Llegó el Día de la Cita

 

A las 8: 56 a.m.llegue a la barbería estaba cerrada, casi comencé a maldecir, pero antes toque la puerta, el negocio es en su casa de familia, salió después de tres toque en pantalón corto y sin camisa – dijo, abro ahora, le estaba esperando indicó, sonreí, su aspecto decía con claridad de medio día que había saltado de la cama con mis toques en la puerta;

     

    Por Fladdy Cordero
    Ciudadania RD Media

     

    Desperté temprano, como casi siempre, más hoy tengo todas mis actividades enlistadas desde hace una semana. Llame el barbero el martes y me citó para hoy 9: a.m. eso me atormenta, él dice una hora y a veces se desaparece y vuelve dos y tres horas más tarde, por eso le he estado llamando día tras día recordándole que tengo una cita importante, le he reiterado que es vital, que si no llego a tiempo puedo perder mucho y hasta le he insinuado que es un asunto de trabajo.

    A las 8: 56 a.m.llegue a la barbería estaba cerrada, casi comencé a maldecir, pero antes toque la puerta, el negocio es en su casa de familia, salió después de tres toque en pantalón corto y sin camisa – dijo, abro ahora, le estaba esperando indicó, sonreí, su aspecto decía con claridad de medio día que había saltado de la cama con mis toques en la puerta; era solo arreglarme la barba y el cerquillo, siempre me han gustado las peladas oscuras, desde la juventud cuando el cabello poblaba en abundancia mi cabeza.

    Afeitado a las 9: 37 a.m. iba camino a la casa, el barbero es mi vecino, al llegar y abrir el portón de mi casa, me percaté que no había energía eléctrica. Había pensado bañarme con la bomba encendida y echarme mucha agua, lavarme el pelo, pero ahora no tenía esa opción, debía ir a la parte trasera del patio y bañarme a jaritos, una contrariedad más, me senté en una vieja silla, pero, otra vez me acompaño la suerte, llego la energía y corrí, conecte la bomba de agua y entre a ducharme como lo había planeado, use gel de baño, shampoo y al medio día, las 12 exacta estaba, un almuerzo frugal que consistía un cuarto de pechuga de pollo a la plancha, vegetales hervidos.

    Finalizado el almuerzo esperé un rato para comenzar a cambiarme. Ayer mande a limpiar los zapatos de cordones, saque de una funda un pantalón de uno de los trajes, una camisa con rayas azul, muy pequeñas y cuello francés y gemelos, revise las corbatas y después ver treinta decidí ir un poco menos formal, sin corbata, siempre guardo de respuesta un par de pantaloncillos y medias nuevos y decidí estrenar ropa interior.

    Casi las dos de la tarde y escogí la fragancia, hubiese preferido usar un Jazz de Yves Sint Laurent, pero no he encontrado en las tiendas de Santo Domingo y me decidí por usar Imperiale Guillain, al ser en la tarde lo correcto es usar el Eau Cologne, mis zapatos de cordones, propio cuando se usa chaqueta, que decidí usar una chaqueta crema, que hace tiempo no tenía la oportunidad de usar, todo arreglado, tal como si me fuese encontrar con una mujer de la realeza, partí a Santo domingo a y las 3:46 p.m . estaba instalado en la primera terraza a mano derecha en dirección al hotel, ubicado en el fondo, me senté observando hacia la avenida, pedí, en voz baja un wiski a la roca y esperé.

    Mientras esperaba, pensaba puedo gastar hasta veinte mil pesos, había visitado a tres o cuatros prestamistas en el pueblo y lo que me prestaron lo transferí a mi tarjeta y contaba con una disponibilidad de más de veinte mil pesos; antes de acabar el trago, me entro la duda que ella podía dejarme esperando, si me quedaba esperando, después de todo el esfuerzo, era motivo para no pensar más en ella a las 4:20 p.m., aunque faltaban 10 minutos para la hora acordada, ya me sudaban las manos y comenzaba a inquietarme.

    Comencé a mirar insistente mi reloj de pulsera, mi viejo Raymond Weil, heredado de mis viajes por el mundo cuando soñaba con una revolución y al mismo tiempo mire la hora en el celular, ambas marcaban la misma hora y a las 4:29 pm, a mi espalda susurro una voz, hola.

    Llego desde el hotel. Me pare como un resorte y le salude, le extendí la mano, pero ella me acerco la mejilla y rose su rostro. A pesar de usar lentes recetados desde la conocí, vino con gafas y un enterizo negro, con un descote en V por delante y por detrás, pero lo que más me impresionó fue una banda amarilla desde la cintura hasta abajo en una pierna del enterizo.

    Antes de invitarla a pasar el restaurante me invadió su fragancia, la reconocí, era colonia Joy de Patou, wao… imaginé nuestros cuerpos envueltos en esas fragancias, las vestimentas eran innecesarias, le invité a pasar al restaurante y al entrar a la izquierda, un salón con solo cuatro mesas, todas vacía y paredes selladas de vinos de arriba abajo. En ese momento mi mente olvido todo lo demás y solo pensé en esa mujer alta, morena, de ojos negro como la noche sin estrellas, pelo de igual color que la noche y largo, casi llegaban al final de la espalda.

    Desplace la silla la silla hacia atrás, ella se colocó delante de la silla el empuje tan suave que ella no se percató que ya podía sentarse, con una breve señal la invité a sentarse y luego me senté en la silla de enfrente. Revisé la carta de vinos, leí algunos muy bueno, pero inalcanzable para mí. Pedí excusa y le sugerí un vino, que en los super los venden a 500 pesos, pero ahí se multiplica el precio; ella aceptó mi sugerencia, un breve silencio y timbro su celular, observe que ella cambio el color, palideció me miró con una mirada, que no pude identificar el motivo de su cambio de rostro, pensé en su marido, imaginé verlo entrar al restaurante, llego sumiller y me dio a aprobar el vino, no pude degustarlo, solo acepté y continué mirando a la entrada esperando mi verdugo.

    Unos minutos, tal vez menos de uno, pero me pareció la eternidad hasta que ella habló. Debo irme, perdón, una de las niñas acaba de caerse y está en dispensario del hotel, será otro día y ella se levantó de la silla; yo me quedé inmóvil, por unos segundos, reaccioné rápido y la acompañé a la salida y volví a la mesa, debía beberme el vino y en mi soledad, recordé paisajes de nuestros breves encuentros, las miradas, las sonrisas sin motivos y luego la ausencia. Pague el vino y salí del restaurante, inicié el regreso a casa con preguntas y más preguntas y la débil esperanza que me llamara y volver a encontrarnos.

    El regreso me pareció eterno y ganas de pararme en un colmadon y beber sin límites no faltaron, pero el dolor era tan fuerte que se dejó provocar de mis deseos sin frenos de finalizar.

    Redacción
    Author: Redacción

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