La Intransigencia es Nociva

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Dr. Marino Vinicio Castillo R.
La Pregunta

Dr. Marino Vinicio Castillo R., presidente del partido FNP.

Los momentos son delicados; nadie en su sano juicio lo pondría en duda. De consiguiente, lo prudente es oir y analizar con una serenidad que permita apreciar por dónde vienen los peligros y saber exactamente cuáles son éstos para enfrentarlos.

La Reunión Conjunta del Congreso, denominada Asamblea sólo por su solemnidad, que cada 27 de Febrero se celebra para recibir una rendición de cuentas de los distintos Ministerios, tiene el atractivo de que quien habla para transmitir tal informe es el Presidente de la República. Una versión aproximada de lo que se hace en otros Estados de gran desarrollo bajo el nombre de El Estado de la Nación; es decir, cómo han ido las cosas en el año precedente.

Hay que distinguir cuidadosamente entre los temas que se plantean; el pueblo, que tiene todo el derecho a oír y opinar sobre lo que esos Ministerios han reportado como descripción de su desempeño durante el último año, se protege así mediante una información de un nivel constitucional. Esa rendición de cuentas es inmanente del mandato popular para que el gobierno administre al Estado: vale decir, que, si el mandante, que es el pueblo, no cree y se queja de inexactitudes, exageraciones, manipulaciones, impericia, etc., es lógico entender que lo debe expresar a través de sus estructuras de representación y ésto necesariamente cae en un proceso de calificación crítica al transmisor de esos resultados, que es el Primer Mandatario, el Presidente.

Si éste no se cuida y deja que sus Ministros no digan toda la verdad, como una manera de ofrecerle solidaridad, asumiéndolo como logro del gobierno, entonces las críticas pueden ser enconadas y severas manifestaciones de intransigencia que, en principio, son válidas.

Los partidos de oposición, naturalmente, se favorecen de esa inconformidad pública y la fomentan con sus interpretaciones, necesariamente interesadas. Y no hacen nada indebido y su no aceptación del optimismo triunfal del orador es una manera de fortalecer el ejercicio democrático. Hasta ahí no hay intransigencia nociva, sino desaprobación airada, a veces excesiva, otras entendibles.

Ahora bien, hay tópicos de una índole radicalmente diferente. Los asume el Presidente como propios y los expone y defiende. La forma en que lo hace debe ser rebatida, o aprobada, según se aprecie públicamente, ya como algo que no proviene de la rendición de cuentas, sino que corresponde a otra etnia de temas, que pasa a ser parte de debates, y ahí es donde la intransigencia, siempre posible, cobra mayor colorido, aunque suele aparecer su nocividad.

Tal sería el caso de un Presidente que presente un proyecto de ley, o haga unas promesas de cosas por hacer. La oposición tiene pleno derecho a rebatirlo acerca de la pertinencia del proyecto de ley o de la viabilidad de la obra. Todo eso es deseable y comprensible.

Sin embargo, hay cosas tan importantes como la revelación de peligros nacionales que afecten aspectos tan respetables como la condición de Estado Libre, Soberano e Independiente, que vengan a ser acompañadas, que es el caso, por una petición de abrir un proceso de Unidad Nacional de todos los sectores sociales, económicos y políticos, sobre las cuales no debe producirse ninguna manifestación de intransigencia. Inocua, no sería en ningún caso, pues debilita en la percepción mundial el grado de cohesión de un pueblo respecto al rechazo de lo que entienda con sus peligros fundamentales.

Entonces, no puede, ni debe, haber intransigencia, por lo que implica su mención de convocatoria. Si no se cree en esos peligros considerándolos irreales o fabulados, se puede admitir la oposición a tal denuncia, pero habría que fundamentarla, al censurar puntualmente el discurso en ese aspecto, no ficharla dentro de un rechazo general de la alocución, pues es un llamado demasiado exigente de respeto y lo que cabe, más bien, es asumir una actitud de llamado al cumplimiento de deberes.

Callar, si se quiere, y si se decide hablar, por lo menos en principio, decirle al Presidente: “Celebramos su reconocimiento de los peligros y estaríamos dispuestos a participar en todos los esfuerzos necesarios para promover la seguridad de la Patria de todos.” Decirle, además: “Presidente, le tomamos la palabra, aunque estamos bien claro que no estamos de acuerdo con las demás partes del discurso.”

De no hacerlo así, se estaría incurriendo en una cerrazón indeseable, porque se trata de un tema de máxima importancia y no se debe minimizar al englobarlo y no separarlo, según corresponde al rango de su naturaleza.

Quiero hacer un ejercicio muy personal, que quizás ayude mi esfuerzo por la comprensión sana de lo que trato, y digo: “Presidente, su discurso me ha impresionado, no sólo por su contenido en lo que afecta a la defensa de la Soberanía, sino también por el énfasis y la emoción convincentes, empleados para ofrecer sus graves preocupaciones y sus categóricas determinaciones de ser un defensor sincero y responsable de nuestra independencia”

Y sigo diciendo: “Era hora de hacerlo, porque la Nación, que le ha oído decirlo en otros ámbitos menos solemnes, se vino llenando de sospechas de insinceridad de su parte. A ésto contribuía su propio Gabinete, que todavía mantiene su composición, a pesar de que han sabido marcar diferencias radicales con las posiciones anunciadas por usted a escala mundial, como titular exclusivo de la conducción de la Política Exterior, según el mandato constitucional.”

Voy más lejos y le digo: “¡Qué buena ha sido la lección dada a los Organismos internacionales, y con ello al mundo!, en cuanto a que somos nosotros los únicos responsables de dictarnos nuestras políticas, más allá de sus siniestras pretensiones de cogobernar. Su gesto es de indudable coraje. ¡Qué bien estuvo lo del Muro de organización fronteriza, así como el llamado a la Unidad Nacional en un gran Pacto!.

