PALABRAS DEL ING.-ARQ. CONRADO ASENCIO TORRES, PRESIDENTE DEL CENTRO DUARTIANO DE SANTIAGO, CAPÍTULO LOCAL DEL INSTITUTO DUARTIANO, INC.

PALABRAS DEL ING.-ARQ. CONRADO ASENCIO TORRES, PRESIDENTE DEL CENTRO DUARTIANO DE SANTIAGO, CAPÍTULO LOCAL DEL INSTITUTO DUARTIANO, INC.

PALABRAS DEL ING.-ARQ. CONRADO ASENCIO TORRES, PRESIDENTE DEL CENTRO DUARTIANO DE SANTIAGO, CAPÍTULO LOCAL DEL INSTITUTO DUARTIANO, INC.

Dr. Wilson Gómez Ramírez
Presidente del Instituto Duartiano
y en él a todos los demás directivos del Instituto
y del Centro Duartiano de Santiago.

Personalidades de colectivos políticos, sociales y gremiales aquí representados.

Compatriotas todos:

El Centro Duartiano de Santiago da la bienvenida a los ilustres visitantes de otras demarcaciones de la República, así como a todos los santiagueros aquí congregados, que se han desplazado gentil y patrióticamente para acompañarnos en esta jornada de la Patria, la cual nos llama a una vigilia permanente de sus intereses, sentados históricamente sobre los cimientos del legado imperecedero del General Juan Pablo Duarte y Díez, Padre Fundador e inspiración de la Patria. Que nadie lo dude, si arde en nuestro pecho un sentimiento que enerva nuestras fibras más sensibles con la simple mención de la palabra DOMINICANO, se lo debemos a él y a sus discípulos, fue él quien así nos concibió desde el momento mismo en que sentenció que ésta Patria ha de ser “libre y soberana, o se hunde la isla.”

Nos congregamos aquí marchando, pero nuestra marcha no es una sucesión de pasos de dominicanos responsables con la suerte del destino de su nación, no, es mucho más que eso, nuestros pasos pretenden ser el clarín de alerta para que ningún dominicano duerma tranquilo mientras nuestras luchas no surtan el efecto de crear las condiciones para una paz sostenible en la isla, sobre cuyas bases quede blindada la preservación de la identidad del pueblo dominicano, su soberanía y su futuro, compromiso que cumplieron nuestros antepasados y compromiso que hoy estamos en el deber y obligación de garantizar a nuestros descendientes, que quede claro, estamos aquí por nosotros, por nuestros hijos, nietos y los nietos de nuestros nietos hasta el fin de los siglos, estamos aquí porque sencillamente estamos resueltos a que en nuestras manos, la República Dominicana NO PERECERÁ.

Sin embargo, no basta con desear esa paz, esa paz debe ser sostenida generación tras generación, debemos estar claros en que la construcción del luminoso futuro que nos debe esperar como nación bendecida por Dios, nunca será posible si no admitimos que su suerte, por causas y azares de la historia y de un fatídico destino, ha estado, está y estará atada a la suerte de la nación de nuestros vecinos. Históricamente hemos cometido muchos errores por una criminal ausencia de conciencia de lo que significa la seguridad de nuestra frontera, los seguiremos cometiendo, sin embargo, aun rectificándolos totalmente, los peligros que se ciernen sobre la seguridad nacional siempre estarán amenazados mientras Haití no sea redimido del universo de dramas que históricamente han impactado esa pobre y desgraciada nación, en consecuencia, la redención económica, social, política, medioambiental, sanitaria, educativa, institucional, etc. de la nación haitiana en Haití, resulta ser pues un objetivo estratégico para la construcción de la paz a la cual me he venido refiriendo como cimiento de nuestro futuro.

Para vergüenza de la humanidad, la denominada comunidad internacional, entiéndase claro, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fundamentalmente, pero no menos la Organización de Estados Americanos (OEA), así como los intereses que las financian, centrados en las naciones más poderosas de la tierra, el ejercicio de la solidaridad con Haití se ha centrado en la crucifixión de la imagen de la noble y solidaria Nación Dominicana, a la cual, con el auxilio de sirvientes que vergonzosamente llevan nuestra nacionalidad, se le tilda de racista, xenófoba y promotora del apartheid del Caribe entre otros infundados calificativos que son objeto de análisis en las comisiones de derechos humanos de las organizaciones citadas, por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Canadá, Francia y la Unión Europea en general, cada año, todo con el objetivo de tirar sobre las espaldas del contribuyente dominicano la carga de las desgracias haitianas sin que ellos asuman el más mínimo atisbo de responsabilidad con una afrenta de la que históricamente los dominicanos nunca hemos sido culpables.

El cuadro que acabo de describir no se detendrá, hasta ahora nuestras élites no han sido capaces de detenerlo y aún en el caso de que lo intentaran, no lo lograrán sin el concurso de un pueblo decididamente y firmemente lanzado a las calles demandando una solución que involucre al mundo y lo disuada del proyecto de extinguir nuestra identidad para subsumir criminalmente las desgracias haitianas con las nuestras a través de una inconcebible fusión, conscientes de que dicho plan terminará por hundir ambas naciones en una desgracia infinita y que no pasará sin que ello implique un inédito derramamiento de sangre que balcanice el Caribe y los lleve a jugar la ignominiosa carta de la intervención también sangrienta desde la cual construyan, como históricamente están acostumbrados, una nueva nación de papel, concebida, como dijo Churchill al final de la segunda guerra mundial sobre las “naciones” del reparto de los vencedores, “entre un habano y un coñac”, eternizando así conflictos de identidades que nunca paran de desgarrar la humanidad, indolentes, irresponsables e inhumanos todos los que preconizan semejantes desgracias.

De ahí que nuestros pasos de unidad no son simples pasos, son escuela de conciencia y advertencia contra todos los enemigos de la Patria de Duarte, los de afuera y los de adentro, la soberanía que nos legaran los padres fundadores de la patria será preservada hasta la última gota de sangre de un dominicano, de manera que para embarcar la isla y la región en un proceso de caos, mejor que se preparen para reconocer formal y jurídicamente el colapso del Estado haitiano, impulsen una administración internacional y se promueva un pequeño Plan Marshall para la reconstrucción de Haití en Haití, papel, que la República Dominicana, el país más solidario del mundo con los haitianos, no está en condiciones de asumir, razón por la que no puede ser abandonada a su suerte, que en vez de crucificarnos como racistas, metan las manos en sus bolsillos para construcción de un nuevo Haití, pero en Haití y para los haitianos, eso es lo que realmente demanda una solidaridad sincera, por no decir que el compromiso resarcitorio de naciones que cimentaron sangrientamente sus riquezas en la explotación esclava, situación absolutamente ajena a la idiosincrasia y a la noble índole de los dominicanos, que cobijados bajo la consigna de su escudo: DIOS, PATRIA Y LIBERTAD, sólo aspira a vivir en paz, porque sin la paz duradera, no habrá progreso.

VIVA DUARTE, VIVA LA REPÚBLICA DOMINICANA.

Redacción
Author: Redacción

Medio digital de comunicación de República Dominicana

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