“Hola, ¿hablo con María Corina Machado?”: El Nobel de la Paz que desafía al poder

 

Por Redacción
CRDmedia

Nobel de la Paz: Reconocimiento a María Corina
El remio Nobel de La Paz 2025.

En la madrugada de este viernes, una llamada desde Oslo cambió el curso de la historia venezolana. “Hola, ¿hablo con María Corina Machado?”, preguntó Kristian Berg Harpviken, secretario del Instituto Nobel noruego, minutos antes de anunciar al mundo que la líder de la oposición venezolana había sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2025. El gesto, más que simbólico, fue profundamente político y humano: reconocer a quien, desde la clandestinidad, ha sostenido una lucha pacífica por la democracia en uno de los regímenes más autoritarios del continente.

El Comité Nobel justificó su decisión “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Y en efecto, la historia de este galardón ha estado marcada por figuras que, desde distintas trincheras, han defendido la paz como un principio activo, no como una simple ausencia de guerra.

Desde 1901, el Nobel de la Paz ha sido otorgado a líderes como Martin Luther King Jr., Nelson Mandela, Malala Yousafzai, y Liu Xiaobo. Algunos han sido jefes de Estado, otros activistas, otros mártires. Pero todos han compartido una convicción: la paz no se impone con armas, sino con ideas, con gestos, con resistencia ética.

En este contexto, la elección de María Corina Machado sobre otros aspirantes —como el presidente Donald Trump, quien ha manifestado públicamente su deseo de recibir el galardón— no es casual ni caprichosa. Aunque Trump ha promovido acuerdos internacionales y ha evitado algunas confrontaciones bélicas, el Comité Nobel ha sido históricamente prudente al premiar figuras que, más allá de sus gestos diplomáticos, encarnan una visión integral de la paz.

Porque la paz no es solo evitar guerras con misiles, drones o torpedos. La paz también se disipa en las calles de Chicago, Los Ángeles o Caracas, cuando se reprime a ciudadanos por razones raciales, ideológicas o económicas. La paz se vulnera cuando se encadenan niños, se desmantelan sistemas de salud, o se promueve el miedo como herramienta de gobierno.

El Nobel de la Paz no se otorga a quien acumula poder, sino a quien lo desafía en nombre de los que no lo tienen. No se entrega a quien se enriquece a costa del pueblo, sino a quien arriesga su vida por él. No se concede a quien niega el cambio climático, la ciencia, sino a quien abraza el conocimiento como camino hacia la libertad.

María Corina Machado representa esa paz sutil, cultural, que no amenaza ni se impone, pero que transforma. Su lucha no ha sido por protagonismo, sino por principios. Y quizás, en Oslo, supieron ver lo que muchos no quisieron mirar: que la paz también se construye desde la clandestinidad, desde el exilio, desde la voz que no se apaga aunque la quieran silenciar.

Hoy, el mundo reconoce a una mujer que ha hecho de la resistencia pacífica su bandera. Y con ello, el Nobel de la Paz 2025 se convierte no solo en un premio, sino en un mensaje: la democracia no se negocia, se defiende. Incluso cuando hacerlo significa vivir en la sombra. No en lujosos hoteles ni villas.

 

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