Los ejes de la carreta de la Patria

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Dr. Marino Vinicio Castillo R
CRDMedia

Dr. Marino Vinicio Castillo R., presidente del partido FNP.

Esta entrega podría parecer inefable en medio de las tantas durezas que vivimos. Pero no, pues creo que el tema es tan vital para el pueblo nuestro que se pueden asumir todos los medios para formular las advertencias acerca de la gran tormenta que ya se siente desde el horizonte.

El tiempo que pasa es diferente a todo cuanto he visto en casi un siglo que lleva mi existencia. Son tantos los componentes de sus trastornos, que es muy difícil hacer definiciones de sus riesgos y desenlaces. Ahora mismo se advierte que están en curso giros, cuya gravedad dá vértigos.

He tenido que hacer algo que no quiso hacer el carretero de Yupanki en la tristona canción del campo argentino: engrasar los ejes de la carreta que lleva alegatos cruciales en favor de la supervivencia nacional.

Más aún, no me gusta el silencio prolongado, ni menos la soledad reseca de trinos, cuando se trata de la carreta que lleva los juicios de advertencia sobre los males nacionales. Todos tenemos el deber de acudir sorprendidos a la urgencia de la nación y nadie puede aburrirse de hacerlo. Por modesto que sea el hijo de esta tierra los caminos que nos quedan no tienen cosas que nos entretienen, sino que nos destruyen.

Y eso de que “yo no tengo en quien pensar”, pudo ser el desaliento del personaje del ícono argentino, pero jamás en nuestro caso, pues tenemos muchos por quienes pensar y hasta morir.

Hasta aquí lo que hago es usar el inocente sentido figurado de la hermosa composición del folklore argentino, buscando tocar puertas para la santa alarma de nuestros trágicos azares.

Y debo adelantar mi convicción de que no es hora de poesía, sino de llanto y espanto. La realidad nuestra se ha tornado aterradora y los dominicanos tenemos la sagrada obligación de presentarnos “con el rifle y los cien tiros” de que hablara su épica guerrera. Bonó, nuestro importante relator de lo que somos, comenta asombrado cómo el corneta que llamaba al combate en Guanuma vestía una “blusa de mujer” porque no tenían camisas los heroicos soldados del pueblo que enfrentaban ejércitos españoles.

Se avecina algo parecido en cuanto ha de ocurrir con nuestros destinos. Todos tenemos que responder al llamado y, ya lo veremos, “la carga se arreglará en el camino”, según el decir de nuestros campesinos cuando aparejaban para llevar al pueblo el alimento de éste, “muerto de necesidad” y vuelvo a la poesía, ahora de manos de Rafael Hernández, nuestro Yupanki del Caribe.

Les pido su comprensión para entender porqué en este tiempo tan enrarecido, repleto de sinsabores, apelo a esos sentidos figurados de canciones de nuestro pueblo latinoamericano y les refiero que la parte quizás más filosa de mis temores por cuanto ocurre reside en que las grandes masas nuestras están como inadvertidas; lucen, si no indiferentes, desorientadas, en cuanto a saber la magnitud tremenda de su desgracia en curso, ya no inminente.

Ha sido una característica ese perfil del comportamiento del generoso pueblo nuestro en otras épocas y lo que me exige más meditación es tener presente cómo, luego, esas masas populares han sabido reaccionar. Es decir, la traición que se desnudó plenamente y el país que fuera vendido, en el sentido exacto de que hablara el Padre de la Patria, Sánchez, para justificar la expedición que lo conduciría finalmente al patíbulo, están apareciendo como lúgubres fantasmas. “Fue vendido y eso basta”, tal fue la expresión inmensa de su compromiso con la restauración de la independencia nacional.

A pesar de que se ha ido produciendo, repito, la ocupación lenta y sistemática, por demás alevosa, el pueblo llano no acaba de hacerse cargo del peligro. Desde luego, el litoral del quehacer político es desvergonzado e imperdonable, porque ahí no hay queja, ni alerta, sólo connivencia y acomodación con los peores intereses que están destruyendo nuestra Patria.

Las voces de alerta, si bien es cierto que se conservan en niveles muy respetables, están siendo en gran medida enfrentadas por las maniobras de la Geopolítica, a la cabeza de la cual está lo que denomino “cueva de trampas”: la ONU.

Hay , pues, una especie de suspense enigmático y los malhechores que están trabajando en procura de la destrucción del Estado Nacional, incluso con especímenes repugnantes en posiciones sensitivas, se sienten animados a seguir macerando el entendimiento público, buscando hacer supuestas asimilaciones de culturas, de índoles y hasta de historia, poniendo de lado la oceánica realidad que nos ha mantenido en el lado este de la isla como un pueblo indómito, que no sólo se levantó y derrotó en doce años de guerras sucesivas las pretensiones de rehundirnos del oeste, sino que, aún frente al imponente Imperio español, se supo llenar de gloria en la guerra restauradora de esa independencia sagrada.

Desde luego, son múltiples, hasta el infinito, las maniobras que se han tramado para borrar todo ese espacio de siglos con el avieso propósito de reabsorbernos con un caos de escala mundial, como lo es la tragedia de Haití, definitivamente molido por el desorden y la desestructuración de todo lo que se quiso montar sobre la ficción del Estado “más glorioso del continente”, “porque fuera el primero en libertarse”.

En definitiva, las complejidades psicosociales de hoy son espesas y bien capaces de producir resultados derogatorios de todo cuanto hemos sido y sólo contamos con nosotros mismos, con los desafíos inmolatorios de que seamos capaces para poder probarle al mundo que no se puede intentar la destrucción de un pueblo diluyéndolo con las degradaciones menos susceptibles de enmiendas, cuyo rostro actual parecen representar los fusiles de armas avanzadas en manos criminales que han sustituido propiamente el espejismo de Estado que allí hubiera y que ahora se le menciona, aunque suavemente, como “detentador del récord de los secuestros criminales del mundo”.

