Por Priyanka Rodríguez
CRDmedia

Mi país va hacia el declive total. La complicidad por acción u omisión de todos los ciudadanos, ha sido una de las principales causas del punto en que nos encontramos.
Son tantos los males que nos aquejan, que a veces pensamos no habrá vuelta atrás y mucho menos solución.
Cada día nos despertamos con una noticia peor que otra. Los factores son diversos y los principales responsables han jugado un papel miserable, por más de 2 décadas.
La corrupción nos arropa y es el principal mal que nos tiene en este punto.
Perdemos el país, pero no son los haitianos los responsables. No. Lo somos nosotros. Empezando por los corruptos del patio que le venden el alma al mismo diablo si es necesario, para obtener beneficios partidarios y particulares.
Aquí todo se compra, todo se vende, todo se contrabandea.
No hay una sola institución que no tenga su grupo de corruptos capaces de hacer lo que sea con tal de ganar algo.
Se entrega el país, se abre la frontera, se permite el tráfico (de todo tipo), se venden actas de nacimiento, títulos universitarios, se protegen políticos, empresarios y otros actores civiles, ante la vista indiferente de los que se supone deben tomar cartas en esos asuntos.
No existe castigo para quien, mediante actos de corrupción, violente la ley. No hay un solo partido exento de culpa. No lo hay. No contamos con un solo candidato que realmente tenga los pantalones para hacer lo que se debe.
Y peor, cuando tema Patria se coloca entre otros temas que nos afectan, si acaso lo toman en cuenta, es el último. Se ha inculcado pensar con el estómago, y ese voto se compra muy fácil. Se habla de inseguridad, que no es más que otro resultado de la corrupción que ha permeado todas las fuerzas castrenses (donde todavía existen muchos hombres y mujeres muy honestos).
Queremos culpar a los Organismos Internacionales y grandes potencias de nuestra desgracia, pero nadie puede ejercer sus funciones contra nuestro país y hacer lo que les plazca, si nosotros no lo permitimos.
Los hospitales siguen copados de parturientas haitianas. Pero, ellas continúan pasando por la frontera, en autobuses. ¿Acaso son invisibles? No. Lo que sucede es que son tantos los involucrados, que nadie se atreve a tomar las medidas correspondientes.
¿Quién se atreve a deportar los miles de niños nacidos aquí, hijos de padres ilegales, que adquieren dicho estatus? NADIE. Esos son los mismos que en 14 o 15 años, nos darán 4 o 5 millones más de ellos y terminaremos nueva vez repitiendo nuestra historia.
Pero peor. Porque hoy son más los cómplices dominicanos. Los que apuestan al descalabro absoluto de esta nación.
Pedimos seguridad, comida, deportación, no intervención, educación, salud, etc. Se nos olvida que acabar con la corrupción sistémica debe ser nuestra prioridad. Ese es el génesis de todos los males que hoy vivimos.
Alguien compra porque alguien está dispuesto a venderse. EN TODAS LAS ESFERAS SOCIALES.
Pero, preferimos mantenernos en la ignorancia para no tener la responsabilidad de hacer algo. La verdad pesa, y pesa mucho. No todos están dispuestos a cargar con ella.
Pocos hacemos demasiado. No es suficiente. Mientras continuamos hablando demasiado, regresamos a un 1804-1805 / 1822.
Los jóvenes no tienen la culpa. Han sido manipulados y la generación antecesora no jugó un papel correcto. Los niños no tendrán la culpa. Son maniobrados como títeres. Los medios (en su mayoría) han jugado un papel mediocre, haciéndose cómplices de la degeneración que hoy vivimos. Son empresas.
Todos tenemos responsabilidad.
Nos olvidamos de los fundamentos bajo los cuáles fue creada nuestra nación: Dios, Patria y Libertad. Vivimos de espalda a Dios. La Patria es según los intereses y la Libertad la han cambiado por libertinaje y violaciones de derechos por “ti seguridad”. Al final, no tenemos nada.
Somos la estrategia mejor desarrollada de mentes perversas de nuestra tierra. Si, porque los principales enemigos del país, están aquí y son dominicanos.
Los que pensamos diferente, somos los “rebeldes, conspiranoicos, extremistas, fascistas”. En fin.
Pero, ¡qué bueno es pensar diferente! Poder alzar la frente y saber que por lo menos no he sido un traidor.
Ningún extranjero es responsable de nuestras desgracias. Culpemos a los verdaderos responsables.