Dr. Marino Vinicio Castillo: La Incertidumbre y el Limbo

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Por Dr. Marino Vinicio Castillo R.
Ciudadania RD Media

 

No es lo peor, como algunos piensan, la incertidumbre; en ella se mantiene vivo y activo el interés de avanzar, de hacer algo, para adelantar algún propósito. No se sabe qué se puede producir, pero se tiene conciencia de que hay que definir y avanzar. La incertidumbre de algún modo fortalece la determinación y ésto es provechoso.

No ocurre así con el limbo. El vacío de éste es muy peligroso porque están atrofiadas y petrificadas las iniciativas y ésto alienta la molicie a permanecer como un embotamiento vecino a la idiocia. Por ello sigue siendo crucial la cuestión del diagnóstico de la situación real que se puede estar viviendo. Nuestro caso, como especie a ser analizada, es muy complejo.

¿Es limbo o incertidumbre lo que se vive? Esa es la cuestión. Parece ser lo más aconsejable definir la naturaleza de los riesgos y peligros, que son únicos. Ningún pueblo del mundo está más expuesto a daños irreparables que el nuestro; y no se trata de los graves trastornos clásicos: hambre, anomia, analfabetismo, atraso irrecuperable. Tampoco se trata de la aparición de un volcán submarino súbito en el manso Caribe, que nos amenaza, ni de nada por el estilo. De lo que se trata es de una extirpación del mapa por cirugía mayor de una Geopolítica recrecida, mundializada, que parece decidida a tomar una isla clave de las Antillas Mayores y refundir dos Estados sin considerar las implicaciones de pretender lograrlo, así por así, con dos naciones de diez millones de habitantes cada una, que, según las pruebas de la historia, llevan cerca de dos siglos de vida independiente, bien diferenciadas por la lengua, las creencias religiosas, los hábitos y costumbres, no sin contar las guerras de Independencia y sus doce años de inercia violenta. Una de ellas pretendiendo reocupar la otra, y ésta aferrada como consigna irremovible a la enseñanza fundamental de su Padre Fundador: “Nuestra isla ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera, o se hunde la isla”.

Eso, que para nosotros ha sido un Olimpo, para la Geopolítica mundializada de hoy, es tumor a extirpar, según señalo. El hecho es muy grave y para configurar las dimensiones de nuestros actuales peligros, sólo hay que no perder de vista aquella parte del sublime canto nacional, que reza:

“Ningún pueblo ser libre merece

si es esclavo, indolente y servil.

Si en su pecho la llama no crece,

que templó el heroísmo viril.

Más, Quisqueya, indómita y brava,

siempre altiva la frente alzará,

que si fuere mil veces esclava,

otras tantas ser libre sabrá.”

De manera que, para nosotros los dominicanos, convocados como estamos por el destino para asistir a pruebas fuertes de supervivencia, resulta crucial saber en quién podemos confiar para esa travesía. Es decir, hay muy buenos dominicanos que todavía están en el insondable limbo de su buena fe; que nunca se han separado de su error de pensar “que no puede ser cierta la barbaridad de desaparecernos como Estado”; “que la correlación de fuerzas internacionales ya no permite atrocidades contra los pueblos”. Esto sólo es posible creerlo cuando no se ha percibido que, precisamente, desde allí provienen los mayores riesgos.

Por otra parte, están los traidores abiertos, o encubiertos, que son los más perniciosos, con los cuales no se debe dar un paso en la marcha de la defensa nacional, pues en ellos reside la deshonrosa condición de ser la escoria enemiga de lo que ha sabido ser esta pequeña pero dignísima Patria nuestra.

Son muchos los requerimientos, pues, para poder participar lealmente en esta enorme emergencia nacional, que no tiene precedentes. El tiempo de Pandemia, paradójicamente, es el que ha abierto el espacio más apropiado para evaluar las características de este desastre, que fuera señalado por escasas voces, hace ya mucho tiempo, tildándolos de “patriotas de hojalata, cuya histeria era malsana y perversa buscando con malicia fines inconfesables”.

Doy testimonio de haber sido uno de los objetos de desprecio más frecuente y enconado por haber alertado de los serios peligros de nuestra independencia. Después de la Guerra Civil del ´65, en efecto, recuerdo haber denunciado con mucha intensidad lo que llamé “el peligro del vaciamiento de la Nación”; sostenía, y todavía creo, que el poder del Norte, después de las demostraciones de valor y dignidad de los dominicanos, utilizaría un método diferente para la descompresión de aquella vitalidad de la etnia nacional.

