Por Juan Carlos Rodriguez (JCR)
Político y Comunicador Social
Mucho hemos visto en estos tres años del gobierno del actual presidente dominicano, Luis Abinader, quien inicio su gobierno en un estado de excepción y rápidamente se sintió muy cómodo recurriendo a mecanismos de represión utilizados solo en los tiempos de la dictaduras.
Muy pocos nos llamaríamos a imaginar que 60 años después volveríamos a estar viviendo en una nueva dictadura en la República Dominicana, como esa que vivimos recientemente en tiempos de la supuesta pandemia del Covid, donde fuimos privados de todos nuestros derechos fundamentales, cómo el derecho a la libre movilidad, el derecho a trabajar, a educarnos, a ir a los supermercados y hasta a entrar a los bancos a retirar y utilizar nuestro propio dinero, si no obedecíamos el mandato del jefe, de inyectarnos una formula experimental, con lo que él y sus socios hacían un multimillonario negocio.
Debemos confesar que fueron tiempos nuevos para todo el pueblo dominicano, de manera tal, que pocos pudimos advertir que el actual mandatario se acostumbraría y se inflaría al punto de creerse el cuento que podía llegar a convertirse en un pichón de dictador latinoamericano, dispuesto a plantar una dictadura en la patria de Duarte, Sánchez y Mella; patria que tanto ha luchado por su soberanía, su libertad de expresión y su derecho a ser libre e independiente.
En el transcurrir del tiempo el iluso pichón, continuó avanzando en la complicidad del silencio su agenda de secuestrar nuestra patria y crear junto a perversas agendas internacionales un nuevo estado dominicano, que consistía en fusionarnos con nuestro vecino, el pueblo haitiano; y aun así pocos fuimos capaces de ver hacia dónde nos encaminábamos, bajo la dirección del estado en manos del traidor y aspirante a convertirse en el nuevo tirano caribeño, y aún así, repito, pocos lo veíamos venir.
Solo algunos pocos dominicanos nos dábamos cuenta de que todo iba cambiando. De un momento a otro los vecinos haitianos duplicaron radicalmente su presencia en el país, inundaron nuestros hospitales, nuestras maternidades, nuestras escuelas y todos los barrios y sectores populares del país; en un momento llegamos al punto donde ya no teníamos cupos en las aulas para los niños dominicanos, un plan macabro del dictador para pronto remplazar los dominicanos de su territorio y dejarlos con menos oportunidades educativas, laborales y de salud, y lamentablemente muchos no lo veían venir o hacían caso omiso a las señales y los cambios.
Rápidamente vimos un acelerado y descontrolado aumento de la deuda externa, un total abandono de la producción agrícola, avícola y ganadera local, con el único fin de llevar a nuestros productores locales la quiebra y posteriormente al exterminio, para llevarnos a depender de las importaciones que solo el estado controlaría y así colocarnos en una sumisión por dependencia, para poder alimentarnos y poder sobrevivir en nuestra propia patria. Algo tan simple cómo el pan llegó a ser importado para que los productores locales quebraran, pero igual, muy pocos lo vimos venir.
Solo después de un tiempo, se cayó el velo que muchos no querían o no se atrevían a descubrir y aceptar y vimos cómo el pinche tirano, ya muy descaradamente daba riendas sueltas a su agenda de control absoluto del pueblo dominicano, mandando a su congreso, del cual tiene absoluta mayoría, proyectos de ley qué iban quitándole los derechos a los dominicanos y dándole preferencia y autonomía a los extranjeros, a su selecto grupo de empresarios y a los empresarios extranjeros, haitianos en su gran mayoría, como los que se encumbran en el palacio nacional y tienen el control incluso de nuestros documentos mas esenciales, como los pasaportes, hoy controlados por el empresariado haitiano. Todo con el fin de darle más fuerza y empuje a su macabro plan de unificar la isla, quitarle los derechos a los dominicanos y crear un estado totalmente dependiente del mandatario y sus secuaces, pero muchos no lo vieron venir.
Y siguieron surgiendo las señales, como el secuestro de los subsidios sociales, los actos políticos en las dependencias militares, el secuestro de las elecciones gremiales de los profesionales del derecho, en complicidad con altos tribunales y hasta la conformación de un tribunal constitucional hecho a la medida, con familiares de personalidades del actual gobierno y hasta empleados directos del presidente; estas y otras tantas situaciones nunca antes vistas en nuestra historia democrática. Y así llegó el día de darnos el golpe de gracia y colocarnos en jaque para atestarnos la estocada final, con el plan macabro que encarnaría la mano de represión para privarnos de todos nuestros derechos fundaméntales o más bien, de arrebatarnos incluso, el poder y la libertad de luchar y defender nuestros derechos; con su nuevo plan llamado DNI, promulgado sobre leyes que violen.
Todo esto sería fácil lograr para el pichón de tirano Luis Abinader, ya qué cómo hemos podido ver los últimos tres años se ha hecho del control absoluto de la prensa nacional, del poder legislativo y los jueces de los principales tribunales superiores, quienes han dejado muy mal paradas y muy cuestionadas su facultades de imparcialidad e independencia. Con este control y la posibilidad de hacer y deshacer nuestras leyes para reacomodarlas a sus propósitos, el actual mandatario pretende instaurar una dictadura blanda o dicta blanda, como la montada por el gobierno de Dámaso Berenguer en España, denominada “dictablanda” por la lentitud y la poca dureza que ejerció durante este proceso. Por ejemplo, la Ley 1-24 del DNI, cuyas acciones no serían ilegales, porque estarían amparadas en las leyes que el mismo presidente se fabricó, le facilitaría al tirano detener, extorsionar, manipular e inhabilitar a cualquier líder de oposición o voces disidentes que se levanten en oposición a la instalación del nuevo régimen.
Es por esto, que ya comprobadas todas estas maquiavélicas intenciones, sus acciones y sus actuales y futuras consecuencias, es preciso que todo el pueblo dominicano se levante y salga masivamente a defender su democracia y su constitución en cualquier terreno posible , conscientes de que no existe ni existirá mejor oportunidad para hacerlo, que las próximas elecciones municipales de febrero y las congresuales y presidenciales de mayo, dándole un voto de repudio a Luis Abinader y sus ínfulas de convertirse en el nuevo dictador de América, diciéndoles con más de un 70% de los votos que no lo queremos ni a él , ni a ningún pichón de dictador que pretenda robarlos las conquista que desde tiempos hemos ganado a sangre, sudor y lágrimas.