Por: Narciso Isa Conde
CRDmedia
La arrogancia frente a Haití, el desconocimiento de la psicología haitiana y la politiquería electoralista… llevaron a Abinader, a su Canciller y sus mercadólogos, a convertir el diferendo del Canal haitiano en una aparente confrontación político-militar.
A esa militarización “allantosa” de la frontera, el pueblo haitiano, que no tiene ni cadenas que perder, le sacó la lengua. Igual a la teatral amenaza de guerra. Por efecto boomerang se unificó y movilizó Haití contra él y su gobierno.
A los ultimátum -poniendo como condición detener la construcción del canal para dialogar- le hicieron el caso del perro. Las amenazas del cierre de fronteras, y el cierre absurdo de la misma, le echaron más leña.
Es que Abinader y sus consejeros no entienden que los haitianos y las haitianas no se sienten a menos, por más humildes que sean, frente a quien se considere superior por razones de clase o poder. Son insumisos/as, y aún esclavizados/as se sentían libres. Eso es parte de su cultura africana- comunitaria. Para ellos las razas es un invento cultural occidental. ¡Somos seres humanos!
Abinader tampoco asume que la cuestión migratoria nos es un tema militar Y todavía peor: pretende ignorar que a esa frontera no hay manera de cerrarla, ni siquiera por poco tiempo. La cerró y ella se fue conflictuando y abriendo tortuosamente, por necesidades imperiosas, por el negocio militar, por intereses del gran capital y por la presión del mercado; y la parte haitiana lo sabe.
Ante esa realidad, improvisaron la reparación del Canal de La Vigía como chantaje y “bajadero”, prometiendo flexibilizar el cierre fronterizo cuando concluye la obra; lo que mostró debilidad y pobre autoridad, no importa cuántos generales colocara a su lado y detrás, tutelados por el Comando Sur y el Sionismo.