Nos sintieron capaces de enfrentarles y retarles haciendo caminos propios. Al tiempo que se demostraba que “no era la ideología la fibra esencial”, sino un sentimiento de Patria muy decoroso; que la prueba de ésto se advertía en que las dos figuras decisivas y más brillantes que encabezaran aquella gesta habían resultado dos hijos de Generales de la dictadura, del nicho más duro, que superaron las expectativas de cualquier otro liderato proveniente del ideario revolucionario, tan en boga y potente entonces. Desde luego, ya se había producido el sacrificio de Manaclas del otro ungido, Manuel Aurelio Tavárez Justo, que hubiese aportado prestigio y emoción patriótica, aún más vasta.

El nacionalismo de Francisco Alberto Caamaño y Rafael Fernández Domínguez, dije que era una fuerza primaria que podría influir en los ejércitos tradicionales de América Latina, dada su extracción; pasaron a ser objetivos de extinción de la misma categoría del idealista de Manaclas.

Ésto, desde luego, hay que apreciarlo, para ser justo, como fenómeno de un grupo valeroso de militares, entre los cuales destacaban por su coraje oficiales como Montes Arache, Lachapelle Díaz, Hernando Ramírez, que fuera esencial en el ideal constitucionalista que finalmente llevara a la tumba a Rafael Fernández Domínguez. Éste, que descansa en el Panteón Nacional, entre los líderes mayores de la República; y el otro, desaparecidos sus restos en la enorme Cordillera Central.

Claro está, hay que consignar que los aguerridos combatientes del pueblo, con su arrojo supieron dar lecciones inmensas de valor y compromiso. El pueblo dominicano se vio de cuerpo entero cuando se sumó decidido al gesto de la rebelión militar que tan gravemente dividía a nuestras Fuerzas Armadas.

Para el Norte, que tuvo que hacer uso de la fuerza militar interviniente para contener aquello, con descrédito mundial innegable, lo ideal era comenzar a ver la República Dominicana de una forma diferente que alisara sus energías, probadas ya; abrieron sus puertas para que funcionara su “American Dream” como un atractivo tranquilizador, una manera de aquietarnos, y se multiplicó el vaciado de población en más de un millón de emigrantes que, lenta y progresivamente, se han establecido como parte interesante y significativa de importantes minorías, al grado de que ya cuenta con representantes congresionales estatales y federales de prestigio. Incluso, ahora mismo acabamos de ver el más imponente homenaje de duelo rendido a dos agentes policiales, hijos de dominicanos, caídos en el cumplimiento de sus deberes. El vaciamiento se aumentó al paso del tiempo en términos de crecimiento sistemático a partir de aquella prueba gloriosa del ´65.

Hago un paréntesis indispensable para decir que la excepcionalidad nuestra se está reflejando en la misma diáspora establecida por su increíble apego y su dedicación consecuente a su tierra; que mantiene relaciones con su gente que ha quedado aquí, de tal modo, que se están produciendo ensayos destinados a saber porqué los dominicanos siguen siendo, al menos, en la pionera generación, tan atentos a la suerte de su tierra, la de los viejos aquí viviendo de sus remesas, muriendo sin su ausencia.

Cuando yo escribía o trataba el tema del vaciamiento de la población nuestra agregaba que el objetivo final era crear una “recirculación de poblaciones”, porque al tiempo que los Consulados se abrían generosos, se trabajaba de manera insidiosa en la abolición propiamente de la idea de frontera; se le daba paso a una ocupación masiva y silente a la gente de la tragedia vecina, que, a la larga, terminaría por crear aquí problemas jamás vistos y conflictos impredecibles; naturalmente, contando con el concurso de la traición.

Sufrí los ataques más desconsiderados por sostener aquello como tesis, pero, el tiempo ha sido generoso conmigo y la razón ha comparecido.

El hecho es que las cosas se han ido dando de un modo tan obvio que hoy no me quedo quieto, rumiando mi vieja advertencia, sino que me mantengo preocupado y agrego una agravación del desastre; hablo de que la Geopolítica que desde el principio nos hostilizara se ha recrecido y ahora cuenta con el vigoroso apoyo de África, ONU y Caricon, por lo que los peligros se han vuelto letales, como nunca antes; que el tipo de unidad que se necesita tiene que ser de un blindaje especialísimo del más alto grado.

Es así cuando también me asaltan las enigmáticas cuestiones de la incertidumbre, el limbo y la conciencia crónica de los convencidos de siempre, que deben ser consideradas para poder implementar una defensa adecuada, cónsona con las necesidades que genera este nuevo componente, que, sumado a la facción de traidores, abiertos o agazapados, en capacidad de decisiones delicadas, terminarían por convertirnos en una Troya moderna.

