Por: Wenzel Musset Lorenzo
Ciudadania RD Media
En el último año, hemos podido observar dos fenómenos en la política dominicana, el lambonismo qué puede definirse cómo el exceso de halagos y adulaciones a una persona ( sobre todo para conseguir un beneficio) y el populismo, qué podría definirse cómo una tendencia política para acercarse a las clases populares o a la mayor parte de la población por medio de diversas tácticas.
La razón de que estas dos cosas se vean cada vez más en la política dominicana, es a causa del tiempo en que vivimos. Mucho se dice qué estamos en la era de las redes sociales o en una sociedad del espectáculo, donde la exposición y la notoriedad es más importante que el trabajo de calidad, eso no es exclusivo de la política, en la música, en el cine, en la literatura, en la justicia y en cualquier área de nuestra vida personal, la notoriedad se está imponiendo sobre la calidad.
Así que no es de extrañarse escuchar a la clase política proponer cosas cómo hacerle una estatua a un ministro de obras públicas, hablar de la entrega de cédulas en cabañas y moteles, hacer espectáculos bochornosos dentro del congreso, inaugurar baños, ascensores o hacer un show por regalar utensilios tales como electrodomésticos, suapes y escobas.
Nuestros políticos aunque parezcan unos completos idiotas, increíblemente no lo son, ellos entienden muy bien el funcionamiento de nuestra época y saben qué pueden conseguir mejores resultados político-electorales luchando por causas populares o haciéndose notar aún sea de la manera más estúpida, consiguiendo la mirada de la población y sus superiores, ya que es una regla no escrita dentro de la fama qué no importa si hablan bien o mal de ti, lo importante es qué hablen (o te miren).
Al final y al cabo esto no es bueno ni malo, el trabajo de los políticos es ganar electores y posiciones dentro de sus respectivos partidos, lo negativo viene cuando se concentran tanto en el espectáculo que se olvidan que tienen que trabajar de verdad, el show genera muchas risas y notas de prensa, pero cuatro años de show y cero trabajo notorio termina siendo una espada de doble filo, lo que en verdad busca esta sociedad es el balance, entre el payaso y el trabajador incansable, alguien que brinde el espectáculo qué se pide pero que haga un trabajo de peso en la posición que ocupe.