
En silencio, cada día se repite una realidad dolorosa en escuelas y colegios: niños y niñas que enfrentan miedo, soledad y sufrimiento. El bullying no es un simple juego de palabras hirientes; es un acoso persistente que se manifiesta en burlas, insultos, aislamiento y, en ocasiones, llega hasta los golpes y la exclusión.
Entre esas historias está la de Stephora Anne, una niña que había cumplido apenas 11 años el pasado 5 de noviembre. Hija única, su llegada al mundo fue considerada un milagro por su madre, quien había sufrido tres embarazos perdidos antes de verla nacer prematuramente, a los seis meses de gestación. “Stephora es mi milagro”, repite con orgullo y dolor su madre, recordando la fortaleza con la que la pequeña enfrentó la vida desde sus primeros días.
Stephora encontró en el modelaje infantil una forma de protegerse del bullying y de reafirmar su identidad. En las pasarelas y sesiones fotográficas descubrió un espacio donde podía brillar, sentirse segura y demostrar que su valor iba mucho más allá de las burlas de sus compañeros. Convertirse en modelo fue su manera de resistir y transformar el dolor en fuerza, de mostrar que detrás de cada niño acosado hay un talento y una historia que merece ser reconocida.
La historia de Stephora es también un llamado de atención: el bullying no solo deja cicatrices emocionales, sino que puede marcar profundamente la vida de quienes lo padecen. Su caso recuerda la urgencia de que familias, escuelas y autoridades trabajen juntas para construir entornos seguros, donde cada niño y niña pueda crecer con dignidad, respeto y sin miedo.