La caída de Bashar al Asad

 

La caída de Bashar al Asad: El fin de una dinastía de autócratas
Combatientes de la oposición siria celebran la caída del gobierno en Damasco el domingo. Omar Sanadiki/Associated Press

Por Elda Cantú

El fin de semana cayó el régimen de Bashar al-Asad y, con él, una dinastía de autócratas.

Asad, heredero de una familia que gobernó Siria con mano de hierro durante medio siglo, es ahora refugiado político de Moscú, según dijeron las autoridades rusas. El país ha estado inmerso en una guerra civil por más de una década en la que Irán, Rusia y Hizbulá apoyaron al gobierno.

Un retrato destruído del líder sirio destituido Bashar al Asad en un puesto de control fronterizo abandonado en Masnaa, Siria, el lunes. Daniel Berehulak/The New York Times

El lunes, miles de ciudadanos abarrotaron las calles expresando júbilo y otros tantos intentaban llegar a Saydnaya, un centro penitenciario que alberga muchos presos políticos y ha sido denunciado como escenario de graves violaciones a los derechos humanos. Buscaban a sus seres queridos.

Pero no hay calma ni paz entre los sirios. Aún se desconoce qué rumbo tomará el país y cómo se realinearán las alianzas en Medio Oriente. “Siria es el barómetro de cómo está cambiando la dinámica del poder en la región”, dijo una experta la semana pasada y vaticinó: “Se avecina un periodo de caos en una región que ya está en llamas”.

Esto es lo que sí sabemos hasta ahora:

  • Doce días que cambiaron un país. Militantes rebeldes, que en los últimos años se han profesionalizado y disciplinado, lanzaron una ofensiva veloz en las últimas dos semanas, cuando las potencias extranjeras que sostenían al régimen estaban distraídas con los conflictos en Gaza, Líbano y Ucrania. Desde su bastión en el noroeste, rápidamente fueron capturando ciudades clave como Alepo hasta llegar a Damasco, la capital. Así captaron los capitalinos la caída de la principal ciudad del país con sus celulares.
  • Los rebeldes. La oposición a Asad a menudo era un conjunto dispar de facciones insurgentes, en ocasiones enfrentadas entre sí. En esta ocasión, los rebeldes opositores se galvanizaron bajo el liderazgo de Hayat Tahrir al-Sham. El grupo, antes afiliado a Al Qaeda, dice buscar la “liberación del Levante” y sigue una interpretación estricta del islam. Los insurgentes habían estado llevando a cabo ataques contra blancos gubernamentales para derrocar a Asad.
 
Combatientes de la oposición siria celebran la caída del gobierno en Damasco el domingo. Omar Sanadiki/Associated Press

 

  • La diáspora y Turquía. Muchísimos sirios habían escapado de la represión en su país. Unos 4 millones se han refugiado en Turquía y los costos económicos y sociales de esa generosidad se han convertido en problemas políticos importantes para el presidente Recep Tayyip Erdogan. La situación representa una oportunidad para que el gobierno turco amplíe su influencia en la frontera con Siria.
  • ¿Otoño sirio? El avance de los rebeldes ha suscitado comparaciones con las revoluciones de la Primavera Árabe de 2011, que derrocaron a líderes autoritarios en Egipto, Libia, Túnez y Yemen. “Dada la complejidad de la dinámica interna de Siria, hay quien piensa que es más probable que la marcha de Asad agrave las fisuras dejadas por los 13 años de guerra del país”, escribe en un análisis Patrick Kingsley, reportero del Times que hace una década cubre las consecuencias de la Primavera Árabe. “Pero otros analistas afirman que es precisamente por su experiencia en tiempos de guerra” que los sirios tendrían la capacidad “de lograr lo que sus homólogos en Egipto y otros lugares no pudieron”.

 

El Times

 

Redacción
Author: Redacción

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