El prestigioso galardón va para la activista iraní, que actualmente está encarcelada en su país, y también reconoce el movimiento de protesta ‘Mujer, vida y libertad’
GINA TOSAS
El Nobel de la Paz de este año es un mensaje directo contra la represión de la República Islámica de Irán. El prestigioso galardón va dirigido a la periodista y activista de los derechos humanos en Irán Narges Mohammadi, según dio a conocer el Comité del Nobel noruego ayer desde Oslo. Mohammadi lleva entrando y saliendo de la cárcel injustamente desde hace más de una década debido a su activismo. Actualmente cumple múltiples condenas en la prisión de Evin, en Teherán.
El comité premió a Mohammadi “por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán y su lucha para promover los derechos humanos y la libertad para todos”, señaló su presidenta Berit Reiss-Andersen.
Con el galardón, el jurado noruego también quiso “reconocer a los cientos de miles de personas que se han manifestado contra las políticas de discriminación y opresión del régimen teocrático contra las mujeres”. Con esta intención iniciaba su discurso la presidenta del comité, que pronunció las palabras “zan, zendegi, azadi” (“mujer, vida, libertad”, en farsi). Este fue el grito de las protestas masivas que estallaron en el país tras la muerte de Mahsa Jina Amini, la joven kurda iraní de 22 años que murió bajo custodia de la policía de la moral en septiembre de 2022.
La “valiente lucha” de Mohammadi, continuó Reiss-Andersen, “ha tenido enormes costos personales. El régimen iraní la arrestó 13 veces, la condenó cinco veces y la condenó a un total de 31 años de prisión y 154 latigazos. Mohammadi sigue en prisión”. Entre los delitos de los que se le acusa está la de difundir propaganda contra el gobierno iraní. Desde la cárcel, Mohammadi realizó varias entrevistas a otras reclusas sobre las condiciones penitenciarias, que incluyó en su libro Tortura blanca, cuya publicación añadió más años a su última condena de diez años y ocho meses de prisión.
El comité fue un paso más allá al instar a Teherán, que ha condenado el premio, a liberar a Mohammadi: “Si las autoridades iraníes toman la decisión correcta, la liberarán para que pueda estar presente para recibir este honor (en diciembre), que es lo que esperamos”, afirmó su presidenta. La agencia de noticias afín al gobierno iraní Fars afeó a “Occidente” que galardonara a la activista “por sus acciones contra la seguridad nacional de Irán”.
Nacida en Zanjan, a 300 kilómetros de Teherán, en abril de 1972, Mohammadi estudió física e ingeniería, pero ya de joven creó un grupo donde se discutían aspectos sociales y políticos. Su activismo le vino de familia, donde varios de sus miembros habían pasado por la cárcel. En esa época de estudiante conoció a su marido, Taghi Rahmani, a quien encerraron durante 14 años, lo que la empujó todavía más hacia el activismo.
“Este premio Nobel alentará la lucha de Narges por los derechos humanos, pero lo más importante es que es, de hecho, un premio para el movimiento Mujer, vida y libertad”, aseguró Rahmani, en una entrevista difundida por Reuters en su casa de París, donde se exilió tras salir de la cárcel mientras que su mujer se quedó para continuar con su lucha por los derechos humanos.
Mohammadi, madre de dos mellizos que rozan la veintena, trabajó en los noventa en varias publicaciones reformistas, entre ellas la única revista que abogaba por los derechos de la mujer. Fue también subdirectora del Centro de Defensores de los Derechos Humanos de Irán, organización no gubernamental dirigida por la también Nobel de la Paz en 2003, Shirin Ebadi. Mohammadi fue una de los tres periodistas iraníes encarceladas que recibieron el Premio Mundial de la Libertad de Prensa de la UNESCO a principios de 2023.
Desde las Naciones Unidas resaltaron que el reconocimiento del Nobel sirve para destacar “el coraje y determinación frente a las represalias, la intimidación, la violencia y las detenciones que sufren las mujeres iraníes”, y que son “una inspiración para el mundo”, en palabras de la portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU, Elizabeth Throssell.
Mientras que la elección de este año sirve como denuncia a la opresión del régimen de los ayatolás, el Nobel de la Paz del 2022 se leyó como una advertencia a Vladímir Putin y sus aliados. En esa ocasión el galardón fue compartido por Alés Bialiatski, un defensor de los derechos humanos que Bielorrusia ha condenado este año a diez años de cárcel; la organización rusa de derechos humanos Memorial, ilegalizada en su país; y el Centro para las Libertades Civiles de Ucrania.
El jurado que elige a los ganadores lo forman cinco miembros académicos y ex políticos. Es independiente pero está designado por el parlamento noruego. El comité dice que ha recibido 351 nominaciones para el premio de este año, incluidas 259 para individuos y 92 para organizaciones.
El Nobel de la Paz es el único de los seis galardones que se otorga y se entrega fuera de Suecia, en Oslo, por deseo expreso del fundador de los premios, el magnate sueco Alfred Nobel, ya que en su época Noruega formaba parte del vecino país. “Sólo abrazando la igualdad de derechos para todos podrá el mundo lograr la fraternidad entre naciones que Alfred Nobel buscó promover”, dijo Reiss-Andersen.