Por José Ricardo Taveras Blanco
CRDmedia

No es la primera vez que la Arquidiócesis de Santo Domingo, Primada de América, es servida por un arzobispo coadjutor con funciones plenas, ocurrió por ejemplo cuando Mons. Hugo Eduardo Polaco Brito relevó en iguales términos a Mons. Octavio Antonio Beras Rojas, quien años después fuera restituido con facultades plenas, siendo trasladado en la ocasión Mons. Polanco con el rango de Arzobispo-Obispo de la Diócesis de Higüey en sustitución del venerable Mons. Pepen. A diferencia de Mons. Ozoria que acaba de hacer pública su queja de que ha pasado a jugar un rol honorífico, a su entender supuestamente por mala administración de la que nunca fue informado, Mons. Beras Rojas guardó estoico silencio, siendo, no solo restituido en el cargo, sino además elevado al purpurado, convirtiéndose así en el primer dominicano en ostentar el rango de cardenal.
Éstos tiempos diferentes a aquellos, me parece transparente que Mons. Ozoria haga saber la verdad de su situación a pesar de que su anuncio no sorprende a nadie, era un “secreto” a soto voce.
Se le debe reconocer como un caballero, hombre discreto, de convicciones que no comparto en algunos aspectos, sobre todo en su errónea concepción del humanismo cristiano con el fenómeno de expulsión de población de Haití, pero lamentablemente se debe reconocer que bajo su liderazgo la iglesia católica ha palidecido en niveles hasta ahora no vistos. A pesar de todo, merece el respeto de que, hasta su forzoso cuasi retiro actuó al servicio de sus convicciones sin polemizar.
Ahora nos toca orar por la esperanza de un liderazgo que impulse una iglesia más presente, pero no tanto como para olvidar que además de universal es dominicana y que Jesús dijo: “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.”