Alberto Fujimori, fue indudablemente una figura controversial, nadie puede negar que incurrió en errores graves que indudablemente justifican que rindiera cuentas, sin embargo, nadie quiere reconocer que junto a esos errores también existe un legado en cuanto a sentar las bases para la existencia de un nuevo Perú.
En el camino, lamentablemente perdió el rumbo a cambio de lograr sus objetivos, echó a un lado los linderos extremos en los que el temor por la historia debió detenerlo y terminó del modo en que penosamente terminó, pagando un alto precio por ello. A pesar de ello, hay un Perú que le guarda gratitud y no lo juzga tan mal, no olvidemos que parte de este plano con un congreso bajo control de su partido, y que esa gratitud, ante su imposibilidad de participar en el ruedo político se refugió en sus hijos, siendo éste su único mérito, ellos, contra viento y marea, constituyen la principal fuerza política de oposición, no por ellos, sino por el padre, señal de que de algún modo, una buena parte de los peruanos nunca le ha condenado.
El contexto en que gobernó, ejercicio que hoy nadie quiere hacer para analizar los eventos, con estructuras terroristas como la de Sendero Luminoso que mantenían esa sociedad en vilo y permanentemente ensangrentada, no se podía gobernar con poses de esas que hoy se usan hipócritamente para adornar discursos sobre la democracia y el Estado de derecho, era una situación que requería de métodos militares y gran carácter de parte del mando político superior. Con falso pudor por las formas no se sabe si Perú hubiese podido redimirse del insensato y cruel estado de violencia del que gracias a Dios sobrevivió.
Siempre cuestioné que después de todos sus servicios, el alto precio pagado por sus errores y su enfermedad a este hombre no se le permitiera, por las cosas positivas que hizo y dada su enfermedad, culminar sus días sin el acoso del Estado y de la opinión pública interesada, el ensañamiento contra este hombre era indispensable precisamente porque aún así, arrodillado y preso, gran parte de los peruanos le agradecían, fue una fuerza políticamente potente por encima de todo hasta su muerte.
Pero todo, bueno o malo, llega a su fin, ha partido el presidente Fujimori y como todo, sus virtudes y defectos deben pasar a ser pasto de la historia una vez preservado el tiempo del virus de las pasiones, ahí sabremos mejor sobre el balance de su legado, sobre el cual, desde lejos y sin profundizar nos gusta opinar. Pero, mientras el tiempo nos hace serenos para el juicio, que su vida nos sirva de lección, las sociedades que aún preservan su paz deben actuar frente a sus amenazas, porque dejar pasar el tiempo pasivamente desde un balcón y tolerar sus vicios sin enlodarse oportunamente al momento de extirparlos de raíz, además de ser irresponsable, nos puede llevar a situaciones traumáticas como las que lamentablemente vivió Perú, que en la búsqueda de su paz y seguridad se vio turbada por el abuso de los métodos usados para redimirlo.