La hora, pues, no puede ser más dramática ni más exigente. Al Presidente de la República de este tiempo le ha tocado lidiar, en verdad, con un complejo de crisis muy trastornadoras, pero en el viejo tema del cuido de la soberanía, en todas sus vertientes, se está dando el caso de que, una parece ser su actitud expresada, y otra parece ser su actitud represada. ¿Quiénes la represan? Por supuesto, el extranjero, la gavilla burocrática de ONU y OEA, respondiendo a demandas y exigencias de naciones de alto desarrollo que abominan de esa indeseable inmigración del pueblo que se destroza día a día al lado nuestro. Naturalmente, nunca antes la traición había hecho progresos tan temibles. Y ésto es verdaderamente grave, porque la asociación de esos dos factores va a implicar una reacción más violenta y extensa que lo imaginable.

Al Presidente de la República lo han minado desde su propia tripulación, pero no hay dudas, que está detrás la inducción a control remoto de un extranjero perverso que vive bajo la obsesión del Estado Binacional en la isla de Santo Domingo, porque así lo demanda y espera el interés de las naciones poderosas, que se rehúsan a acudir allí, al lugar de la miseria, a llevar todos los medios económicos, inversiones, formación de suelos, organización y desarme de bandas criminales, para acomodarse en la idea de “mejor es hacer un todo del desastre”, no importa el sacrificio y la dedicación de los dominicanos por dotarse de un Estado moderno, en desarrollo, pacífico. Eso no importa.

Interesan más bien los mandatos del gran poder mundial, ahora reforzado por una votación en ONU, extra continental, que bastaría para darle apariencia de acto justo a la liquidación de nuestro Estado Nacional.

Como se advierte, las cosas que estoy manifestando no requieren, ni necesitan esfuerzos mayores para comprenderlas; basta salir por las calles y caminos de la República para ir comprobando el tipo odioso de suplantación de poblaciones que se ha propuesto como destino para nosotros. Un diseño frío y cruel, que ya he comentado en otras entregas de La Pregunta, desde aquel tiempo del ´65 en que se abrieran los caminos del ”American Dream”, con un propósito claro de vaciarnos y llevarse muchos recursos humanos valiosos, aunque, para su sorpresa, no lo han podido desarraigar plenamente y conservan el apego a su tierra de siempre, donde están enterrados sus mayores y muchos anhelan volver algún día.

A ese fenómeno de recirculación de la vía diplomática migratoria, agréguesele el mercado persa del visado de los Consulados dominicanos en Haití, que en la última muestra premió a medio millón de ilegales al precio de 3,700 millones de pesos, que vinieron a parar a manos de las estructuras políticas de máximo nivel que gerenciaban el cierre de su operación de venta de la República.

Se paraliza el Muro, se secuestra un miembro del personal diplomático, la ONU reprende en favor de las parturientas ilegales de Haití y se le obedece vergonzosamente; el gagá, ensayando para ser acto especial de Viernes Santo; el vudú derramándose bajo el ropaje del sincretismo de la catolicidad; las exageraciones que se hacen de las semejanzas culturales que supuestamente existen entre los pueblos.

Todo esto está pasando con velocidad de un tren Bala y yo me siento montado en una carreta humilde y buena, llevando un manojo de alegatos en favor de mi Patria. ¿Ante quién he de presentar estas quejas? Al parecer, resultaría frustratorio hacerlo ante los hombres y sólo nos queda Dios como “El Justo Eterno”, que nunca ha desamparado a este pueblo en medio de sus intrepideces y azares.

Vuelvo a Yupanki para disentir de su carretero y en silencio lo canto:

“Porque no engraso los ejes
Me llaman abandona’o
Si a mi me gusta que suenen
¿Pa qué los quiero engrasaos?

Es demasiado aburrido
Seguir y seguir la huella
Demasiado largo el camino
Sin nada que me entretenga

No necesito silencio
Yo no tengo en qué pensar
Tenía, pero hace tiempo
Ahora ya no pienso mas

Los ejes de mi carreta
Nunca los voy a engrasar”

Las carretas de los dominicanos tiene que engrasarse y hacer exactamente todo lo contrario a la decepción del gaucho.

Ahora voy a mis preguntas de siempre: ¿Creen ustedes que insertar la poesía en el amargo de la frustración es provechoso? ¿No admiten ustedes que para activar la alarma del pueblo llano es válido utilizar esta prueba ingenua del sentido figurado?

Ya lo dije, los alegatos van. Sé bien que los fusiles están en las piernas de la conciencia del pueblo nuestro y que sus dos ejércitos, el uniformado como el paisano, a la hora de oir el clarín del corneta de Guanuma citado, cumplirán plenamente sus deberes porque, como reza otro himno antillano glorioso, dolorosamente sofocado, “morir por la patria es vivir”.

Dios Todopoderoso oiga nuestras razones e imponga la paz entre los pueblos y la reorganización especialmente del costado destrozado de la isla que está en el oeste, en base a las contribuciones que ahora vemos cómo, con tanto entusiasmo, se atribuyen para Ucrania.

Tiempo que destila agonía y deber en aquellos escenarios trágicos de los cuales brota mucho desconcierto y se ve llegar a los trenes con los alimentos envueltos en los tanques y misiles de guerra, bajo la prédica hipócrita de que se quiere la paz y no la guerra.

Fuente: La Pregunta

Redacción
Author: Redacción

Medio digital de comunicación de República Dominicana

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