Cuanto más convives con los chimpancés, más cuenta te das de lo que nos parecemos. Son tan parecidos a nosotros que da escalofríos.
Rebeca Atienza. Ferrol, 1977. Veterinaria, directora del Instituto Jane Goodall del Congo y una de las 20 mujeres que, según la revista Newsweek, inspirarán a las nuevas generaciones. Acaba de ser galardonada por la Sociedad Geográfica Española.
PREGUNTA. Compartimos el 90% de nuestro ADN con los chimpancés. ¿Nos parecemos?
RESPUESTA. Pues sí. Cuanto más convives con los chimpancés, más cuenta te das de lo que nos parecemos. Son tan parecidos a nosotros que da escalofríos. Los chimpancés tienen personalidades distintas, características distintas, como nosotros. La única la diferencia que veo entre los humanos y los chimpancés es que no hablan nuestro idioma, hablan otro idioma.
P. ¿Y cómo es su lenguaje?
R. El lenguaje de los chimpancés no les permite hablar del futuro ni del pasado, sólo del presente, y por supuesto no escriben. Eso es realmente lo que nos diferencia de ellos: nosotros hemos tenido una evolución en la que hemos desarrollado un lenguaje que nos permite escribir y aprender cosas de gente que ya no existe porque podemos leer lo que han escrito. Pero en todo el resto somos iguales.
P. ¿Los chimpancés tienen sentimientos? ¿Lloran por ejemplo cuando pierden a un ser querido?
R. Claro. Tienen sentimientos, tienen emociones… Hay chimpancés con los que yo me llevo muy bien, otros con los que no tanto. Unos son simpáticos, otros son antipáticos… Cada uno tiene su personalidad. Y también empatía. Sienten emociones por otros seres, como nosotros los humanos.
P. ¿Son mejores que nosotros en algunas cosas?
R. En forma de ser, algunos son buenos y algunos malos, como nosotros, algunos son mejores y otros peores, depende del individuo. En cuanto a capacidades, sí que hay algunas en las que son mejores que nosotros. Fuera de su medio natural, un chimpancé parece que sabe menos que nosotros. Pero cuando ves a un humano en la selva, somos nosotros los que no nos enteramos de nada. Los chimpancés saben perfectamente cómo moverse, cómo defenderse, mientras que una persona no sabe ni cómo esconderse, ni cómo subirse a los árboles… Los chimpancés tienen una memoria espacial, son capaces de crear mapas en su cabeza, mapas de todas las zonas donde viven, y además estacionales, porque son capaces de determinar en qué momento del año están en función de la fructificación de las frutas. Cuando un árbol está por ejemplo terminando de fructificar, saben perfectamente que a lo mejor tienen que desplazarse cinco kilómetros, porque allí está el próximo árbol que empezará a fructificar. Tienen memoria secuencial y al mismo tiempo memoria espacial, y todo eso lo tienen metido en su cabeza. Nosotros usamos GPS, usamos mapas… Pero los chimpancés tienen todo eso integrado en su cabeza desde muy pequeños.
P. La capacidad de violencia y de desencadenar guerras, características del ser humano, ¿también la tienen los chimpancés?
R. Sí, y esa es una de las cosas que los hace más semejantes a nosotros. Los chimpancés son territoriales, tienen territorios donde viven comunidades. Y las comunidades tienen un comportamiento que se llama fisión-fusión, como es el de los humanos: por la mañana dos chimpancés pueden ir juntos, luego se les suma otro, luego uno se va… Es como cuando nosotros vamos a ver a un grupo de amigos por la mañana y a otro por la parte. Pero todos los chimpancés de un territorio se conocen, y cuando a su territorio llegan chimpancés de otro territorio hacen guerras. Incluso hay algunos chimpancés que quieren aumentar su territorio y para ello, entran en los territorios de otros chimpancés y los atacan. En varias zonas de África ha habido guerras horrorosas de grupos de chimpancés, incluso ha habido machos jóvenes que han entrado todos juntos en otro territorio y mataban a hembras y a crías para conseguir más terreno. Algo muy humano, ¿no?
P. ¿Y cómo son las guerras de los chimpancés? ¿Utilizan algún tipo de arma?
R. Se plantean las guerras como si fueran de caza. Los chimpancés cazan monos y otros animales. Y sus guerras terminan siendo como una caza: van en equipo a por otro chimpancé, y saben muy bien cómo guardar las energías: primero le ataca uno, luego otro, luego otro… Van en equipo y saben muy bien cómo guardar las energías. Y la presa no tiene tiempo de reaccionar. Pueden utilizar palos o ramas de árboles como armas o algún otro objeto, pero sobre todo atacan con su cuerpo, con el impacto físico.
