Le Nouvelliste
EDITORIAL

A principios del presente mes, Unicef había dado la voz de alarma sobre la situación de las escuelas ubicadas en barrios tomados como rehenes por pandillas. Según la agencia de la ONU, cerca de 1.700 escuelas están actualmente cerradas en el área metropolitana. 500.000 niños se verían privados del pan de la educación.
Según Unicef, que retomó las cifras del Ministerio de Educación Nacional y Formación Profesional (MENFP), en el área metropolitana, 772 escuelas están cerradas en Croix-des-Bouquets, 446 escuelas en Tabarre, 274 en Cité Soleil y 200 otros en Martissant, Fontamara, el centro y la parte baja de Delmas.
Cuando se publicó este comunicado el 5 de mayo, los miembros de la pandilla 400 Mawozo y Chen Mechan todavía estaban luchando en Plaine du Cul-de-Sac. No se sabe si en el informe del MENFP se tomaron en cuenta las escuelas que aún mantienen sus puertas cerradas desde el estallido de este conflicto hace tres semanas. Cuando se publicó la nota de prensa, aún no se producía el éxodo masivo de vecinos de Pernier para huir de las balas de las bandas descontentas de ser perseguidas por la policía.
El comunicado de Unicef planteó un tema grave que la sociedad o ignoró o no habló lo suficiente. Con casi 2.000 escuelas cerradas en un país donde no había suficientes, es un drama que debería preocupar a toda la sociedad. Generalmente, se prescribe abrir escuelas para cerrar prisiones. Estamos haciendo lo contrario.
No sabemos qué pasa con los niños que asistieron a las escuelas que están cerradas. Esta pregunta debe ser respondida con precisión. Mientras tanto, podemos suponer que no todos tienen el lujo de completar los trámites para asistir a otra institución educativa. Todo el mundo sabe que, incluso en tiempos normales, muchos padres tienen grandes dificultades para pagar la matrícula escolar de sus hijos. Vale la pena recordar que el 80% de nuestras escuelas son privadas mientras que la mayoría de la población vive en la pobreza.
Las consecuencias de la inseguridad en el sistema escolar constituyen un drama cuyos efectos sufrirá el país a largo plazo. Nadie sabe cuántos niños nunca volverán a poner un pie en un salón de clases. También debemos esperar repercusiones en la calidad de la educación por la desmotivación de los alumnos y días escolares perdidos para las escuelas que resisten. Las consecuencias también son económicas cuando sabemos que las escuelas cerradas también significan la pérdida de empleos directos e indirectos.
Con motivo del Día Nacional del Maestro, tenemos un pensamiento especial para los docentes que pagan un alto precio por la inseguridad.