gobierno, con apoyo de diversos sectores sociales, empresariales y expertos nacionales e internacionales representa una oportunidad histórica. Pero si no se coloca la ética en el núcleo, volveremos a fracasar.
En definitiva, la ética no es teoría. Es práctica. Es acción. Es la columna vertebral de toda institución dentro de un régimen democrático. Y si queremos una Policía Nacional que verdaderamente garantice la seguridad ciudadana, debemos formar agentes que no sólo porten armas, sino que sepan cuándo, cómo y por qué no usarlas.
La reforma de la policía es urgente, pero sin ética será solo maquillaje. Y la ciudadanía ya no quiere cosméticos: ¡quiere resultados!
El autor es miembro del Círculo Delta.