Por José Ricardo Taveras Blanco
CRDmedia

Es cierto que Europa en general y sin generalizar se encuentra en manos de boys scouts por lo que en consecuencia suele ser errática, sin embargo, hace bien en unirse frente a la capitulación del presidente Donald Trump frente al presidente Vladimir Putin, comenzando por flanquear al presidente Volodymyr Zelensky para evitar en primer lugar que sea objeto de una nueva desconsideración como la que de manera arrogante fuera objeto junto a su nación, contra toda regla de educación básica, por no hablar de buenos modales diplomáticos.
No le quito razones a Trump, Ucrania está frente a un dilema: entrega territorio y detiene la guerra para evitar seguir siendo desangrada o libra una guerra larga en la que Rusia termine derrotándose a sí misma por desgaste a largo plazo, el costo en vidas sería invaluable para ambos bandos, pero en el caso de Ucrania tendrá que derramar su sangre a solas por mucho apoyo económico que reciba de Europa, porque hasta nuevo aviso, Estados Unidos resulta obvio que quedará fuera de la ecuación a menos que se produzca un cambio de humor presidencial. Sin embargo, hoy por mi mañana por ti, los principios no se negocian, el principio de que las fronteras no deben ser modificadas por la fuerza es el que merece que la dignidad internacional no ceda ante la diplomacia inmoral de reparto por la que desgraciadamente se viene inclinando el presidente norteamericano para gran satisfacción de Putin, cosa como que no aplica si se tratara de la reincorporación de Taiwán a China y las implicaciones geopolíticas que ello implicaría, que conste, no por la suerte de los taiwaneses.
Comparto con Trump que ciertamente es conveniente un Estados Unidos alejado de los juegos sucios que inspiraron la Primavera Árabe detrás del telón, el tiempo ha demostrado que esa jugada fue ciertamente un estrepitoso fracaso que ha terminado desestabilizando aún más el mundo, además de que demuestra la puerilidad de las políticas de los demócratas, pero, del mismo modo, tampoco podemos aspirar a que se legitime el delirio de Putin de reconstruir de algún modo el dominio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), mensaje que llevara a Alaska a través de la camiseta de su canciller, no podemos aceptarlo por respeto a esas naciones que tienen todo el derecho de redimirse de la miseria sistémica y el cruento sacrificio de la libertad que ha implicado su subordinación a Rusia. Que no se expanda la OTAN, legítimo, es una bandera que Putin tiene todo el derecho de levantar y en el que occidente ha tenido un comportamiento inmoral, pero que siga usando su poder militar para instalar a discreción gobiernos títeres e interfiriendo elecciones como lo acaba de hacer en Moldavia, replicando además su receta de la división artificial de naciones como ya lo hizo en la citada Moldavia con Transnitria, en Georgia donde reconociera la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, así como en otros enclaves de Europa del Este, en ese aspecto merece que se le detenga en una estrategia de mediano y largo plazo en el que son las sanciones efectivas más que la guerra las que deben producir la derrota.

El chantaje nuclear no deja de ser un peligro, lo es y comprendo a aquellos que se inquietan con ello, sin embargo, es cuestión de principio también no ceder a ellos, sobre todo porque no creo que si la guerra se sostiene en los niveles de endurecer las sanciones y dar apoyo financiero y militar a Ucrania sin involucrar terceros ejércitos el tema pueda escalarse, no porque Putin no lo desee sino porque a mediano plazo no tendrá con que pagar y probablemente apagar el frente interno.
Que quede claro, el conflicto escalará más fácilmente si se abandona a los ucranianos porque sería repetir el error de Neville Chamberlain, primer ministro de la entonces todopoderosa Inglaterra, quien liderara a una Europa asustada y genuflexa que asumió una diplomacia de reparto con el Tercer Reich al suscribir en septiembre 30 del 1938 el Tratado de Múnich, con el cual le echaron agua bendita a la invasión alemana de Checoslovaquia y su consecuente anexión de la cadena montañosa de los Sudestes bajo el mismo argumento de Putin de que la mayoría de sus habitantes hablaban alemán, como se aduce que hablan ruso la mayoría de los habitantes de la región del Dombás. A la anexión de los Sudetes le sobrevino el citado Tratado de Múnich y a éste le siguió en marzo de 1939 la ocupación de Bohemia y Moravia, antes incluso de que la URSS replicara el error de Chamberlain al suscribir el Pacto Molotov-Ribbentrop en agosto del mismo año y antes de la invasión de Polonia que fuera por cierto concertada en dicho pacto, precisamente en una diplomacia de reparto la que todos sabemos que terminó como una daga en forma de bumerán en el cuello de Moscú y de todo occidente.
Con lo dicho no me refiero al hecho de que Putin sea una réplica de Hitler, jamás, tiene sentido común y es un estratega fino, ahí no llega, pero de que ello podría implicar un retroceso para las aspiraciones de libertad y desarrollo económico de Europa del Este no tengo la menor duda, razón por la cual, aunque el mundo se beneficie de la paz y tal vez Trump consiga su anhelado Premio Nobel, me niego a negar mi solidaridad a sus causas.