P. ¿Cómo muestran afecto a los chimpancés?
R. También en un modo muy parecido al nuestro, son mucho de contacto físico. Para ellos el espulgar, el hacer como que se quitan los piojos con una especie de masaje por todo el cuerpo, es la forma de establecer vínculos, y después mantienen esos vínculos con sus compañeros y con los que están en su círculo social. Y cuando se separan de ellos y luego los vuelven a ver, les dan un abrazo y se ponen a gritar, como hacemos los humanos.
P. Los chimpancés andan como bípedos en ocasiones, ¿verdad?
R. Sí, muchas veces. Los chimpancés salvajes que tenemos por ejemplo en Tchimpounga viven en una zona en la que hay selvas y sabanas. Y cuando tienen que ir de una selva a otra, caminan bípedos, van andando para poder mirar por encima de la sabana. De hecho muchas veces los ves y te parecen humanos.
P. ¿Los chimpancés son machistas?
R. En los grupos de chimpancés, los dominantes son machos. Tienen jerarquías, hay un macho que domina el grupo junto con su colectivo de amigos, pero las hembras tienen un papel muy importante. Las hembras, aunque físicamente no son tan fuertes como los machos, son capaces de alguna manera de ‘manipular’ a los machos. Digamos que las hembras son las que terminan manejando la historia.
P. ¿Y cómo lo hacen?
R. Las hembras eligen al macho dominante, que es siempre un macho que no puede estar solo, tiene que tener amigos, un grupo social que lo apoye y que le mantenga como macho dominante, y en ese grupo social tiene que haber hembras que le apoyen, que le ayuden si hay una pelea. Pero si el macho es muy agresivo, si se porta mal con las crías, las hembras pueden quitarle el poder. Se rebelan contra él y le quitan el poder a ese macho, yo lo he visto varias veces. Incluso he visto cómo se mataba a un macho dominante que era muy agresivo con todos.
P. ¿Cuánto tiempo lleva en África?
R. La primera vez que llegué al Congo fue en 2004. La cosa es que sabes cuándo llegas, pero no cuándo te vas a ir, porque te cautiva de una forma en que no puedes dejarlo, quieres más y más. Yo ya no trabajo solamente en el Congo sino en toda África, compartiendo los conocimientos que hemos adquirido y formando también a gente. Rescatamos chimpancés, hacemos muchas campañas educativas y trabajamos con autoridades locales para el desarrollo sostenible y para la aplicación de la ley de naturaleza. En el Congo llevamos muchos años haciéndolo y hemos tenido un impacto en la protección de los grandes simios. Un impacto que se ve y que supone una reducción del tráfico ilegal de especies en este país. Y ahora nos llaman de otros países para compartir nuestra experiencia.
P. ¿Por qué motivo se trafica con chimpancés y otros simios?
R. Los simios viven en las selvas y las selvas están desapareciendo porque en todo el mundo hay una gran demanda de madera tropical y de aceite de palmera, con monocultivos que están arrasando con la selva. Y al reducirse la selva, los chimpancés están más expuestos. Y al final los cazan. Muchas veces para comérselos, no por necesidad, sino porque se considera un lujo comer la carne de chimpancé. Otras veces matan a las madres e intentan vender los bebés para sacarlos del país, antiguamente era para llevarlos a zoos y aún sigue pasando en algunos sitios de Asia, o para venderlos como animales de compañía.
P. Y usted salva a esos chimpancés, ¿no?
R. Sí. Yo me fui al Congo a salvar chimpancés, pero ahora me doy cuenta de se pueden salvar desde aquí, desde España, desde cualquier lugar, haciendo un consumo responsable. Porque también nosotros somos responsables de la desaparición de las selvas, y eso es lo que está causando esa decadencia de muchas especies protegidas como chimpancés o gorilas. Porque, ¿si no tienen casa, a dónde van? Si no tienen casa se vuelven más vulnerables.
P. ¿Y exactamente qué puede hacer cada uno de nosotros?
R. Cada uno de nosotros tenemos una decisión que podemos tomar en nuestra
vida diaria, en nuestro consumo. Cuando vamos a comprar una silla de madera, hay que mirar que esa madera proceda de una plantación y que no sea madera tropical, se trata de estar atentos a la trazabilidad de todas las cosas y comprar localmente. Por otra parte, también hay que evitar el aceite de palma, pues está destruyendo selvas porque para obtenerlo hacen monocultivos de palmeras. Y esos cambios que se hacen fuera de África son los que marcan la diferencia. Nosotros somos responsables de todo lo que está ocurriendo allí. Lo bonito es que el cambio puede ocurrir, y eso es lo que me da esperanza. Cuando hace diez años yo hablaba del aceite de palma y de los problemas que causaba, casi nadie sabía nada. Y entre todos, entre toda la gente que ha hablado de eso, está habiendo un cambio enorme y marcas como Nocilla ya ponen en sus etiquetas: “Sin aceite de palma”. Y eso lo hemos conseguido entre todos, cada uno de nosotros, consumidores, hemos logrado que grandes multinacionales cambien. Y lo mismo hay que hacer con la madera.
Fuente: El Mundo