“Sin embargo, creo que usted incurrió en el error de hacer algunas comparaciones dentro de otro tema sensitivo, el migratorio, pues fueron épocas distintas, de escenarios diferentes: A Leonel Fernández le tocó la tragedia del Terremoto del año 2010 en Haití, y no era tan visible el derrame de población y se hacía plausible la piedad internacional ante aquella ocurrencia tan dolorosa.”

“A usted, en cambio, se puede decir que el sismo de Haití sólo fue una señal de la Apocalipsis que le ha correspondido manejar. Ya se trata de una ocupación por el terror deliberadamente producido mediante la participación de bandas criminales armadas fuertemente, que ya dominan virtualmente el territorio vecino.”

“Como se advierte, sus esfuerzos han debido de ser más terminantes por lo mucho que avecina el fenómeno la tragedia de nuestra paz.”

“De los dos períodos intermedios precedentes, sólo se podría decir que fueron horrores migratorios lo que incubaron, sobre todo, aquella ocurrencia insólita de aprobar la obscena Ley 169-14, con la misión de destruir vilmente el Templo que fuera el Fallo 168-13 del Tribunal Constitucional. En fin, las comparaciones de la intensidad de las deportaciones de ilegales no eran pertinentes ni prudentes, en un momento de llamado a la Unidad.”

Como se advierte, sólo es un ejercicio muy personal el que hago, buscando una prueba de lo que entiendo que deben ser las críticas a esa iniciativa tan crucial que se ha propuesto; no hacerlo, indefectiblemente le abre paso a la mayor nocividad de la intransigencia.

Hago una deriva muy propia de estos tiempos de pandemia. Pienso, que los errores que se puedan estar cometiendo, o por cometer sobre ese aspecto tan delicado, pueden alentar a los peores intereses antinacionales a ensayar experimentos de poder torpes y dañinos en grado sumo.

Voy a hacer algunas puntualizaciones respecto a esta reflexión: No descarten que puedan aparecer los llamados outsiders, señalados como los que tendrán cabida en el aprecio público, según los venenosos dardos que desde la Sociedad Civil se vienen lanzando como “ofertas nuevas de verdaderos innovadores y emprendedores, ajenos a la actividad política, pero que cuentan con éxitos gerenciales estupendos en otros ámbitos.”

Y es en un contexto de tal tipo, donde el marketing se sabe aposentar con sus recursos hábiles para el atontamiento del pueblo y cuando aparece el inefable Dolus Bonus de la oferta de candidatura superior, campeando por su respeto.

Lo manejan como una operación comercial de oferta y se aprovechan de que ese desconocido que promueven se puede aceptar porque es muy idóneo para el alto cargo que es la presidencia. Y así pueden mentir impunemente.

Sería todo ésto parte de la hazaña de forjar un estadista, sin necesidad de luchas ni discurso. Este sería montado en base a “fórmulas nuevas de la eficiencia”, “muy superior a la casta desacreditada de la política.” Está por darse plenamente la peripecia y ya comienzan a propalar versiones como ésta: “El discurso de Abinader no ha generado ningún interés en los partidos de oposición”; “No impactó para nada el discurso”, se dice, con la maliciosa intención de reburujar los temas y establecer como veredicto que “el discurso fue despreciado, porque todo lo que planteó fue una extensa manipulación”.

Atiendan ustedes ésto, por favor. Lo que quieren decir es que el Presidente fue una especie de expositor vacuente de amañamientos, que no mereció ningún respeto. Incluso, en lo relativo a la reafirmación de los peligros de nuestra Soberanía e Independencia.

¿Ven ustedes el punto sutil de banalizar el tema trascendental, borrando su importancia a nivel del descreimiento, ante todas las afirmaciones de los Ministros en la rendición de cuentas transmitida por el Jefe de Estado, de quien los partidos de oposición y la sociedad, en general, hicieron poco caso? Y lo más pernicioso es que la cháchara electoral sigue dando motivos para que le desprecien y parece animada con la idea de establecer que Abinader no dijo nada que valiera la pena.

El pueblo queda así muy indefenso ante esos tipos de maniobra; lo nublan de esta manera y se dicen sorprendidos cuando las voces consecuentes con la causa nacional, afirman: “No, no. Al contrario, Abinader ha planteado la cuestión más trascendental, de vida o muerte, de la Nación. Hay que oírle y animarle a que obre en consecuencia, pues esa defensa es desesperadamente necesaria, ahora más que nunca, cuando los riesgos del naufragio de todos son inmensos.”

Decirle ésto, aunque por algún resentimiento no se quiera reconocerle ese mérito. “Sí, Presidente, es verdad lo que usted acaba de reconocer, pero esa es una tarea que no haría usted como la podríamos hacer nosotros, una vez alcancemos el poder; en todo caso, inténtelo en lugar de nosotros, que sólo queremos llegar al poder porque la Patria nos necesita.”

En una reacción como esa no habría nobleza; sería muy nociva porque se rehúsa la convocatoria a un Pacto de Nación como poderoso esfuerzo protectivo de nuestros valores superiores como Estado Nación.

En suma, lo verdaderamente procedente es la unidad acerada del conjunto del gentilicio dominicano, porque las fuerzas a resistir y vencer son descomunales.

El espacio me cierra las puertas y paso a mis preguntas: ¿Creen ustedes que razonar y propalar convicciones acerca de estas cosas tan sensitivas, es una necesidad en estos momentos? ¿Creen ustedes que es ocioso hacerlo? ¿Merezco algún respeto por intentarlo? Como siempre, dejo en manos de Dios nuestra suerte.

Redacción
Author: Redacción

Medio digital de comunicación de República Dominicana

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