Quizás lo ideal sería pensar en Kurdo y asumir un nuevo lema nacional: “Los dominicanos no tenemos amigos”. Pero sería ir muy lejos en la decepción o el resabio. Tenemos los amigos, pero se nos ha deformado tanto, que pueden haber sido atraídos a la trampa de la fusión. Por ejemplo, el Vaticano, confundido en su compasión tubular. Hay otros más y lo que falta es salir a reclamarles mayor detenimiento en el examen del conflicto y advertirles de lo que sería la paz perdida, sin dejar de recordarles las contribuciones generosas que hemos sabido dar, desnudando la fría indiferencia de los poderes de la tierra ante la demanda de que: “Lo de Haití tiene que resolverse en Haití”, nunca a cambio de nuestra desaparición.

En todas estas cosas que llamo “mi tesis ampliada” o “puesta al día del vaciamiento de la población”, se logra ver como tsunami la incorporación de componentes de la Geopolítica mundializada a cargo de ese trío de nuevos ingredientes: Onu, África, Caricon. Pero, ya no es posible combatirnos con los insultos y desprecios de aquellas décadas de prédicas en el desierto. Ahora están los hechos y se advierte cómo los “cirujanos” esperan el tiempo en que nos rindamos y exclamemos: “consumatum est”. Saben que muchos van a salir del limbo, que fuerzas sociales profundas van a reaccionar en la incertidumbre y se alentarán los conscientes crónicos de los peligros para aunar los esfuerzos y cumplir con la gloriosa consigna de la segunda parte silenciada del himno nuestro:

“Que si dolo y ardid la expusieron

De un intruso señor al desdén,

Las Carreras! Beller!… campos fueron

Que cubiertos de gloria se ven.

Que en la cima de heroico baluarte

De los libres el verbo encarnó,

Donde el genio de Sánchez y Duarte

A ser libre o morir enseñó.

Y si pudo inconsulto caudillo

De esas glorias el brillo empañar,

De la guerra se vió en Capotillo

La bandera de fuego ondear.

Y el incendio que atónito deja

De Castilla al soberbio león,

De las playas gloriosas le aleja

Donde flota el cruzado pendón.

Compatriotas, mostremos erguida

Nuestra frente, orgullos de hoy más;

Que Quisqueya será destruida

¡Pero sierva de nuevo, jamás!

Que es santuario de amor cada pecho

Do la patria se siente vivir;

Y es su escudo invencible, el derecho;

Y es su lema: ser libre o morir.

¡Libertad! que aún se yergue serena

La Victoria en su carro triunfal,

Y el clarín de la guerra aún resuena

Pregonando su gloria inmortal.

¡Libertad! Que los ecos se agiten

Mientras llenos de noble ansiedad

Nuestros campos de gloria repiten

¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”

Adrede estoy recurriendo con más insistencia a citar las estrofas del himno glorioso y enarbolar nuestra bandera y nuestro escudo y ésto porque sé bien cuán siniestros han sido los intentos de banalizarlos para aumentar el desaliento. Por eso me han oído lamentar lo indebido del silencio de su segunda parte, so pretexto de abreviarlo, pues esa es la que canta la parte más heroica de las luchas del pueblo. Y es la hora más conveniente de planteárselo a la nueva Geopolítica que pudiera tener la ilusión de evadirse de lo que realmente conviene hacer frente al Estado colapsado: El Fideicomiso internacional, manejado por ellos. Quizás así dejen de creer que nosotros, como pueblo, podemos ser engullidos como refresco placentero.

Duélale a quien le duela, y no aludo al Vaticano por razones de respeto, es necesario cantar el himno pleno, que no es una alegre bachata, sino un código de conducta que aprendimos en la escuela enhestando la bandera, que tenemos la obligación de reverenciar y defender hasta la muerte.

Sé muy bien que no habrán de cesar los bufidos de los traidores, que ya no pueden disimular su hedionda condición, porque cuanto está planeado contra nuestra suerte es cada vez más visible y serán muchos los que saldrán del limbo, así como muchos los desorientados por la incertidumbre, deseosos de hacer las tareas que la Patria demande; hasta es posible que la Unidad Nacional ya sea una realidad contundente.

Mis preguntas de siempre: ¿Creen ustedes que carecen de razón mis reflexiones? ¿Creen ver en ellas propósitos y “fines ocultos”, “inconfesables”? ¿Estamos realmente convocados por el destino para participar en cruciales experiencias de nuestra supervivencia? Dios Todopoderoso nos ampare en su gracia para que se salve la patria.

Post Data: María Trinidad, el día que cumplía su primer año de vida la Patria, camino del patíbulo, exclamó: “Cúmplase en mí tu voluntad y sálvese la República”. Es bueno tenerlo siempre presente.

Fuente: La PreguntaRD

Redacción
Author: Redacción

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