Por: Héctor Silvestre hijo
Ciudadanía RD Media
En los siglos XV y XVI, en Europa, con epicentro en Italia, se produjo todo un TERREMOTO REVOLUCIONARIO sin precedentes en las ciencias, en las artes, en la cultura.
La Europa de la Edad Media había despertado para dar paso a nuevas concepciones y novedosas visiones en los diversos campos del saber: el Renacimiento.
A partir de aquí varios personajes destacan, uno de ellos es Galileo Galilei.
Galilei nació en Pisa, Italia, un 15 de febrero de 1564. Desde muy joven mostró una clara inclinación por las matemáticas y más tarde, este mozo italiano, pondría en evidencia una rigurosa vocación por otras ramas de las ciencias y las artes.
En 1609 perfeccionó el telescopio, que ya existía. Con la nueva herramienta observó el universo como nadie lo había hecho antes. Como resultado de sus “miradas” nocturnas en el espacio, Galileo pudo comprobar, por primera vez, que la tierra no era el centro del universo, como se había pensado desde los orígenes mismos de la civilización y, por supuesto, entre otros planteamientos no menos importantes.
De inmediato Galileo, el principal defensor de la teoría heliocéntrica de Copernico, fue censurado por la IGLESIA y las autoridades. Los jesuitas lo acusaron de hereje.
Fue llevado a los tribunales, condenado a prisión domiciliaria de por vida y obligado renunciar a sus teorías. Se dice que un indignado Galileo susurró: “y sin embargo, se mueve”. Se refería a la Tierra.
En octubre de 1992 (359 años después) el Papa Juan Pablo II, ante la Academia Pontificia de la Ciencia, pidió perdón en nombre de la iglesia por aquella injusta condena.