Por Carmen Imbert Brugal
Ciudadanía RD Media

El inicio del mes de la patria permite mezclar nostalgias y certezas. Preguntas e interpretaciones. De nuevo el repaso de errores y omisiones, esa manera de distorsionar el origen de la República para confirmar el desinterés por la historia que permite repetir equívocos y desdeñar el patriotismo como si se tratara de un lastre inútil y peligroso.
El decreto 36-1997, además de establecer la conmemoración que inicia el 26 de enero, fecha del natalicio de Juan Pablo Duarte, hasta el 27 de febrero, Día de la Independencia e instaurar “La Semana de la Soberanía Nacional”, del 10 al 16 de agosto, crea la “Comisión de Efemérides Patrias” encargada de la preparación y organización “de los actos y festejos apropiados para conmemorar las más gloriosas jornadas históricas que han ocurrido en la vida de la República, así como exaltar a los más destacados valores humanos que han luchado por la conservación y desarrollo de la nacionalidad dominicana”.
La maleabilidad criolla esa que interfiere decretos, leyes, resoluciones, plazos, podría adelantar el inicio del mes de la patria para comenzar el día 16 de enero y reivindicar el “Manifiesto de los pueblos de la parte este de la isla antes española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana”.
Para evitar agravios fue creada la tríada patriótica y todavía algunos pretenden añadir más espadas. El mes de la patria tiene más de 30 días desde el año 2021 cuando un senador propuso incluir el día 9 de marzo en “el mes”, para honrar a Francisco del Rosario Sánchez.
Con o sin los acotejos para inicio y fin del mes de la patria, cada día es más patético el desdén por la historia. Cuando se comentaba la desaparición de la enseñanza de la historia dominicana en las aulas, la mayoría atribuía la especie a una invención delirante de minorías, hoy es una verdad irrefutable. El libro de “Ciencias Sociales” incluye párrafos farragosos para explicar de dónde venimos y quizás por eso importa poco donde estamos y qué debemos defender. Hablar de patria avergüenza, es señal de atraso, negación de la universalización. Las banderas se destiñen, el escudo cambia su diseño para adecuarse a la inspiración del artista que modifica laureles y cruces. Las arengas y la evocación de nuestras epopeyas están ausentes de los discursos oficiales.
La dominicanidad está fuera del territorio, forjada en la añoranza, alimentada por olores y sabores, exacerbada con la visión de una bandera, con el eco de “quisqueyanos valientes” y el sonido de un acordeón.
Porque la patria es sentimiento, identidad. La expatriación puede ser en la patria misma. La apatridia emocional ocurre por opción, por ausencia de identificación. Ni de aquí ni de allá, ni mandinga ni carabalí.
Vuelve a la memoria el desafío de Pedro Mir convertido en decepción. ¿Quién pelearía hoy por la patria? “Porque apenas surge la realidad y se apresura una pregunta ya está la respuesta. Si alguien quiere saber cuál es mi patria no la busque, no pregunte, porque tendría que pelear por ella”.